Laporta abraza la corrupción del Congo para sus juegos del hambre del ‘fair play’ financiero

Justificadas y duras críticas al presidente del Barça por aceptar dinero de un régimen tirano, explotador y represivo con uno de los peores índices de corrupción política a la misma altura que Azerbaiyán o Uzbekistán

Joan Laporta - Foto: FC Barcelona

La directiva de Joan Laporta está recibiendo duras críticas por el acuerdo de patrocinio con el Gobierno de la República Democrática del Congo (RDC) por razones que son de dominio público y bastante comprensibles, pues la RDC es uno de los países con peores índices de corrupción (puesto 163 de 180 en el ranking de Transparency International), enfrentado a graves crisis sociales y humanitarias de difícil solución debido a la debilidad y poco interés de sus instituciones. Diversos activistas y sectores sociales, tanto en el propio Congo como internacionalmente, consideran inmoral y desproporcionado destinar más de 40 millones de euros al patrocinio de un club europeo cuando el país sufre carencias extremas, infraestructuras precarias y crisis internas graves.

En el ámbito social y de la convivencia, ha habido protestas en Kinsasa encabezadas por movimientos como Lucha, que reclaman priorizar el desarrollo local con el dinero público antes que patrocinar a equipos extranjeros, especialmente cuando la liga de fútbol nacional congoleña está en una situación precaria.

Además de la situación general del país, delicada y tormentosa, parte de las críticas también se deben al historial controvertido del ministro congoleño Didier Budimbu, principal interlocutor del acuerdo, acusado de corrupción y otros delitos graves en el pasado. Eso genera dudas sobre la integridad del proceso y acentúa el malestar entre los barcelonistas y la poca prensa que alerta de este choque entre los valores del club y de la propia Fundación Barça con un acuerdo que los desafía y que, de nuevo, atropella cualquier sentido ético de la actual junta de Laporta.

Fue Joan Laporta quien arrancó su campaña electoral de 2015 con un discurso que precisamente atacaba a Sandro Rosell y a Josep Maria Bartomeu por lo que consideraba negocios opacos y bajo la estela de gobiernos no democráticos, totalitarios y hasta sanguinarios. Laporta, para dejar muy clara su estrategia, fue quien afirmó: «Hay que escoger entre Qatar y corruptos o entre Unicef y limpios».

De poco le sirvió esta especie de eslogan en unas elecciones marcadas por el segundo triplete de la historia del Barça, firmado por el tridente Messi-Suárez-Neymar.

Diez años más tarde, tras ganar las elecciones en 2021 y aposentado ahora en las buenas sensaciones y perspectivas de la herencia de la Masía de Bartomeu, que ha dado otra generación de oro al club, Laporta es quien se ha retratado con esos mismos parámetros y actuaciones que le habían servido de artillería contra las anteriores directivas.

Lo que hizo Laporta, al poco de regresar al palco en esta segunda presidencia, fue echar a Unicef -como a Messi- de una patada y en menos de tres años abrazar con entusiasmo, cercanía e implicación directa los países más ricos de Oriente Medio como Catar, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí sin ningún problema. Es más: su elección ha sido Catar -tan criminalizado antes-, también Emiratos Árabes, y, por las trazas de según qué aspectos de su gestión -como los avales y su mantenimiento-, las comisiones a Darren Dein, los negocios extraños alrededor de las Barça Academy, los acuerdos asamblearios del Espai Barça y ahora el patrocinio del Congo. Tejemanejes algo turbios, sobre todo por falta de información al socio.

El malestar y las críticas a la directiva de Laporta por el acuerdo con la RDC se concentran en el origen y las formas del dinero, la falta de responsabilidad social inherente al acuerdo, la incoherencia con los valores históricos del club y la opacidad de la negociación en un contexto de grave crisis institucional tanto en el Barça como en el país africano.

El caso es que si hay que regirse por los índices internacionales de corrupción, Laporta ha hermanado al Barça con uno de los países más corruptos del mundo, el 163º de 180, según Índice de Percepción de la Corrupción 2024 de Transparency International, en el que Azerbaiyán (donde Laporta ha promovido una Barça Academy) es el 154º y Uzbekistán, antiguo campo de operaciones del presidente del Barça, el 121º, mientras que Catar, tan denostado cuando Rosell firmó el primer patrocinio, ocupa el puesto 38º, mejor cualificado que España, 46ª de este ranking.

Laporta quiere justificar este acuerdo que tanto afea la imagen del Barça alegando la necesidad urgente de ingresos para cumplir las exigencias del fair play financiero de LaLiga y poder inscribir jugadores. En definitiva, entre Unicef y corrupción, Laporta no ha dudado en apostar por no ofrecer a los socios ningún dato sobre el volumen de la contraprestación por blanquear un régimen político tirano, explotador y represivo.

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