Trump topa con el mundo real en Alaska

Bluesky

Trump estuvo en Alaska soñando con recoger el premio Nobel este diciembre. Había hecho todos los deberes. Había apartado a Zelenski de cualquier decisión sobre su propio país tras obligarlo a firmar a un acuerdo que ponía en manos de Estados Unidos sus recursos naturales. También había dejado fuera y en ridículo a una Europa cobarde, que aceptó sus aranceles sin ofrecer ninguna resistencia pensando que así satisfaría el hambre de un abusador que, a los pocos días, ya le estaba exigiendo un regalo de 600.000 millones de euros en inversiones si no querían ver cuanto más que se duplicaban los aranceles acordados y que había aceptado aumentar su gasto militar para alimentar a la industria militar norteamericana. Incluso había conseguido que fueran los propios europeos los que apagaran las voces discrepantes y las apartaran de los contactos de cortesía previos a su reunión con Putin. Pedro Sánchez no fue invitado, y tampoco la primera ministra danesa, Mette Fredericksen, poco proclive a vender Groenlandia a los americanos.

Algo, sin embargo, falló. Probablemente Trump pensó que se reunía con otro abusador y no se dio cuenta de que trataba con un mafioso que no se conformaba con el reparto de los minerales y las tierras raras que aloja el subsuelo ucraniano, que su intención, a la larga, es rehacer no la URSS, sino el imperio ruso del que Alaska fue parte.

Y así es como las cosas se torcieron de pronto. La reunión previa entre ambos presidentes en solitario no se produjo. Las negociaciones que debían durar entre seis y siete horas, según el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, acabaron en menos de tres. El formato del encuentro debía ser, según el asesor de política exterior de Putin, Yuri Uixakov, en un formato de cinco personas por cada lado, al final solo fueron tres y tres: el presidente ruso, su ministro de exteriores, Serguei Lavrov, y Uixakov por parte rusa, y Trump, el Secretario de Estado Marco Rubio y Steven Witkoff, asesor en asuntos exteriores de Trump e inversor inmobiliario.

La reunión murió en el mismo momento en que la delegación rusa anunció que no aceptaba un alto en fuego previo a la negociación de un acuerdo de paz en Ucrania tal y como llevaba exigiendo Trump desde el mes de marzo. En Rusia las cosas le van bien en el frente, donde sus fuerzas avanzan lenta, pero inexorablemente en el Donbás. Su interés en congelar el conflicto es cero.

A su regreso a Moscú, Putin mantuvo una reunión con altos funcionarios del Kremlin donde valoró positivamente la reunión porque «fue una oportunidad de hablar de las causas de esta crisis y trabajar para eliminarlas como base de una futura solución».

Mientras tanto, el presidente de Estados Unidos compraba el argumento ruso y anunciaba en su red social Truth que «hemos llegado a la conclusión de que la mejor manera de poner fin a la terrible guerra entre Rusia y Ucrania es avanzar hacia un acuerdo de paz que ponga fin a la guerra y no un alto el fuego convencional que, a menudo, no se respeta». Se abría de esta manera la puerta a cesiones territoriales inaceptables para una población ucraniana que ha pagado con demasiadas vidas la integridad de su país. Se rompía la promesa hecha a los gobiernos europeos y al propio Zelenski de convertir la integridad territorial de Ucrania en una línea roja totalmente irrenunciable. Ya no viene de una deslealtad más de la administración americana hacia una Europa que ya sabe que bajará la cabeza obediente. Trump ya ha empezado a presionar al presidente ucraniano para que acepte una cesión territorial lo suficientemente satisfactoria para Moscú para firmar un tratado de paz. Moscú ha anunciado que quiere, como mínimo, anexionarse Crimea y todo el Donbás, incluso aquellas zonas que no ha conquistado.

En Alaska empieza a definirse un mundo donde se bendice la figura de un personaje siniestro como Putin, se considera la guerra como instrumento de negociación política entre estados y se avecina un nuevo orden mundial sometido a las veleidades, los acuerdos y los desacuerdos de los países que poseen armamento atómico. Las atrocidades de Israel en Gaza son un ejemplo de ello.

Pero que no se obtuvieran resultados significativos respecto a una tregua, ni que fuera sobre los ataques aéreos contra la población civil, ni al levantamiento de las sanciones económicas contra Rusia, no significa que no haya habido ningún tipo de avenencia. El día antes de que Trump lo legitimara ante el mundo en Alaska, el presidente ruso firmó un decreto que permitía a la principal petrolera norteamericana, Exxon Mobile, recuperar su participación en el proyecto Sakhalin-1, que le había sido incautada como respuesta a las sanciones que le fueron aplicadas en los primeros momentos de la invasión de Ucrania.

Se entreabre de pronto una puerta al regreso de las inversiones de Estados Unidos a Rusia.

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