Vergüenza absoluta

Bluesky

Desde que uno tiene uso de razón ha visto algunas guerras y, desgraciadamente, algunas masacres en su vida. Seguramente las más mediáticas fueron la guerra del Golfo de principios de los años 90, las guerras de la antigua Yugoslavia de 1991 a 2001 —con una estimación de al menos 130.000 muertos, que pudieran haber llegado a los 200.000— o la guerra de Ruanda, que vivió como epílogo el genocidio de los tutsis —en que las víctimas mortales habrían sido entre 800.000 y un millón de personas—. Hablamos de conflictos abominables, sobre todo el último, en que el objetivo era el exterminio de la etnia minoritaria del país por parte de la mayoritaria, los hutus, que llegaron a matar al 70% de sus compatriotas.

Con el que muchos identifican ya también como genocidio, en Gaza se está produciendo otro episodio de oprobio para la humanidad, quizá más grave porque lo estamos presenciando en directo, y todos somos más o menos conscientes de lo que está pasando. A estas alturas, no es fácil aportar algo nuevo, pero no podemos dejar de denunciar una situación que se ha convertido en escarnio por parte de los que la están causando y que, como en los ejemplos antes mencionados, será difícil de olvidar en mucho tiempo, si es que alguna vez se olvida.

El 7 de octubre de 2023 se vivió un atentado execrable, en que Hamás, grupo político y paramilitar que gobierna la franja desde 2007, atacó a población civil israelí provocando alrededor de 1.200 muertos y reteniendo a unos 250 rehenes. El “derecho a defenderse”, invocado en un primer momento por el gobierno hebreo con el objetivo de eliminar a Hamás, ha derivado estos dos últimos años en constantes bombardeos sobre la población civil, con un goteo diario de decenas de muertos. Las cifras oficiales, a fecha de redacción de este artículo, superan los 66.000, digámoslo claro, asesinados.

Como ha dicho el actor José Sacristán en estos días, los de Hamás no solo son terroristas, son unos “imbéciles” que han traído la desgracia a su pueblo. Históricamente, el estado hebreo ha necesitado pocas excusas para atacar a los países limítrofes, no hablemos ya de los territorios palestinos, y en la operación de Hamás de 2023 ha encontrado el pretexto perfecto para desarrollar la idea del Gran Israel, alimentada por los sectores más conservadores y más ultraderechistas de su gobierno. En este sentido, Benjamín Netanyahu se ha convertido en la nueva mano ejecutora de esa ambición de extender los territorios israelíes cada vez más, caiga quien caiga y con tantas vidas como se tenga que llevar por delante.

El Gran Israel se correspondería con los territorios que la Biblia judía —básicamente el Antiguo Testamento de la cristiana— establecería como la tierra prometida por parte de Yahveh al pueblo hebreo. Las interpretaciones difieren sobre si sería desde el Nilo, u otro río egipcio al nordeste de la península de Sinaí, pero en cualquier caso hasta el Éufrates. Esto afectaría a los territorios palestinos, que es lo más fácil para las autoridades israelíes —dada la administración que ejercieron allí durante unos 30 años y que, con los asentamientos y el control de fronteras, han dominado durante los últimos 50 a efectos prácticos—, pero también a estados como el propio Egipto, el Líbano, Siria, Jordania, Irak y Arabia Saudita.

Ante este panorama de muerte y destrucción que está llevando a cabo Israel, sobre todo en Gaza, pero que podría afectar después a Cisjordania y, si no se le detiene, a los países de alrededor, la comunidad internacional debería decir “basta”, de ser posible con una sola voz que se escuchara alta y clara. La intervención de Netanyahu en la sede de Naciones Unidas el pasado 26 de septiembre fue un síntoma en ese sentido, cuando decenas de delegados de diversos países abandonaron la sala antes de que el líder hebreo iniciara su discurso.

En la misma dirección van iniciativas como la Flotilla Global Sumud, mientras que en el otro extremo se sitúan propuestas como la de crear un resort turístico en la franja de Gaza, una vez se haya completado la limpieza étnica. Un político que se ha significado reiteradamente por la necesidad de aislar a Israel para que detenga la masacre es Josep Borrell, ex alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores. En unas declaraciones recientes, ha denunciado las únicas dos opciones que el ministro de Defensa israelí contempla para los gazatíes: “marchar o morir”. ¿Será la comunidad internacional capaz de evitarlo antes de que sea demasiado tarde? ¿Será posible que Europa y otros países actúen como contrapeso al apoyo de los Estados Unidos? La vergüenza es grande, es enorme y, si no hacemos algo pronto, la vergüenza será absoluta.

(Visited 72 times, 1 visits today)

HOY DESTACAMOS

Deja un comentario