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Catalanofobia y castellanofobia

Siscu Baiges

Periodista de Solidaritat i Comunicació - SICOM, activista, cabrejat amb les injustícies
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El Diccionario de la Lengua Catalana del Institut d’Estudis Catalans define ‘fobia’ como «aversión apasionada, angustiosa y obsesiva, generalmente de carácter patológico». Estamos acostumbrados a la expresión ‘islamofobia’ para referirse a esta aversión hacia los practicantes de la religión musulmana. Desde que los independentistas consideraron que tenían que recurrir a la defensa de la lengua catalana como herramienta principal de su causa nos hemos acostumbrado a que se hable de ‘catalanofobia’ en los medios de comunicación de su cuerda y, claro está, en las redes sociales abducidas por el fanatismo. De ‘castellanofobia’ oímos a hablar menos, pero es evidente que existe y que está presente, incluso y por desgracia, en medios de comunicación públicos como TV3 y Catalunya Ràdio.

Del enfrentamiento entre dos fobias no puede salir nada bueno. El último ejemplo lo tenemos en el contencioso que se ha vivido en la heladería Dellaostia del barrio de Gràcia, en Barcelona. Una mujer pidió un helado de maduixa y un dependiente le dijo que no la entendía. La mujer no se lo quiso pedir en castellano y el amo de la heladería le dijo que estaban en España y que el castellano es el idioma oficial en todo el país. La mujer se fue cabreaada, sin helado de fresa y llamando «imbécil» al propietario. El compañero de la señora, Guillem Roma, consejero de ERC en el distrito de Gràcia, subió inmediatamente este mensaje a la red X: «Hoy mi pareja ha sufrido un caso de discriminación lingüística en plena Fiesta Mayor de Gràcia por hablar en catalán a un trabajador de la heladería ubicada en la calle Torrent de l’Olla 128-124 que se llama ‘Helados Dellaostia'». Por la noche, el local fue atacado, su fachada y el suelo del acceso sufrió pintadas insultantes -«Feixistes de merda«- y pusieron un montón de pegatinas donde se leía «Aquest local no respecta el català«. Roma declaró después, en RAC1, que él no habría hecho ese vandalismo que calificó como «sólo son unos adhesivos». ¿Qué esperaba después de poner en la red la dirección del local en el mensaje donde denunció su «catalanofobia»?

Y, a partir de ahí, saltaron los castellanófobos y los catalanófobos a cruzarse insultos y amenazas. Los unos invitando al propietario, un argentino que abrió la heladería hace tres años, a marcharse de Cataluña. Los otros acusando a los denunciantes de comportarse como los nazis con los judíos en la Alemania de los años previos a la segunda guerra mundial, cuando también vandalizaban sus locales.

La compañera de Roma tenía razón. La ley obliga a los dependientes de los comercios de Cataluña a atender a los clientes en catalán. Pero perdió la razón y los nervios cuando insultó al propietario.

Y es que «las aversiones apasionadas, angustiosas y obsesivas» son «generalmente de carácter patológico» y hay que tratarlas con sabiduría, mano izquierda y buena voluntad.

Dice el humorista de TV3 Òscar Andreu en su monólogo castellanófobo «Crida als ocells de colors llampants» que las lenguas nunca se imponen con simpatía. Con insultos, menos. Toda esta discusión no habría existido si la mujer afectada le hubiera explicado al amo de la heladería que ‘maduixa‘ en catalán es ‘fresa’ en castellano. Y seguro que la próxima vez la habría entendido. Y se habría ahorrado el grito de ‘imbécil’ que le dedicó y que el argentino entendió perfectamente.

Y un recordatorio para ambos: los niños y niñas de Gaza no tienen helados, ni de maduixa ni de fresa, ni de nada. Se mueren de hambre porque algunos imbéciles quieren que así sea.

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