Icono del sitio El Triangle

«Manuel Sacristán era partidario de la España federal»

Salvador López Arnal

Profesor de filosofía jubilado, impartió matemáticas en la UNED. Colabora con las revistas El Viejo Topo y Crónica Política. Es uno de los estudiosos de la obra de Manuel Sacristán, y también de su discípulo Francisco Fernández Buey. Es autor de La destrucción de una esperanza, Entre clásicos y La observación de Goethe. Ahora, edita Manuel Sacristán Luzón. M.A.R.X.: Máximas, aforismos y reflexiones con algunas variables libres (El Viejo Topo).

¿Qué se esconde detrás de estas «máximas, aforismos y reflexiones, con algunas variables libres», de Sacristán?

Filosofía buena e interesante, mucho decir las cosas bien. A las personas que hemos tenido la suerte de oírlo y leerlo nos ha llamado la atención la capacidad que tenía para formular aforismos, frases que impactan al lector. Recuerdo, por ejemplo, una entrevista publicada en el Diario de Barcelona, en 1977, en la que decía que Gramsci «era un clásico, un autor que tiene derecho a no estar de moda nunca, y a ser leído siempre». Otro ejemplo. En una entrevista de 1983, en la revista Argumentos, se le preguntó sobre la crisis del marxismo. Vale la pena recordar su respuesta: «Todo pensamiento decente debe estar siempre en crisis, por tanto, para mí, que dure esta crisis». No hace falta decir que esta perspectiva está muy presente en su concepción del marxismo, en su antidogmatismo, en sus rectificaciones.

¿Has trabajado con textos ya publicados de Sacristán o revelas algunos inéditos?

Al final del siglo pasado tuve acceso a la documentación de trabajo de Sacristán, unas 80 carpetas, con resúmenes, cartas, artículos, etc. Voy a leerlo todo y sus anotaciones de lecturas, por ejemplo. Y volví a pensar en la belleza, la singularidad y la profundidad de muchas de sus afirmaciones. Un tipo, por decirlo así, de filosofía concentrada. Yo pensé entonces que todos estos materiales merecían ser recogidos, ordenados y difundidos. Eso es lo que conforman los 18 capítulos de M.A.R.X., el libro que estamos comentando y que acaba de reeditar El Viejo Topo. M.A.R.X. cuenta, además, con un prólogo y un epílogo de dos de sus grandes discípulos: Jorge Riechmann y Enric Tello.

¿Cómo vivió Manuel Sacristán el trauma de Stalin en el movimiento comunista internacional?

Como muchos otros partidos comunistas, el PSUC-PCE aceptó la figura de Stalin de forma demasiado acrítica. Sacristán comenzó su militancia comunista en 1956, cuando terminó sus estudios en el Instituto de Lógica de Münster. Fue el año en que, durante la celebración del XX Congreso del PCUS, Jrushchov presentó el Informe secreto, una crítica al estalinismo. Sacristán recordaba que, al explicar el Informe a la militancia comunista antifranquista (que asociaba la figura de Stalin a la tradición marxista revolucionaria y al triunfo sobre el nazismo) las reacciones iniciales fueron de incredulidad. No podía ser verdad, aquello era falsa publicidad burguesa. Años después, en 1978, en una mesa redonda que compartió con Manuel Vázquez Montalbán, hizo una intervención muy crítica respecto a lo que había significado el estalinismo. Entre otras cosas afirmó que el estalinismo había sido una tiranía sobre la población soviética, una tiranía asesina sobre el proletariado soviético, y que conservar la nostalgia de todo aquello era estúpido y criminal.

¿De qué manera llevó Sacristán la política del Pacto por la Libertad, liderada por Santiago Carrillo?

Sacristán estuvo de acuerdo con la política de reconciliación nacional defendida por el PCE desde los años 50. Era un intento de conseguir la máxima unidad posible entre fuerzas no franquistas para conseguir la ruptura con la dictadura y conquistar avances democráticos. Pero luego fue muy crítico con la estrategia del PCE-PSUC durante los años de la transición. Con los Pactos de la Moncloa, por ejemplo.

¿Cuál fue su posición respecto al izquierdismo, entonces rabioso contra Carrillo, y lo que se llamaba el «revisionismo» del PCE?

Inicialmente, no simpatizó con ninguna de aquellas corrientes de la izquierda comunista. Él nunca fue maoísta, por ejemplo. Tampoco trotskista. Más tarde, valoró muy positivamente el decisivo papel del MC (Movimiento Comunista) y de la LCR (Liga Comunista Revolucionaria) en los comités anti-OTAN, y apoyó una candidatura que encabezaban estas fuerzas en las primeras elecciones al Parlamento de Cataluña.

