Es una pregunta que quizás acaba de volver a la cabeza de los lectores de este artículo, de vez en cuando conscientes de cómo no pensaban en él desde hacía tiempo. Es lo que causa una demencial velocidad informativa, donde algunas historias quedan bien arrinconadas de manera misteriosa, como por ejemplo la ausencia de responsables y compensaciones por el gran apagón del 28 de abril de este año.
Mientras tanto nuestros gobernantes toman decisiones fundamentales para nuestras vidas, como por ejemplo organizar una cena de cocina catalana en China o ir a Paris para hacerse una foto en el pódium del Tour. Una de las desgracias de la actual Cataluña es tener como líderes de la Casa Grande y la Generalitat a dos personas que se desentienden de gobernar mientras no paran de hacer campañas publicitarias con muchos buenos propósitos de imagen, inútiles para arreglar nuestra existencia.
Eso no pasa siquiera en nuestra casa. En Madrid, sin ir más lejos, se desmonta la idea de servicio público en los medios de comunicación, quizá porque han visto como «La Nostra» se perpetra desde hace tiempo sin que nadie proteste mucho. Al fin y al cabo todo sigue igual en este sentido, con o sin procés.
Sin ir más lejos, el último lunes de julio, la telenovelas solo ha hablado de un nuevo paro total de Cercanías media hora después de empezar, pues debe ser que no es relevante para las personas. No debe serlo cuando estudios de la Universidad Rovira i Virgili demuestran que el caos en los trenes, nada grave cuando se tiene que ampliar el aeropuerto, causa estrés y problemas de salud mental a los viajeros, muchos de ellos con miedo de perder el trabajo por culpa de cómo lo público es olvidado, cuando debería ser fundamental para los que mandan, más concernidos al llegar a acuerdos con sus rivales partidistas, como es el caso de Laura Borràs.
De lo contrario no se puede comprender cómo la reina de la simpática extrema derecha catalana, la misma que oculta su logotipo en la sede del pasaje Bofill como si fueran una banda de delincuentes, es bien libre y tiene los santos nazarenos de plantarse en la puerta del MNAC por el tema de los preciados frescos de Sixena.
Ella sale en la foto y muchos ciudadanos sufren persecuciones arbitrarias de Hacienda, intocable mientras se destapa el escándalo de Montoro y sus socios. Llueve, nos mojamos y es como si nos diera igual.
La antigua presidenta del Parlamento fue condenada a más de cuatro años de prisión en marzo de 2023. Dos años después, junio de 2025, la Fiscalía corroboró la necesidad de cumplimiento de la pena, pero ya lo vemos, ella luce bien tranquila junto a viejas glorias de la patria como Lluís Llach, presidente de la moribunda ANC.
No pasa ni pasará nada. El capitalismo ha triunfado a la hora de sedar a la ciudadanía. Podrían existir las condiciones objetivas para un trasiego histórico, pero estamos en el año 2025 y las personas se preocupan por llegar a fin de mes y sobrevivir al desastre desde su individualidad. El espíritu reivindicativo, que es una característica inherente en cualquier Democracia digna de este nombre, se perdió en algún tramo impreciso del camino y por ahora no parece que quiera volver, ya que ha sido domesticado con grandes maniobras de escapismo.
Conviene decir las cosas por su nombre desde la pura coherencia de un periodismo ciudadano. Los trenes no funcionan, los corruptos que convienen no van a prisión y los prohombres viajan sin poner ningún pie en la calle. Eso sí, el Barça tiene a Lamine y Aitana ha sido elegida mejor jugadora de la Euro femenina. No hace falta más.









