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Laporta completa la limpieza de su ‘staff’ del 2021 en plena degradación

Joan Laporta

El último alto ejecutivo del organigrama con el que Joan Laporta inició su segundo mandato en marzo de 2021, Àlex Santos, al frente del área de comunicación, cayó fulminado/despedido hace unos días. Así se completó la regeneración de ese staff que, hace cuatro años, inició un ambicioso plan de gobierno, en principio con la finalidad de envolver la gestión del club en una pátina de profesionalidad, eficiencia y de modernidad, lo que se debía corresponder con una nueva y esperanzadora etapa.

El paso del tiempo ha demostrado que el menos interesado en dejar trabajar a los ejecutivos de un perfil menos adulador y más serio era el propio Laporta, que no ha dudado en ir dejando en la cuneta, unos tras otro, a los responsables de la totalidad de los departamentos, el económico, el patrimonial y el financiero, dando por hecho que el área social le importaba nada y que en el ámbito deportivo en realidad no necesitaba a nadie.

Al ir cortando esa corteza primera del árbol de la pretendida reconstrucción del FC Barcelona, el presidente fue dejando paso, de manera muy seleccionada y estricta, solamente a quienes consideraba de verdad leales, muy por encima de sus cualidades. Lo que finalmente se ha convertido en un club de gestión familiar, como ha justificado Laporta tras el genocidio de todo el talento que inicialmente había reunido para su estilo de gobernanza, ha resultado ser la consecuencia de un nepotismo y de un amiguismo sin precedentes en la historia del club.

El papel jugado por Àlex Santos, siempre preocupado por mantener y ofrecer una imagen de éxito del presidente, ha consistido básicamente en esconderlo lo más que ha podido, como en la campaña electoral, consciente de que Laporta no ha perdido su capacidad ni carisma para nublar el criterio de las masas barcelonistas delante de un micrófono. Pero también de que se ha descontrolado absolutamente a la hora de mentir sin límites y de exhibir, sin tapujos ni reservas, al contrario, su indolencia y confort en la perversión del relato que más conviene transmitir. Ese que, por desgracia, avanza cada vez más lejos de la realidad.

En esa disyuntiva, cuanto más se ha ido separando el Laporta bocazas, soberbio y fanfarrón del presidente que necesita el club, alguien con sensibilidad, capacidad para el rigor de la dirección económica, prudente con el gasto y seductor, imaginativo y brillante a la hora de incrementar los ingresos, también mayor se ha ido haciendo la brecha entre el orden sugerido desde el departamento de Alex Santos y el despiporre totalitarista de la presidencia.

Añadidamente, con el creciente poder de Alejandro Echevarría, obsesionado con evitar filtraciones del primer equipo, tanto como por controlar el acceso de terceros al vestuario, ya había introducido hace unos meses cambios relevantes en la órbita de la Ciudad Deportiva. Básicamente, apartando a los hombres de confianza de Àlex Santos de sus funciones en la relación con la prensa, además de haber nombrado anteriormente un dircom solo para el entorno de los cracks, Gabriel Martínez, llamado a relevar a Àlex Santos a la primera ocasión, como así ha sido.

En cuanto a la labor de Àlex Santos, no hay duda sobre su capacidad para inducir a la prensa facilona y laportista el mensaje y el contenido más favorable y propagandístico del régimen, ajustado a cada momento y circunstancia para el relato feliz de un mandato brillante. El colaboracionismo y seguidismo de la prensa y del consorcio digital laportista han sido un factor constante y clave en el desarrollo de ese cuento que tanto ha calado entre el barcelonismo sobre la recuperación económica y deportiva del club, una apreciación tan discutible como defendida hasta con fanatismo por los medios y entornos que han estado bajo el control del departamento de comunicación hasta ahora.

A la pregunta sobre si ese es el primer deber y responsabilidad de un dircom del Barça, el de manipular constante y diariamente la información y la actualidad hasta deformarla, el presidente la ha respondido con un despido seguramente improcedente porque su ejecución ha sido impecable y efectiva desde este punto de vista.

Otra cosa distinta es que, como viene siendo la reacción a la multicrisis metastásica que se está comiendo el club por dentro, Laporta y su cada vez más estrecho núcleo duro se sientan más cómodos cerrando puertas y ventanas a quienes no son, por decirlo de algún modo, sangre de su sangre u homologados por dos razones: porque recelan de todo y de casi todos y porque no quieren más testigos ni mirones que los estrictamente necesarios. Con o sin un ejecutivo como Àlex Santos no cambiará nada, la degradación que es la tónica de la administración laportista seguirá su avance, regular e imparable.

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