Elena Fort, embustera oficial para los asuntos del Espai Barça desde la dimisión/fuga a la carrera de Jordi Llauradó tras la asignación de las obras a Limak, fue la que salió a enredar mediáticamente a la prensa tras el anuncio de la predecible decisión de jugar el primer partido de esa Liga, la tercera sin el Spotify abierto, en el Johan Cruyff de la Ciudad Deportiva.
En su forzada aparición, improvisada, embaucó a los medios como lo hace habitualmente y, lo que es más grave, les coló un aumento del 300% de las entradas para el afortunado socio que consiga una de las pocas localidades que finalmente saldrán a la venta como si fuera una ganga y otro alarde de la voluntad de servicio y atención preferente de la junta para con el socio.
La primera andanada que soltó, incalificable y torpe como siempre, fue que «la primera parte de la obra está acabada» y que «si no se juega es porque queda toda la tramitación burocrática». Afirmación que resulta risible y cómica a estas alturas, teniendo en cuenta que el Certificado Final de Obra, que el Ayuntamiento de Barcelona les pidió a mediados de agosto para obrar el milagro de acelerar las inspecciones antes de conceder la primera ocupación, aún no ha sido enviado, algo que depende exclusivamente de la directiva, o de Limak, mejor dicho, que sigue apareciendo como un actor inocente y víctima de los imponderables.
Por tanto, soltar que la primera fase «está acabada» sólo puede ser calificado como otro acto de soberbia, fanfarronería e inmoralidad que por desgracia no le es ajeno ni al personaje ni a la directiva de Laporta en en el conjunto de su negligente gestión, especialmente en el ámbito del Espai Barça.
A continuación, Elena Fort se volcó en un mensaje perversamente de extrema atención y estima dirigido a sólo a los socios que, dejó claro, han comprado el pase de temporada las dos últimas de exilio a Montjuic, 16.151 en total: «Salvo los compromisos con los rivales e institucionales, el aforo está destinado al socio, priorizando los que han hecho el esfuerzo de estar en Montjuic estos dos últimos años. No serán pases, será una venta de entradas dirigidas con precios los 42 y los 78 euros», aclaró.
Precio disparado
La reacción de la prensa, a menudo bobalicona y fácil de engatusar, fue la de transmitir la sensación de que se trata de tarifas muy por debajo de las habituales para un partido del primer equipo. Sin embargo, esos socios leales y repetidores verán incrementado el precio del mismo partido de la Liga última, un Barça-Valencia en Montjuic, en un 300%.
La explicación resulta sencilla, pues el precio medio del pase de temporada 2024-25 fue de 545 € para una media ponderada de mínimo 26 partidos (en la práctica fueron 29), lo que supuso un coste por partido de 20,9 € (18,7 € realmente porque el Barça disputó un total de 29 partidos).
Igualmente, aplicando esa misma tarifa al curso que ahora empieza, el 2025-26, en el supuesto de jugarse en Montjuic, de 20,9 € por encuentro y calculando el precio medio de los asientos para el Barça-Valencia del domingo, de 42 € la más barata a 78 €, que sería de 60 € el coste medio de la localidad, el porcentaje de aumento sería de casi un 300%, del todo desmesurado e injustificado.
La razón de esta subida despiadada e insensible responde al drama creciente que supone para la precaria estructura de ingresos de Laporta arrancar otra temporada sin el Spotify operativo, ni siquiera con 27.000 espectadores como mínimo.
El futuro Camp Nou
Una escalada de casi el 300% cargada sobre el socio abonado representa un aviso de la política laportista de precios del futuro, cuando sea posible disfrutar otra vez del Spotify con más servicios, ascensores, mayor oferta de restauración y el cien por cien de las gradas a salvo de la lluvia.
Si esta subida coincidiera con el primer partido en el Spotify, cabría algún tipo de argumento más allá de que se consideraría un abuso oportunista y al borde de la extorsión, si lo que se pretende, en el fondo y de acuerdo con el mensaje de la directiva, es recompensar a los socios que, por decirlo de algún modo, no han fallado en el exilio.
No es el caso. Jugar en el Johan Cruyff, como pasó con el Gamper en agosto, es el plan B, otra huida hacia adelante por falta de previsión de la junta y de incumplimiento por parte de Limak. Es bajar otro escalón en cuanto hacia una solución de urgencia, un parche, que Laporta aprovecha para pisotear aún más a sus propios socios, los más fieles al equipo, si es que sacar el pase de temporada puede medir que unos sean más barcelonistas que otros, cuestión igualmente discutible.