Hemos optado por este título con reminiscencias jurídico-carcelarias por un doble motivo. Primero, porque el 22 de julio se han cumplido 50 años desde que el periodista fue encarcelado en la Modelo por el artículo publicado en el ‘Tele-Exprés’ unas semanas antes con el título ‘Vida erótica subterránea’, en el que afirmaba que tras la guerra civil algunos meublés eran regentados por viudas de militares, circunstancia que se consideró un ultraje al ejército. Y segundo, porque su condena en un consejo de guerra sumarísimo, sin garantías, provocó la primera huelga general de la prensa catalana (se adhirieron cinco de las ocho grandes cabeceras del país) y promovió la primera gran manifestación en España a favor de la libertad de expresión, dos hechos inéditos desde 1939.
La fecha de su detención es importante, pero desde una perspectiva histórica aquel hecho marca un antes y un después en la evolución de la prensa catalana, que exigía, como demostró Huertas en su amplia y diversa trayectoria profesional, disponer de un marco de libertades sólidas y estables en el mundo de la comunicación si de verdad queríamos avanzar en la consolidación de la democracia.
Que una entidad como la Asociación Catalana de Personas Ex Presas Políticas del Franquismo (ACPEPF), que en febrero de 2026 también hará 50 años de su creación, se haga eco no es extraño. Huertas Claveria, que fue miembro de la entidad desde el primer momento, fue un represaliado del franquismo y encarna uno de los propósitos esenciales de la entidad: el trabajo permanente para recordar de dónde venimos y un esfuerzo constante para recuperar la dignidad de las personas, sea cual sea su origen.
Si se nos permite, esta es la huella del Huertas periodista y del Huertas ciudadano comprometido con su entorno, con el Poblenou como campo base, siempre atento a los cambios sociales, dando voz a los barrios, a las personas que vivían en ellos, a sus necesidades, ejerciendo el periodismo social y de proximidad como el contrapeso indispensable en una sociedad que otorga a la prensa y a los medios de comunicación el papel de baluarte de la democracia.
Es difícil resumir el legado y el significado que tuvo aquel 22 de julio de 1975, unos meses antes de la muerte del dictador Franco, si no se incluye la perspectiva histórica que otorga sentido a una fecha en el calendario. Huertas fue un excelente periodista, sin miedo, comprometido, complejo en su forma de actuar, convirtiendo a las personas en los verdaderos protagonistas de una narrativa social que necesitaba relatores como él para descubrir de dónde venimos y qué somos. A través de sus escritos reivindica la memoria de los olvidados y recupera para la sociedad, huérfano en muchos momentos de referentes, el valor del trabajo constante para denunciar injusticias, carencias y para que afloren los miles de chispazos de integridad y de decencia que sobresalen en las calles enfangadas de un barrio periférico.
En cierto modo, el trabajo ingente de artículos, escritos, entrevistas y libros que forman el bagaje de su producción se resumen en una sola idea: es imprescindible recordar, dar voz, desenterrar las historias que intereses maléficos se empeñan en esconder, desvirtuando una realidad tan digna y a la vez tan incómoda a los intereses de los poderosos.
50 años y un día como el de aquel momento en el que una detención injusta y arbitraria sirvió para desencadenar un clamor favor de la libertad de expresión, a favor de la democracia, a favor de la memoria, rompiendo el silencio tan necesario antes y ahora a través del compromiso de centenares de personas que consideran que la memoria no puede desaparecer si de lo que se trata es de transformar el recuerdo en el fundamento indispensable de una sociedad más justa, más democrática, más igualitaria.
(Este artículo lo firma también el periodista Joan Barrera Riba)
