Con fecha 17 de julio, el Real Madrid ha informado a sus socios y aficionado del resultado económico del ejercicio 2024-25 con un beneficio de 24,3 millones, superior al del año anterior que fue de 15,6 millones. Igualmente, con unos ingresos récord para un club de fútbol de 1.185 millones, superando en 112 millones el mejor registro de su historia, también del año pasado. El FC Barcelona, según su presidente, Joan Laporta, alcanzará los 950 millones de ingresos en la previsión más optimista, lo que supone una brecha de 232 millones, en parte atribuible al efecto Montjuïc calculado en 100 millones menos de explotación del estadio a pesar de que, también por filtraciones de la cúpula presidencial, las taquillas en el exilio habían alcanzado registros extraordinarios. La diferencia, en cualquier caso, sería de unos 130 millones entre la gestión de Florentino Pérez y al de Joan Laporta.
En contraste con la normalidad, la transparencia y la celeridad habitual con la que el Real Madrid ha despachado este trámite del avance de los resultados, este verano diecisiete días después del 30 de junio, la administración de Laporta ya se ha apresurado a aclarar que sus cuentas finales aún están por hacer y que, por poco que pueda, apurará hasta poco antes de la asamblea de octubre para descubrrilos.
El motivo es que Laporta ya se ha acostumbrado a no cerrar las cuentas cuando toca, el 30 de junio, por la sencilla razón de ni le gustan esos resultados ni está dispuesto, un año más, a exponer ante los socios el verdadero estado de ruina en que se encuentra el club, atrapado por las trampas y los trucos contables practicados desde 2022 con la tolerancia de LaLiga y del propio Gobierno de Pedro Sánchez por mucho que Laporta se quiera escudar en que existe una conspiración judeo-masónica nacional e internacional en su contra.
Laporta va tan pasado de vueltas -lo demuestra el hecho de que hace un mes anunció el regreso al Spotify y hoy parece no tener otra alternativa que volver a Montjuïc para el primer equipo- que necesita es margen de casi tres meses entre julio y septiembre para manipular las cuentas como ya viene haciendo desde hace tres temporadas, la última incluso presentando a los socios unas cuentas borrosas según el auditor con 208 millones de pérdidas reales escondidas debajo de la alfombra.
En realidad, no se sabe si en esos 950 millones que asegura haber ingresado figuran o no los 100 millones de los asientos VIP, un dato esencial porque si es así, como se supone, significafía una caída de la facturación ordinaria según el presupuesto aprobado, que fue de 893 millones. Las fuentes de la directiva, además, vienen admitiendo que si el auditor y LaLiga no le validan esos 100 millones en ningún caso podría alcanzar la regla 1:1 y ni, remotamente, poder inscribir a los nuevos fichajes y normalizar las mejoras de contrato de firmadas desde enero. Sería un desastre sin precedentes más allá de que, con independencia del actual suspense de esta operación, Laporta no ha concretado en sus parcas alusiones a la economía ante el Senat Blaugrana -última referencia conocida- si se confirma la previsión de 5 millones de beneficio. En aquel mensaje institucional Laporta sí afirmó, en cambio, estar ya en la regla 1:1, dando por hecho que, además de Joan García, “estamos a punto de cerrar un fichaje que nos hace a todos mucha ilusión”, refiriéndose al que parecía el inminente fichaje de Nico Williams.
También planea sobre el balance final de curso la amenaza de que “los gastos han subido” por el efecto de los títulos, de las variables y primas incluidas en los contratos de los futbolistas y de sus clubs de origen en según qué casos. Los gastos siguen siendo otro de los focos de preocupación y deterioro de la economía laportista a pesar del plan de tesorería suscrito con LaLiga. Laporta tampoco comentó nada más al respecto, proyectando la sensación de que el anunció de esos 950 millones de ingresos no era más que otro ardid propagandístico para generar otra falsa sensación de bonanza económica. Hace un año, cabe destacarlo, Laporta se hartó de proclamar a los cuatro vientos un beneficio ordinario de 12 millones todo el verano para acabar presentando ante los socios un alarmante déficit de 91 millones.
En este cierre que se volverá a eternizar hasta septiembre con Laporta intentando manosear y embaucar a su propio auditor, a LaLiga y a los socios, el otro gran caballo de batalla interno pasa por la interpretación que Crowe haga de los restos del deterioro de Barça Vision, estimados en 208 millones de pérdidas, y de los 157,5 millones del pufo escondido hasta ahora de una plusvalía inventada por Laporta en 2022 sobre la venta de los derechos de TV de la Liga.
Y aún sin entrar en las consecuencias que finalmente puedan acarrear estas catástrofes de la negligente y temeraria gestión de Laporta, la solidez del Real Madrid frente a los desequilibrios inevitables del Barça de Laporta es insultante, pues el club blanco acredita hoy una deuda neta de 11,7 millones frente a los 560 millones del año pasado -que el Barça no mejorará pase lo que pase- y un patrimonio neto de 598,3 millones positivos del club del Bernabéu contra los 94 millones negativos azulgrana y el más que seguro incremento de ese lastre que también afecta al fair play y sobre todo negativamente a esos deberes que Laporta debe cumplir para que la UEFA no le ejecute los 45 millones de la multa que, según todos los expertos, también debe provisionar en el cierre del ejercicio 2024-25.