El pasado martes día 19, la heladería Dellaostia situada en el barrio de Gràcia, en Barcelona, fue vandalizada después de que Guillem Roma, consejero de distrito de ERC, denunciara en la red social X que su compañera había sido maltratada verbalmente por dirigirse en catalán a la trabajadora que la atendía. Esta denuncia tuvo un impacto notable en la red y aparecieron críticas a la tienda y sus amos, algunas de ellas reclamando una acción de fuerza.
«Este local es nuestro enemigo. ¡Hasta que se cierre!», escribió el ex diputado de la CUP Antonio Baños. David Casas, concejal de la CUP-Alternativa per Llagostera, fue más concreto: «Ante las agresiones lingüísticas que leemos cada dos por tres, no bastan las quejas pertinentes, reservas, etc. Para hacerse respetar hay que responder físicamente. Vamos, que no cuesta tanto». Algunos usuarios fueron más allá y sugirieron que se incendiara la heladería, cuyos dueños son argentinos.
Al día siguiente de la denuncia de Roma y los llamamientos a la acción, las persianas y los tres portales de la tienda aparecieron con pintadas de «fascistas de mierda»y numerosas pegatinas con el texto «Este local no respeta el catalán». También había alguna pegatina contra el turismo. Dos de estos portales tienen el rótulo en catalán y un texto extenso en esa lengua donde se lee: «Para elaborar nuestros helados utilizamos ingredientes 100% naturales de la más alta calidad, pero sobre todo añadimos mucho pasión. El resultado es un helado sano y natural, ideal para disfrutarlo todo el año. Un día sin helado es un día perdido».
«El ataque a los negocios siempre ha sido cosa de fascistas»
La vandalización del acceso a la heladería provocó la denuncia de dirigentes del PP y la exigencia de que el ayuntamiento tomara medidas contra los responsables de la acción. La respuesta municipal fue que «el derecho a ser atendido en catalán es irrenunciable y que los negocios deben respetar la ley».
El recurso al vandalismo ha provocado una nueva división en el mundo independentista. Mientras unos independentistas aplaudían la acción contra la heladería, otros, como Toni Soler, propietario de la productora audiovisual Minoria Absoluta, la consideraban desacertada. Soler, vinculado a ERC, partido del consejero de distrito que denunció discriminación lingüista, escribió en X: «Tenéis razón los que decís que la gamberrada de la heladería no se puede tachar de «ataque» o «violencia». Aun así cuestiono estos actos, que a menudo generan victimismo y enrocamiento. Mantener el catalán y no consumir donde no se le respeta sigue siendo la opción más radical y efectiva». Algunos usuarios le dieron la razón. El librero Ángel Font consideró que «El ataque a los negocios siempre ha sido cosa de fascistas sin conciencia de clase. ¿Qué culpa tienen los hijos y los trabajadores?».
«Hay que enseñar las garras, como en Flandes o Quebec»
En cambio, Joan Galve escribió: «Yo soy de la opinión de que lo que hasta ahora hemos hecho, mantener el catalán y no consumir donde no se nos respeta, no es efectivo. No le causa ningún perjuicio a quien no nos respeta y fomenta la creación de guetos: espacios donde el catalán no es respetado, y en nuestra casa. ¿Probamos algo diferente?». En la misma línea, @catalliures considera que «si vamos de blandos por el mundo nadie nos respetará porque verán debilidad. Hay que enseñar las garras, como en Flandes o Quebec».
El mundo independentista se debate, pues, entre enseñar las garras como quiere este usuario o mantener el catalán y no consumir allí donde no se le respeta como propone el empresario Toni Soler.