La publicación, por parte de la junta del Barça, de un avance del cierre del ejercicio 2024-25 supone otra tomadura de pelo. Es un acto más, reiterado, de ocultación de información al socio que, como se preveía, ha batido este año todos los registros de falta de transparencia y de gestión negligente por parte de la junta directiva de Joan Laporta.
En sí mismo, que el FC Barcelona haya cerrado, como afirma en un comunicado tétrico, con 2 millones de beneficio ordinario, siendo ese dato una mentira infantil y absurda que seguramente le tocará explicar a Xavier Sala-i-Martin escondido en la oficina de atención al barcelonista -no se sabe a cambio de qué prebendas por sus académicas trolas-, no supone la peor noticia para un barcelonismo social al que Laporta ha convertido en el triste hazmerreír del fútbol español convocando otra asamblea telemática vergonzosa, manipulada y en un día sin partido en un nuevo atropello estatutario.
Más delirante y surrealista resulta aún que en este primer resumen, al límite de la obligación de aprobar las cuentas el 30 de septiembre, cuando debieron ser validadas el 30 de junio pasado, hace ya tres meses, Laporta no haya sido capaz de revelar las cifras más elementales de las columnas de ingresos y gastos. Porque, como siempre, hay gato encerrado, mentiras, maquillaje contable, y la necesidad de generar la máxima confusión para que el socio no sepa ni alcance a comprender la grave patología que sufre la economía del club.
La previsión, de acuerdo con los propios presupuestos presentados por la junta y aprobados en asamblea de octubre de 2024, apuntaba a 893 millones de ingresos y 873 millones de gastos. Saber exactamente la liquidación de ambas partidas daría una pista más o menos clarificadora y significativa sobre cómo se han desarrollado los acontecimientos, y aportaría a los socios un mínimo de nitidez. Lo contrario, retrasar la oficialidad de los resultados, solo persigue embaucar a los cuatro socios del primer millar a los que se permitirá la entrada a la asamblea, discriminatoria y antidemocráticamente, como ya es habitual con el cortés e ignorante silencio de la prensa laportista, cada vez más sedada por el aparato totalitario y al margen de la ley con el que gobierna esta directiva.
Porque, de nuevo, afirmar que el resultado ordinario es de 2 millones «con los que se cumple por segundo ejercicio consecutivo el principal objetivo económico del Club», para luego añadir que «una vez deducidos los extraordinarios, el resultado final después de impuestos es de -17 millones», además de falso y preocupante debería merecer al menos una columna de opinión condenatoria y exigente firmada por alguno de los popes del periodismo del universo azulgrana más reconocidos. Sin embargo, no se han atrevido a registrar en sus medios la menor alusión, ni que sea a título aclaratorio, sobre una formulación de las cuentas que, de acuerdo con los estatutos, supondría el cese inmediato de la junta directiva de Joan Laporta por la acumulación de dos ejercicios consecutivos de pérdidas.
No será de aplicación porque, astutamente, Laporta consiguió que la asamblea le aprobara en 2021 la suspensión temporal del artículo 67º de los estatutos que contempla este supuesto como el límite de la actuación de una directiva en sus funciones de gobierno. El ejercicio 2023-24 se cerró con 91 millones de pérdidas y el 2024-25, con 17 millones de pérdidas.
El concepto ordinario es un truco de pésima taumaturgia contable por parte de Laporta, que se saca de la manga cuando le interesa a afectos del relato asambleario, ya que en la memoria oficial del FC Barcelona lo único que constará son pérdidas acumuladas y sucesivas de -108 millones (91 + 17) para un total de fondos propios negativos de -111 millones.
Claro que, en el análisis del origen de ese déficit, un economista puede -y debe- conjeturar que en la aplicación rigurosa del plan de tesorería de LaLiga desde 2022 a Laporta no se le han permitido más desmanes y palancas fantasma con las que hacerse trampas al solitario en sus libros de contabilidad. Esto es: que no se le ha permitido gastar en fichajes por encima de sus ingresos reales y, aun así, está excedido en 112 millones y seguir a años luz del equilibrio 1:1 aconsejado por la normativa de control económico, lo que le ha obligado -como es sabido y notorio- a avalar 12 millones para mantener la plantilla actual inscrita y además echar mano de la lesión de Ter Stegen para el alta de Joan Garcia, por no hablar de las filigranas en cesiones y ampliaciones de contrato para ajustar la masa salarial conforme a la normativa.
Por tanto, ni bajo la lupa de la Liga y de la UEFA a Laporta se le puede mantener a raya. En cuanto al concepto extraordinario, el análisis y las conclusiones todavía son más perversos y de peor pronóstico porque las palancas, con 1.065 millones de ingresos en los últimos cinco años de cuentas firmados por Laporta, entrarían de lleno en este otro análisis. De forma que, si las cuentas pudieran segregarse -como hace Laporta en este juego permanente y anual de birlibirloque contable- el balance del ordinario que utiliza cuando solo cuando más le conviene, las pérdidas acumuladas serían de unos 1.100 millones y de cinco temporadas seguidas. O sea, cinco veces el déficit real generado por la pandemia.
Incalificable y espantosa liquidación de Joan Laporta, el peor gobernante que jamás haya presidido el Barça (solo Joan Gaspart es competencia para él) en 125 años de existencia, sin entrar en la deuda contraída, colosal e impagable ni siquiera en el horizonte actual del año 2050.
El barcelonismo asistirá, de aquí al 19 de octubre próximo, cuando el informe de auditoría se vaya conociendo con sus salvedades, excentricidades, tejemanejes y manipulaciones, a una galería de los horrores que desde luego la prensa mayoritariamente laportista no denunciará ni detallará porque es cómplice de reírle todas las gracias al presidente. Vienen día de descubrimientos asombrosos.