Aunque la prensa entusiasta, servil y entregada al laportismo ha hecho un seguimiento al segundo de la recta final de las inscripciones de Joan Garcia y Marcus Rashford como un esprint victorioso de la presidencia antes del estreno de la Liga en Son Moix, ha sido un calvario agónico y espinoso y es, en realidad, la muestra más visible y evidente de la penuria y precariedad en la que se encuentra el FC Barcelona.
Para que Joan Garcia pudiera disponer de dorsal en el primer partido de la Liga 2025-26, Laporta sólo pudo recurrir desesperadamente a la lesión de Marc-André ter Stegen para aprovechar un porcentaje de su salario, y no tuvo suficiente tampoco con la presentación urgente de un aval de 7 millones para resolver la falta crónica de fair play para fichar y poder tramitar el alta de Rashford.
Dicho de otra manera, al inicio de la competición, el presidente Joan Laporta no había podido solucionar el drama de las inscripciones que arrastra desde 2022, a veces con palancas ficticias, ilusorias y al límite del fraude contable; otras con avales personales de la junta e incluso con la ayuda de la Moncloa y de Florentino Pérez para que Dani Olmo tuviera licencia el año pasado bajo un estatus político sospechoso completamente al margen de la normativa de control económico de LaLiga.
El caso de la nueva negligencia laportista, a diferencia del resto de equipos, resulta llamativamente patético, ya que según la prensa especializada, que ha analizado de manera minuciosa la situación, el FC Barcelona ha liberado una cantidad considerable para el fair play financiero de LaLiga este verano gracias a las operaciones de traspaso, cesión y bajas de jugadores, incluyendo la última operación de Francisco Trincão.
La mejor noticia reciente fue el ingreso de 11 millones de euros por la venta del 50% restante de los derechos federativos de Trincão al Sporting CP, lo que ha sido considerado como ingreso extraordinario para liberar margen de fair play y acercar al club a la norma 1:1 -a pesar de no haberlo conseguido- para poder inscribir fichajes. Además, otras ventas y cesiones anteriores, como las salidas de Ansu Fati (cedido al Mónaco), Clément Lenglet (traspasado al Atlético de Madrid), Pau Víctor (al Braga), y Pablo Torre (al Mallorca), han generado entre todas aproximadamente 30 millones de euros en margen salarial de plantilla y operaciones, cifra mencionada por medios especializados.
Otros movimientos relevantes incluyen la reducción significativa de la masa salarial por la marcha de Iñigo Martínez al Al-Nassr (14 millones por salario), aunque los ahorros totales por salidas este verano superan los 70 millones si se suma el efecto combinado de traspasos, cesiones y bajas de futbolistas que, como Nico González y otros, han ido dejando beneficios netos que han impactado favorablemente en el registro del fair play financiero azulgrana.
Sin embargo, con esos 70 millones netos, de los que se aprovecha aproximadamente un 60% porque Laporta hace años que está fuera de la norma 1:1, a la hora de la verdad no podía obtener la licencia de Joan Garcia ni la de Rashford, ni mucho menos de los que se han quedado la primera jornada sin dorsal como Szczesny, Gerard Martín y Roony Bardghji.
En el punto álgido de la desesperación, el jueves pasado saltó la inesperada noticia de que el Sporting portugués había comprado por 11 millones el 50% de los derechos que el Barça aún mantenía sobre Trincão en respuesta al S.O.S. enviado por Laporta a su amigo Jorge Mendes, representante, entre otros, de Ansu Fati, Balde o Lamine Yamal y, por descontado, también de Trincão. La operación es insólita y ciertamente poco rentable para el Barça, que ha adelantado el beneficio del más que probable traspaso de Trincão a la Premier por cerca de 40 millones, la mitad de los cuales habría ido a parar a la tesorería del Barça si no se hubieran precipitado los acontecimientos por la necesidad de Laporta de llegar al sábado con al menos el margen salarial suficiente para inscribir a Rashford, ya que Joan Garcia entraba por la vía médica de Ter Stegen.
Los 70 millones de ahorro por ventas, salidas y cesiones diversas, más los 11 millones finales facilitados por Jorge Mendes y el aval personal de la junta de 7 millones, a Laporta sólo le han servido para el dorsal de Rashford, por el que no hay traspaso, ya que se trata de una cesión por un año.
La reacción de Laporta de pedir, desde el exceso de soberbia y con un punto de hacha, «que se calmen» a quienes consideran que su gestión es chapucera y patética revela hasta qué punto se siente triunfador por haber inscrito a dos fichajes de la manera más miserable y ridícula para un club que, según él mismo, presentará un presupuesto de 1.000 millones la próxima temporada.
La conclusión es que sin el favor de última hora de Jorge Mendes, que seguro que lo cobrará corregido y aumentado en cualquier momento, Laporta no habría podido inscribir a Rashford. Más allá de que a Szczesny, Gerard Martín y Roony Bardghji se les ha quedado cara de tontos, no hay motivos aparentes para felicitar a la presidencia ni para que Laporta salga a presumir de su gestión por más que la prensa exalte, estúpidamente, la reiterada falta de fair play para fichar desde hace tres años.