¿Y del nacionalismo, concretamente el catalán, que opinaba?

En los años 70 y 80, y también antes, un momento que no tiene nada que ver con el actual, Sacristán defendió el derecho de autodeterminación de Euskadi y Cataluña, de las naciones oprimidas, se decía entonces (también de Galicia). Estaba muy lejos de las posiciones que mantenían algunos sectores de la izquierda comunista, que señalaban que la cultura catalana era burguesa y estaba a su servicio, que el catalán era un idioma de la burguesía. Pero tampoco compartió la línea de desmarcarse del PCE que defendían y practicaban colectivos del PSUC. Sacristán entendía que la lucha del PSUC era parte de la lucha global en España. Fue marcadamente antinacionalista. De joven, cuando escribía en Laye y todavía no estaba vinculado al comunismo, ya manifestó sus críticas al nacionalismo. Más fuertemente tras la muerte de Franco y el auge del pujolismo y el secesionismo en Cataluña, Sacristán defendió la tradición marxista (y leninista) clásica en este tema, el internacionalismo, como uno de los grandes valores de la tradición emancipadora, y la España federal.

¿Cómo y de dónde procede la sensibilidad de Sacristán por el ecologismo y el feminismo?

Deberíamos situarnos en Mayo del 68 y, sobre todo, en la destrucción de la Primavera de Praga. Para Sacristán, sin desconocer la complejidad de la situación, la vía checoslovaca al socialismo era un intento de reforma democrática comunista. La apoyó con fuerza. La invasión de Checoslovaquia fue un auténtico batacazo para él. Había que repensar muchas cosas de nuevo. A partir de 1971-72, empezó a utilizar nuevos conceptos, como por ejemplo, sociofísica, fuerzas productivo-destructivas…, en la línea de lo que nosotros ahora llamamos ecosocialismo (o ecocomunismo). En 1976 realizó una conferencia en la Escuela de Ingenieros de Barcelona con el título «De la filosofía de la ciencia, a la política de la ciencia», donde se manifestó claramente en contra del desarrollismo, el crecimiento ilimitado en un planeta finito, y, en línea con Wolfgang Härich, empezó a defender la idea de un comunismo homeostático, alejado del comunismo tradicional de la abundancia.

¿Cuál fue la posición de Sacristán sobre Europa, la de los marchands, en los debates de su época?

Si no lo recuerdo mal, nunca escribió directamente sobre el tema. Pero no tengo ninguna duda de que, para él, la Comunidad Económica Europea (CEE), la futura UE, no tenía nada que ver con ninguna aspiración socialista. Su opción no era esa.

¿La OTAN?

Desde principios de los 80, con el PSOE ya en el gobierno, estuvo desde el primer momento apoyando a los comités anti-OTAN y participando en manifestaciones. Escribió un artículo con el título «La OTAN hacia dentro» en el que defendía que España no debía formar parte de una alianza militarista, que era falsa la cantinela del peligro soviético, e insistía sobre todo en los efectos negativos que tendría la manipulación de la ciudadanía para conseguir la adhesión a la alianza. Se destruía la confianza en la posibilidad de una vida política decente.

¿Y la guerra de Vietnam, que tanto marcó nuestra generación, como la vivió Sacristán?

Consideró que la lucha de liberación vietnamita, como la revolución cubana, por ejemplo, constituía un hecho esencial de la lucha antiimperialista.

¿Sacristán participó, de alguna manera, en el diálogo con el cristianismo de izquierdas?

Participó directamente. Sacristán no era creyente, era ateo, y creía en ese diálogo. Para él, lo peor que se podía hacer era engañarse mutuamente. Pero, en esencia, era la aspiración a una sociedad más justa, más humana, que compartían las dos tradiciones. Se podía hacer mucho camino uniendo fuerzas y conociéndose mejor.

¿Algún apunte especial en este libro tuyo sobre Sacristán?

Hay una nota de lectura de las que quizás dicen más de él. Lucio Colletti, cuando ya estaba en transición hacia el berlusconismo, había escrito un artículo, «La crisis del marxismo». Al leerlo, Sacristán hizo una anotación en la que señala: «No hay que ser marxista (Marx); la única cosa que tiene interés es decidir si uno se mueve, o no, dentro de una tradición que intenta avanzar, por la cresta, entre el valle del deseo y la de la realidad, en busca de un mar en el que ambas confluyan». Cernuda en rojo.

Salir de la versión móvil
Ir a la barra de herramientas