La impotencia y el descontrol protagonizados por Joan Laporta en la recta del final del caótico regreso al Spotify sigue inalterable su camino de embustes y de un guion premeditada y perversamente planificado para dos objetivos finales. El primero, seguir haciendo creer a LaLiga, a la UEFA, al auditor, Crowe, y a Goldman Sachs que el estadio, o al menos un pequeño sector susceptible de reabrir puertas para poder jugar con 27.000 espectadores, está prácticamente acabado y a punto para estrenarse. Y el segundo, que si eso no es posible, el único culpable es el Ayuntamiento de Barcelona y su extremado celo, exagerado, obsesivo y maniático-persecutorio en obligar al Barça a cumplir la normativa relativa a la actividad deportiva para un público masivo.
Laporta está consiguiendo, en efecto, que mientras desde el club se da por hecho que la obra está perfectamente acabada -pues así lo afirman varios medios que llevan semanas publicando e informando que el FC Barcelona ya ha entregado el CFO (certificado de final de obra)- es el Ayuntamiento, por boca del alcalde, Jaume Collboni; la teniente de alcalde de Urbanismo, Laia Bonet; el teniente de alcalde de Seguridad, Albert Batlle; y ahora el regidor de Deportes municipal, David Escudé, quienes van dando largas sucesivamente. Lo hacen con excusas, buenas maneras, hasta con timidez y puede que algo de temor, sin atreverse a señalar que el FC Barcelona -o sea, Limak- no cumple con el único requisito que se le exigió para llegar a tiempo de jugar toda la temporada en el Spotify: la presentación de ese CFO a mediados de agosto.
Naturalmente, Laporta los volvió a engañar a todos con un vídeo de verano, el anuncio del Gamper en Les Corts y las promesas, una detrás de otra, de jugar en el Spotify el Barça-Valencia, luego el Barça-Getafe, ahora el Barça-Real Sociedad y, desde luego, el Barça-PSG, partido que señalado por la UEFA -que también se había creído el cuento al principio- para el día 1 de octubre el Montjuic.
A LaLiga de Javier Tebas, Laporta le ha tomado bien el pelo después de rogarle casi de rodillas y solo como una excepción que le permitiera disputar el Barça-Valencia en el diminuto Johan Cruyff, jurando y perjurando que era solo para una vez a causa de un retraso, el último, en el definitivo visto bueno municipal a la reapertura del estadio. El Barça jugará también contra el Getafe este domingo en Sant Joan Despí y contra la Real Sociedad, casi seguro también, porque la licencia parcial, extraña y a la carta de la primera ocupación del Spotify tiene todos los números de retrasarse, y porque el Ayuntamiento ya le ha advertido que el domingo 28 de septiembre Montjuic está cerrado al tráfico por el piromusical de la Mercè.
El socio del Barça sigue asistiendo a una ceremonia de la confusión, un cachondeo en la práctica, sin saber a qué atenerse, con una primera medida discriminatoria que permitió a los que compraron el pase de temporada de los dos años en el exilio poder comprar entradas para el Barça-Valencia al triple del precio habitual. Se dio la circunstancia, no menos curiosa, de que tras el sorteo fueron centenares los socios que las rechazaron dejando paso al resto para ocupar el aforo reservado a los socios, que fue de 4.005 localidades.
En cuanto a los 475 asientos VIP que se pusieron a la venta, unos a 1.500 € y otros a 1.050 €, sin duda tarifas descabelladas por asientos de primeras filas algo más cómodos y solo con servicio de catering extra, contra el Getafe ya se están anunciando a 950 € y 650 €, con tendencia a la baja por la desproporción entre el precio y las contraprestaciones.
El Barça -o sea, Limak y Laporta como primer y único responsable de que las obras de remodelación no sigan el ritmo deseable- aún no dispone del CFO y cuesta imaginar que los técnicos del Ayuntamiento puedan validar que se juegue mientras siguen los trabajos de la tercera grada y accesos, que es donde reside el verdadero problema de la compatibilidad. Mientras LaLiga no tiene más remedio que dejarse engatusar con los tejemanejes de Laporta, la UEFA ya se ha cansado de esperar.