“Ya nos harán hacer el pino con la lengua porque ya no sé qué más les queda ahora por pedirnos”, esta frase dicha en tono burlón resume el absoluto desprecio y pasotismo de Joan Laporta respecto de los controles financieros, económicos y patrimoniales que su propio auditor, Crowe, LaLiga y la UEFA le están imponiendo en el cierre del ejercicio 2024-25.
Así se expresó el presidente azulgrana en la amable y blandita entrevista concedida a Mundo Deportivo para intentar girar el sesgo de una opinión pública barcelonista algo mosqueada con los últimos acontecimientos como la convulsión previa a la gira por Japón y Corea después de la marcha atrás del Gamper y la certeza indiscutible de que hará falta otra de esas maniobras made in Laporta, dentro o al margen de la ley, para inscribir a los porteros que para Hansi Flick son los titulares.
Destaca sobre todo el desafío que finalmente Laporta está dispuesto a plantear a su propio auditor. El presidente no oculta su malestar por el criterio de Crowe sobre la exigencia de aplicar un mayor rigor, que él atribuye a la presión mediática, pues asegura que ya se han cumplido muchas de las condiciones planteadas, como el ingreso de 100 millones de euros por la cesión de la explotación de los asientos VIP del Spotify Camp Nou, dinero que LaLiga exigía para acceder a la regla 1:1. Laporta considera “muy discutible” la actitud de los auditores. Por más que dice respetarla y acatarla argumenta que estas trabas son obstáculos formales a pesar de la magnitud del club y sus ingresos que, por elevación, sitúa en 1.000 millones exageradamente. Que se sepa el Barça facturará 950 millones en el ejercicio semicerrado y presupuestará algo más de 1.000 para el 2025-26 siempre y cuando no se vea obligado a seguir en MontjuIc.
Casi un mes después del teórico cierre a 30 de junio y dos después de haber dicho falsamente que el Barça está en la regla 1:1 Laporta recalcó que el club está trabajando para cumplir con los requisitos necesarios y así poder inscribir jugadores con normalidad. Explicó que es necesario seguir reduciendo la masa salarial y concretar ciertas operaciones financieras. Subrayó que todo está encaminado, pero que aún falta resolver algunos aspectos técnicos que dependen de la interpretación de las normativas de control económico de LaLiga.
Respecto a los restantes organismos de control económico y financiero, Laporta considera que las normas (por ejemplo, de LaLiga) y los requisitos que imponen a clubs como el Barça “son impedimentos que a veces no tienen mucho sentido”. Reconoce la importancia de las cautelas, pero también critica que, en ocasiones, las exigencias resultan excesivas para una entidad de su tamaño, y recalca la solidez y el crecimiento económico que la institución está experimentando, eso sí siempre según su visión de los resultados económicos.
Laporta, claro está, se queda solamente con lo que él quiere ver y creerse, como que el Barça ha dado resultados positivos en los veranos de 2022 y 2023 gracias a 1.100 millones en palancas y que se cumplen los parámetros que marca LaLiga en cuanto a masa salarial, en este caso concreto porque es LaLiga el organismo que los impone el control del gasto a rajatabla y Laporta quien se los salta, siempre excedido y permanentemente lejos de la regla 1:1.
Y no quiere ver ni aceptar que el año pasado ya debió deteriorar 145 millones de Barça Studios, que siguen pendientes de registrar 208 millones de pérdidas por la misma palanca y que han aparecido otros 157,5 millones de una falsa plusvalía de la venta de los derechos de tv de la Liga que ya hacen cola para ser descontados en cualquier momento. En la entrevista no le preguntaron por estos temas ni tampoco sobre la provisión de la multa de la UEFA, de 60 millones, 15 millones de los cuales ya se han pagado, y 45 millones en riesgo serio de acabar siendo cobrados porque para evitarlo el Barça debe volver a fondos propios positivos en dos ejercicios, algo ciertamente difícil con las actuales perspectivas.
Otra cosa es que, como el año pasado, Laporta le explique a los socios en la asamblea un cuento distinto con final feliz, invitándoles a aprobar un balance con excepciones del auditor.
En definitiva, aunque Laporta denuncia una presión creciente de auditores y de los organismos reguladores y que considera exagerada parte de la supervisión, lo cierto es que sólo es víctima de su propia mala gestión tras haber intentado engañarlos absolutamente a todos, no sólo a la UEFA y a LaLiga, sino también a su auditor, a los socios y a la prensa porque de los 1.100 millones de las palancas sobre las que ha construido el relato de la recuperación económica del Barça resulta que algo más de 500 millones no fueron reales, sólo artificio contable imaginario, pufos y maniobras al límite o más allá del fraude.
Laporta simplemente está bajo la lupa de los organismos y vigilado porque con sus antecedentes nadie se fía de lo que hace ni mucho menos de lo que dice. Otra cosa es la versión que se crean los socios.










