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El pasado ha olvidado el presente, canta Rosalía

Jordi Corominas

Escriptor i periodista. Col·labora a diversos mitjans escrits i radiofònics, des del Catalunya Plural al '24 Horas' de RNE, o a 'Más de Uno' d'Onda Cero. Fa moltes coses, i per ara els seus darrers llibres són 'Bohigas contra Barcelona' (Athenaica) i 'Nortes' (Sílex), prova del seu amor per caminar la seva ciutat i tota Europa.
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No, no lo canta ella, demasiado omnipresente en la prensa oficial, hasta el punto que en ocasiones sospecho que como los suyos pagan mucho dinero para que aparezca hasta en la sopa. Esto, guste o no su música, puede ser hasta normal, pues cada tiempo necesita héroes y mitos.

Todo ha cambiado desde este punto de vista. El problema, el miedo de todo este jaleo, es cómo nos venden algo notable como si fuera excepcional. Si la chica monta un cristo en el centro de Madrid previo anuncio en ls redes se analiza de modo absurdo su condición inédita, mientras se olvida a The Beatles tocando en una azotea hace más de medio siglo. Si se disfraza de monja en la caratula de su nueva obra maestra se aptovecha para hablar de cómo ha resucitado lo religioso, informándonos con pruebas fehacientes que serán oportunidades de mercados. Si no hay nada que decir nos proporcionan datos sobre todos los idiomas cantados en el disco, que por otro lado, no podía ser de otra manera, es muy distinto al anterior, algo sólo a la altura de genios como David Bowie.

El percal, querida persona que lees estas líneas, es que quizá has reído con el último párrafo. Si tienes cierta edad me darás la razón. Si eres más joven puede ser que hayas pensado en cómo envejezco, volviéndome cada vez más cascarrabias.

Tenemos otro par de opciones. Quizá eres de esos encantados en transigir con el olvido absoluto del pasado y la negligencia a la hora de enlazar el presente con lo más antiguo, pero quien sabe, quizá eres riguroso y me entiendes a la perfección, agradeciéndome el artículo con tal de poner cierto freno al disparate de catapultar la novedad como si antes nada hubiera existido.

En realidad, este artículo es una mezcla de cosas que son la misma. El pasado domingo explicaba a un grupo de ciudadanos el Eixample desde sus orígenes tras el derribo de las murallas. Rieron con la anécdota de aquellos estudiantes de no hace tanto, tan ignorantes como para afirmar que Ildefons Cerdà era fascista, pues había ideado su famosa cuadrícula para permitir el veloz descenso de los coches de policía.

Después de estas carcajadas nos pusimos más serios al alcanzar Girona y Consell de Cent, las dos calles pacificadas, ambas con un buen par de metáforas. La primera muestra como lo insólito desconcierta.

A Barcelona el número de expats, si se quiere migrantes con dinero, supone el 5% de la población. El centro es suyo y los negocios lucen propuestas sin ningún tipo de interés para el ciudadano local. Es la consagración, sin mucho ruido, del parque temático.

El malestar es evidente y genera una Barcelona con muchos guetos, unos la empobrecen al hinchar todo, mientras otros se resignan a irse, algunos también de la súper illa del Eixample, en la que si eres propietario todo ok, pero si alquilas debes abandonar cualquier esperanza y salir.

En este espacio la otra metáfora es el corto plazo. A todos nos gusta la súper illa, ¿pero se ha pensado en la circulación y otros aspectos determinantes? Parece como si el siglo fuera incapaz de pensar a lo largo. Muchos no recordamos que comimos horas antes y, en general, el focos anda desviado, omitiéndose las verdaderas y acuciantes necesidades. Rosalía es una maniobra de distracción a lo grande.

En este sentido Barcelona y Catalunya llena páginas sin que exista debate ni los ciudadanos quieran intervenir. Hoy en la radio decían que carece de sentido denunciar porque nunca te atienden. Quizá sí debamos inventar nuevas formas de canto, colectivas.

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