El valor seguro de la herencia de Josep Maria Bartomeu, es decir, el conjunto de futbolistas formados en La Masia por los técnicos que Joan Laporta echó tan pronto volvió a la presidencia, como Gavi, Cubarsí, Lamine Yamal, Balde, etc., más los fichados acertadamente como Pedri o Araújo -ahora bajo la dirección de Hansi Flick– contrasta realmente con el caos y el desaliento de una gestión directiva que se retuerce, se complica y se ensombrece cada día más.
En un verano protagonizado por el recital histórico de engaños de Laporta, verdaderamente de récord, la realidad es que a una semana escasa del cierre del mercado, una absoluta confusión reina y domina la actualidad por más que la prensa laportista intente encajarla en un argumentario más que surrealista y con la peregrina intención de proyectar un relato coherente.
Lo cierto es que sus titulares del viernes pasado en la previa del segundo partido de Liga -con las inscripciones de la plantilla que quiere Hansi Flick aún pendientes de encajar fichas realmente menores- coincidían en destacar que Laporta lo tiene muy difícil para cerrar el mercado dentro de la regla 1:1 por la sencilla razón, según estas mismas fuentes próximas a la directiva, de que el auditor, Crowe, no le ha validado los asientos VIP de última generación, los que se inventó el presidente para intentar la pirueta de Olmo en enero pasado, con la pretensión de otorgarse 100 millones de ingresos netos en el actual ejercicio.
Dando por veraz esta información no desmentida desde el club, la primera conclusión es que Laporta –nada nuevo bajo el sol– dijo una mentira histórica al Senado Blaugrana y también a los socios cuando, con traición y premeditación, aseguró que «ya estamos operando con la regla 1:1». Ya entonces, Laporta conocía de sobras el criterio del auditor, coincidente con el de LaLiga, en el sentido de que los 100 millones de la operación no se pueden incluir contablemente en un único ejercicio al tratarse de una cesión de la explotación de un activo por 30 años.
Debe, por tanto, diferirse por este periodo de tiempo. Tan bien lo sabía Laporta que la junta ya hace semanas que se prepara para lo peor a base de salidas, ventas, cesiones y rescisiones de contrato por casi 70 millones, de los que sólo ha podido utilizar un porcentaje máximo del 50% para mejorar su fair play. Es por la misma razón que sin la baja médica de Ter Stegen no habría sido posible la inscripción de Joan Garcia, y que Marcus Rashford, de coste mucho más bajo al llegar cedido, tampoco habría entrado sin el aval previo de 7 millones.
Esto último, ante el bloqueo de cualquier operación por la morosidad del Barça de Laporta con LaLiga por haber gastado por encima de los ingresos de la «plantilla no inscribible», como ha explicado el club, debido a desviaciones de gastos del primer equipo sobre todo.
El socio, lógicamente, se siente desorientado y perdido –otra cosa es que le preocupe de verdad– porque hace meses que lee que el 1:1 está muy cerca, que sólo era cuestión de días, de esperar que Limak los colocara en el Camp Nou, luego en el Johan Cruyff para el Gamper –extraordinario y cómico papelón– y finalmente los homologara en Montjuïc si este vuelve a ser el destino del primer equipo.
El gran enredo mental de cualquier socio o seguidora proviene de esa condicionalidad que el 1:1 prometido debía guardar con el informe del auditor, al que se le atribuyó –parece que sólo mediáticamente para no empeorar las cosas– la luz verde a los 100 millones una vez que el Spotify Camp Nou estuviera operativo. Otro descalabro laportista que también ahora se le ha girado en contra porque Limak ni siquiera ha sido capaz de acabar como es debido una zona para 26.000 espectadores.
Este totum revolutum, ahora destapado, era otro gran truco o trampa de carácter financiero made in Laporta para intentar pasar un verano relativamente feliz y tranquilo, consciente de que, contra el descubrimiento decepcionante y patético de su gestión, no dispondría del antídoto de los goles del primer equipo.
Ahora que Lamine Yamal y compañía vuelven a la carga, aquel castillo de cartas se ha hundido para vergüenza de un barcelonismo que, atónito, empieza a no entender un tercer año en el exilio, un cuarto sin fair play financiero y una peligrosa política de aumento y diferimiento de los salarios para apretar engañosamente el margen salarial (Koundé ha sido el último y Frenkie de Jong será el siguiente), de manera que la precariedad y el empobrecimiento no hacen más que aumentar.
Sin hablar de la catástrofe que supone no reabrir el Spotify desde el punto de vista económico y de quién sabe qué impacto tendrá en las cuentas que no entren los 100 millones de los asientos VIP. Otra palanca fantasma de Laporta. La obligación de presentar un aval de 7 millones para seguir respirando es una muy mala señal a falta de conocer el resultado económico del ejercicio, que ya pinta ruinoso y fatal, como cada año.