Comienza septiembre y los chavales volverán a la escuela, a aprender catalán y educación emocional (en catalán). Del mismo modo, los catalanes empezamos el curso de catalanidad el próximo día 11, en el que hay que renovar nuestra fe en la patria estropeada con la camiseta nueva, más que nunca, y que el mundo, cuando nos mire, nos vea lustrosos y ufanos. Es necesario que Cataluña vuelva a ser grande y rica y plena, y por eso recordamos cómo es un verdadero catalán. ¡Evitemos la flojera! ¡Atrás esta gente!
1- El catalán de ayer prefiere la sardana al reguetón, la coca de recapte a la pizza, los fideos a la cazuela a los espaguetis, la ratafía al orujo, Lluís Llach a Juan Manuel Serrat, Guerau de Liost a García Márquez, Pilar Rahola a Vargas Llosa y la butifarra negra a la morcilla.
2- El catalán de verdad no pide hamburguesas sino un bocadillo de pan de hostia de carne picada de vaca, de los valles pirenaicos o ripolleses. Siempre con allioli y una rodaja de tomate ampurdanés, y unas gotas de aceite de Les Garrigues. La hace bajar con un caldo de El Priorat o, si es abstemio, con una botellita de zarzaparrilla. El catalán de verdad nunca compra morcillas ni chistorras, sino fuet de Vic y bisbe. Si por alguna razón le gusta la chistorra y no puede pasar de ella, la pedirá con pronunciación en eusquera y dirá «txistorra» levantando el puño a la manera abertzale.
3- El catalán de verdad tiene una imagen de la Moreneta en un lugar preeminente de su casa y nunca adora vírgenes forasteras, ni pilaricas ni macarenas. Si el catalán no es del todo creyente, tendrá una fotografía del abuelo Macià, de Prat de la Riba o de Pompeu bien visible, en el comedor. Es recomendable tener alguna imagen en el dormitorio y en el excusado por si la debilidad nos asalta en estos lugares. Yo mismo tengo una fotografía de Joan Rigol en el dispensador del papel higiénico.
4- El catalán de verdad pide «cafè amb llet» o «cafè amb gel» sin desfallecer cuando acude a un establecimiento de restauración y, si el camarero no le entiende lo suficientemente bien, se lo explica con ejemplos didácticos o esquemas en un papel pero nunca traduce al español. Cuando quiere un helado, exige ser atendido en catalán o coge una rabieta y pone una denuncia en la Plataforma per la Llengua o exige la rápida intervención de los comandos de «Nosaltres Sols», que acudirán al establecimiento y adoctrinarán a sus trabajadores tal como es debido, con un buen golpe de diccionario normativo en la cabeza.
5- El catalán de verdad sabe que en Cataluña lo tenemos todo, y que nuestras playas son iguales o mejores que las de Bali o de Cancún, que nuestras cumbres no desmerecen de los Alpes ni de los Andes ni del Annapurna, que la fageda de’n Jordà supera en belleza a las selvas amazónicas, que Montserrat es única en el mundo, que Rupit es el pueblo más bello del planeta (seguido de Camprodon y de Cadaqués), que la Sagrada Familia es la iglesia más bonita y que no hay en ningún sitio volcanes más exuberantes que los de Olot, ni llanuras más planas que la de Vic, ni cerdos más sabrosos que los de Manlleu. Ni mejor bisbe que el de Solsona.
6- El catalán de verdad sabe que el catalán es la lengua central de la cristiandad, y que el valenciano y el balear y el alguerés son dialectos del catalán, y que el catalán de L’Alguer es una lengua viva y vibrante, la lengua de las mejores personas algueresas, y que en Nápoles hay una resistencia lingüística catalana muy notable, y que en Neopatria alaban el catalán y adoran a Roger de Llúria y a los almogáveres, y que Colón era catalán y las naves salieron del puerto de Pals y no del puerto de Palos, que Tartessos estaba en Tortosa tal como su nombre indica y que Miguel de Cervantes se llamaba Miquel Sirvent.
7- El catalán de verdad sabe que la democracia es un invento catalán y no de los griegos, y que los catalanes han sido desde siempre democráticos: sabe que la democracia está en la raíz de las principales instituciones del país: el Consell de Cent, las Bases de Manresa, los 155 presidentes de la Generalitat y etc. Por ello, el catalán de verdad tiene en su casa una urna de plástico, en miniatura, conmemorativa del referéndum de octubre de 2017, depositada cerca de la Moreneta y no la usa con usos espurios, como por ejemplo guardar euros españoles, caramelos aragoneses, pelusilla extraída del ombligo o los dientes de leche que le cayeron a la nieta charneguita.
8- El catalán de verdad admite que Jordi Pujol fue un poco corrupto, pero es nuestro corrupto. Sabe que su obra de gobierno y de construcción nacional y de la Generalitat supera de largo a las corruptelas, y admite que quizás estaba un poco pirado pero que fue un loco de los nuestros, que sus hijos tienen toda la pinta de ser unos mafiosos de manual pero que hablan en catalán y eso es lo que cuenta, que el agujero de Banca Catalana y los miles de estafados es grave pero mucho más grave es lo que hizo Bin Laden, por no hablar de Al Capone o Ted Bundy.
9- El buen catalán no quiere saber nada de las corridas de toros porque le parece que es un maltrato animal indigno y propio de españoles subdesarrollados, pero cree que los toros embolados del Ebro son una tradición catalana respetable que hay que mantener. También cree que los castellers son una expresión de la idiosincracia catalana porque una masa de hombres adultos encumbran a un tipo bajito a lo alto, e ignoran que haya decenas de lesiones medulares y decenas de ex-castellers en silla de ruedas. Si TV3 no ha hecho ninguno 30 minuts sobre los castellers parapléjicos es porque no existen.
10- El buen catalán sabe que Sílvia Orriols es un poco facha, pero es nuestra facha y se la ve buena persona, como la vecina del piso de arriba o la tía que va a misa. De manera que no debe ser tan facha y tal vez sólo sufre por la supervivencia de la sardana y las Homilies d’Organyà y es madre de cinco hijos. Ninguna madre de cinco hijos puede ser fascista, porque si las madres catalanas de verdad hicieran como ella no iríamos de culo ni nos harían falta tantos extranjeros. A ver si, finalmente, no será que Sílvia es la mejor catalana de todas las catalanas (con permiso de Marta, que en el cielo de Andorra esté). ¡Tomad ejemplo, jóvenes pubillas catalanas! ¡Y hablad en el bello lemosín de Sílvia incluso cuando pidáis un helado de ratafía!







