Si un presentador de programas de Catalunya Ràdio y Canal 33, como es Lluís Jutglar (Peyu), se puede permitir el lujo de hacer un vídeo animando a la gente a participar en la manifestación independentista del 11 de septiembre que convoca la Asamblea Nacional Catalana a mí me viene de gusto decirle a la gente que no vaya.
Es evidente que todo el mundo puede ir a las manifestaciones y concentraciones democráticas que crea oportunas pero si los medios de comunicación públicos juegan sucio, dejadme, al menos, el derecho a refunfuñar y a recomendar a la gente que dedique la tarde del jueves a actividades diferentes que la de pasearse por Barcelona, Girona o Tortosa en compañía de los ‘indepes’ de Lluís Llach.
La primera razón para no ir es que independencia es sinónimo de insolidaridad. Es aquella actitud tan desagradable del «primero yo y después ya veremos los demás». Es una idea incompatible con el ideal progresista de hermandad internacional a pesar de las explicaciones y argumentos que defienden desde la CUP o Esquerra Republicana.
La segunda razón es que la manifestación de la ANC es el resultado de la apropiación indebida de la que se había hecho siempre desde la recuperación de la democracia, donde participaban catalanes de todos los partidos e ideologías. Un buen día, desde el gobierno de la Generalitat y los medios que dependen de ella se decidió que se apartaba de la manifestación a los catalanes no independentistas porque así lo reclamaba el procés y llevamos así unos cuantos años.
Otra razón es que el dueño de la ANC, Lluís Llach, no rechaza que los simpatizantes de Aliança Catalana participen en la manifestación. Dice que si suscriben el Manifiesto de convocatoria tanto le da como piensen y de donde vengan. Cuanto más seremos, más reiremos, aunque desfilen junto a xenófobos racistas.
Añadiría que el descenso de apoyo a las manifestaciones de la ANC de los últimos 11 de septiembre sería bueno que se acentuara este año. Eso demostraría que la sociedad catalana va recuperando el espíritu solidario enturbiado por el procés y abriría las puertas a que muchos catalanes vuelvan a hacer suya una Diada de la que ahora no quieren ni oír hablar.
Dos acotaciones finales. Una, insistir en que se traslade la Diada de Catalunya al día de Sant Jordi u otro que se decida y dejemos de una vez de reinventarnos la historia y de hacer el papelón ante la estatua de Rafael de Casanova. La otra, que, ya puestos a rebelarnos, ignoremos la inauguración de la gran bandera de Cataluña que, por obra y gracia del presidente de la Mesa del Parlamento antirrepresiva, Josep Rull, nos plantifican en el Parque de la Ciudadela.
¡Y no se os ocurra ni locos ir a escuchar al fanático Toni Albà a la casa de Sílvia Orriols! ¡Eso menos aún!








