¿Vivienda asequible?

Bluesky

Parece que nuestros políticos se han dado cuenta ahora de que el acceso a la vivienda es cada vez más complicado para la mayoría de los mortales. Hemos tenido que llegar a una segunda burbuja inmobiliaria para echarnos las manos a la cabeza y empezar a hacer algo. ¿Algo? Muy poco. La vivienda es todavía un activo esencial, la inversión más rentable de los españoles, nuestros verdaderos y reales ahorros. Así pues, los que han podido hacerlo, eso de ahorrar, no han dudado en invertir en una segunda vivienda, en un local, en lo que sea que tenga metros cuadrados para luego alquilar y sacarse una mensualidad para ir tirando más o menos bien.

Susana Alonso

Quien tiene un piso tiene un tesoro, no hay duda; aunque este sea antiguo, se revaloriza, no como un coche que al día siguiente ya vale la mitad. Pero ese tesoro ha sido siempre objeto de la mayor especulación de nuestra historia. Atrás, muy atrás, quedan las viviendas que se construían formando una cooperativa, sin ánimo de lucro. Claro que estas, como todas, podían entrar en el mercado libre al cabo de unos años y volver a valer una pasta. Atrás quedan también las obras sociales de las cajas de ahorro que, con el desarrollismo franquista, construyeron vivienda asequible de baja calidad, pero que siguen en pie con reformas y ayudas diversas. Y no me olvido de las que construyeron grandes empresas para sus trabajadores, otra de las buenas obras del pasado que ya no se hacen.

Soy bastante pesimista a la vista de los anuncios de construcción de viviendas que hacen los políticos, estén estos en el gobierno o en la oposición. Han tenido ya mucho tiempo para intentar solucionar un problema que lleva décadas enquistado. ¿Por qué me debería creer ahora que va en serio? Aunque mañana se pusiera la primera piedra de una de esas promociones, tardarían más de diez años en conseguir una mínima igualdad, algo que la gente viera en sus propias carnes.

Ante la inacción de las administraciones, la gente acaba buscándose la vida; y, claro está, somos todos unos egoístas. Queremos más y más, y el que posee un piso para alquilar ya se ha dado cuenta de que es más rentable hacerlo por habitaciones. Saca más dinero. Y el dinero llama a dinero. Poco importa si este está en condiciones, si es soleado, si tiene buenas comunicaciones. Ante la ausencia de vivienda social, sabe que se lo van a quitar de las manos en muy poco tiempo. Y el que puede pagar los casi mil euros que cuesta el alquiler de uno sin demasiadas aspiraciones, intentará realquilar una o dos habitaciones con baño compartido para que el coste no sea tan enorme.

Me cuenta un amigo que sus dos hijos han emigrado a Terrassa. Parece que allí el alquiler es un poco más barato que en Sabadell, que es donde vivían. Esos hijos les cuentan a sus padres que otros amigos que vivían en Terrassa se han ido a Manresa, que aún es más barato. La huida hacia el interior es cada vez más evidente. Los de Barcelona, los ricos con pasta, huyen hacia Sabadell y Terrassa, donde pueden encontrar un piso nuevo o de segunda mano por la mitad de lo que les costaría en la Ciudad Condal. Ese es el gran drama. Los sabadellenses son literalmente expulsados de su ciudad porque no pueden pagar esos pisos de lujo que se construyen en los pocos terrenos libres que quedan en la cocapital del Vallès Occidental, todos con piscina y muchos con pistas de pádel. Sus respectivos alcaldes no hacen nada para evitarlo.

Y así estamos, esperando algún milagro que no llega, esperando que, al menos, los jóvenes dispongan de esas ayudas al alquiler durante mucho tiempo. De nada sirve ese préstamo que se anuncia para la compra de vivienda para menores de 35 años, porque el dueño de ese piso, esa vivienda que tiene ya cincuenta años, lo sube descaradamente porque sabe que tarde o temprano se lo van a pagar. Un bucle en que los de siempre se siguen haciendo ricos.

Solo hay un camino y parece que nadie está dispuesto a tomarlo: la construcción sin parar y la intervención del Estado mediante expropiaciones si es necesario. Si no es así, el artículo de la Constitución Española aprobada en 1978 donde dice que la vivienda es un derecho fue un engaño desde el primer momento. Y lo estamos pagando todos, en especial los jóvenes. La derecha extrema ya se encarga en sus medios de decir que es una locura, que va el contra de la libertad ¿Quién puede pagar mil euros por un piso de una habitación sin ascensor cuando el sueldo base está en menos de mil doscientos brutos?

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