Porque la irrupción de Aliança Catalana ha girado la política local y ha obligado a Junts a arriesgarse con una apuesta inesperada. La elección de Ferran Raigón, estudiante de ciencias políticas y de solo 22 años, no es casualidad: la dirección nacional quiere presentarlo como la cara joven y regeneradora capaz de contrarrestar el relato agresivo e identitario de Sílvia Orriols. El mensaje es claro: ante el populismo y el ruido, una alternativa tranquila y preparada. El lema que ya se ha empezado a dejar caer —»Más Ripoll, menos ruido»— es toda una declaración de intenciones.
Ahora bien, la decisión no ha estado exenta de polémica dentro del mismo partido. En Ripoll, algunos sectores de Junts consideran que enviar un perfil tan joven es condenarlo a una lucha desigual contra una alcaldesa que juega con ventaja mediática y con una base electoral fidelizada por el discurso xenófobo. Otros, en cambio, defienden que solo un rostro nuevo puede transmitir ilusión a un electorado cansado de los políticos de siempre y recuperar terreno entre los jóvenes, un segmento donde Orriols empieza a arraigar con fuerza.
El movimiento se entiende también en clave nacional: Ripoll es el epicentro del ascenso de Aliança Catalana, y la dirección de Junts sabe que si deja crecer a Orriols sin oposición sólida, el fenómeno se puede extender a otros municipios del interior y erosionar aún más su espacio electoral. Por ello, Raigón llega rodeado de apoyo explícito de figuras del partido y con la promesa de que tendrá recursos para hacer campaña, algo que en otras épocas se ha escatimado en municipios pequeños.
El reto es mayúsculo: plantar cara a una alcaldesa que ha convertido la islamofobia en bandera política y que, con un discurso de «defensa del pueblo» contra «las élites barcelonesas», ha sabido conectar con una parte del voto independentista desencantado. Junts sabe que en Ripoll se juega más que una alcaldía: se juega demostrar que la extrema derecha catalana no es invencible. Si la apuesta de Raigón fracasa, el mensaje será devastador para el partido de Jordi Turull y Carles Puigdemont. Pero si consigue consolidarse como alternativa, Ripoll puede convertirse en el laboratorio donde se empiece a frenar el avance de Orriols.