La rebelión dentro de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) se ha consumado. Una parte importante de los secretarios nacionales de la organización han presentado su dimisión y han abandonado sus cargos por diferencias con el presidente de la entidad, Lluís Llach, y el sector oficialista, y así han hecho realidad sus amenazas. El conflicto interno entre las dos facciones está en el rojo vivo y en la entidad soberanista más emblemática se ha desatado una guerra sin cuartel.» El drama de la ANC es que muchos no reconocerán la veracidad ni la legitimidad de los resultados de la votación de los estatutos. La dirección ha hecho trampas en todos y cada uno de los pasos del proceso. Nadie mínimamente neutral ha participado en la verificación. Pérdida total de confianza», acusaba. Josep Costa, exvicepresidente del Parlament y líder «tapado» del sector crítico, tras la votación por el cambio de los estatutos y del reglamento interno.
Josep Costa, no obstante, no ha dejado su cargo, por más que ha prometido abandonar y no repetir mandato. De hecho, su crítica es solo la confirmación de su oposición a Lluís Llach y la deriva presidencialista de la ANC, donde el poder se concentra ahora en el secretariado permanente, es decir, en el círculo de confianza del líder. Costa se convierte, así, en el catalizador del descontento de un sector que desde hace meses conspira abiertamente para arrastrar a Llach y a sus acólitos hacia posicionamientos menos politizados y menos conniventes con los partidos.
El sector crítico tiene muy claro que la ANC está en manos de gente ajena a la organización. «Junts y Poble Liure son los partidos que controlan el secretariado. Carles Puigdemont ya se había servido de Poble Lliure para dar carta de naturaleza a una supuesta transversalidad del Consell de la República. Poble Lliure fue el único partido que aceptó entrar en la cúpula, si exceptuamos Demòcrates de Catalunya, un grupúsculo controlado por Toni Castellà que solo tenía la marca para dar lustre y simular diversidad ideológica».
Ahora, según afirman los críticos, «Puigdemont ha vuelto a hacer la jugada. Pactó con Poble Lliure repartirse el poder a la ANC. Él puso Lluís Llach i Poble Lliure, Julià de Jòdar. Desde fuera, da la sensación de transversalidad, pero los que saben de qué va el asunto solo ven que repite la jugada del Consell de la República, donde situó a Guillem Fuster como representante de Poble Lliure».
Uno de los más críticos es el empresario Jordi Roset, propietario de Petrolis Independients. «Ya sería la hostia que en Lluís Llach y en Julià de Jòdar se quedaran solos en la dirección de la Assemblea. Van por el camino. Son los representantes de JxCat y de Poble Lliure, respectivamente, en la entidad», acusa el empresario, que no tiene pelos en la lengua y se confiesa abiertamente de la facción crítica. Lluís Gibert, abogado e integrante de la plataforma Acció Cassandra, afirma: «Quieren transmitir transversalidad y ni ellos mismos desde dentro se la creen. En todo caso, Llach está haciendo el trabajo que le han encomendado».
Julià de Jòdar, no obstante, desmiente que sea de Poble Lliure. «No soy ni he sido nunca de Poble Lliure ni de la CUP: del independentismo de izquierdas, hace cincuenta años. Y no dirijo nada», ha replicado a Roset. Pero David Miñana, secretario hasta el 7 de julio, le refrendó por la cara su acta como diputado de la CUP desde el 26 de octubre de 2015 al 11 de enero de 2016.
En realidad, lo que ha hecho Llach ha sido una limpieza interna: arrinconar otros círculos políticos, como Solidaritat per la Independència, que habían conseguido controlar la estrategia de la ANC a través de Uriel Bertran, el hombre que tenía más influencia sobre Dolors Feliu, la antecesora de Llach. La cúpula de Solidaritat en pleno está dentro de la organización y suele desatar campañas internas en apoyo de sus intereses.
Curiosamente, Uriel Bertran es otro de los dirigentes críticos que se mantiene dentro del secretariado y no ha abandonado su puesto. «Esto es normal, porque el sector crítico todavía tiene una quincena de secretarios que están a su favor. Este grupo se quedará por trabajar desde dentro y marcar el sector oficialista, vigilar lo que hace Llach y, en la medida de lo posible, intentar que la organización no caiga en manos de Puigdemont».
Los críticos añaden también el colectivo Indesinenter a las hosts de Llach. Estos fueron los que pusieron contra las cuerdas a Dolors Feliu para que enterrara la lista cívica, porque molestaba a los partidos y podía restarles votos. Uno de sus integrantes es Jordi Pesarrodona, que ahora forma tándem con el propio Llach. Pero también figuran en este grupo, activistas como Jordi Alsina, Pep Cruanyes, Joan Matamala, Josep Pinyol, Blanca Serra, Elisenda Romeu, Martí Claret, Jordi Font, Carles Sastre, Joan Oliveras o Julià de Ramis.
La fractura creada por la salida de Josep Punga y de Mariana Muchnik (aunque las razones de esta última son diferentes) del secretariado a principios del mes de mayo fue un primer aviso de que en la ANC se gestaba una fractura. El 7 de julio oficializaban su salida 11 secretarios más, con Albert Llorenç al frente y, entre otros, David Miñana, Neus Alsina, Roser Campí, Àngels Digón y David Castillo.
La salida en estampida no fue organizada ni ordenada. Cada miembro del secretariado expuso en una carta particular sus motivos. La salida se hizo pública el 7 de julio, pero las dimisiones fueron goteando durante varias jornadas. Los críticos están dispuestos a trabajar paralelamente, pero no dejarán de conspirar contra la dirección oficialista. «No ha habido fractura violenta, porque la salida de los secretarios no fue una acción organizada para ser traumática. Pero las dimisiones deberían hacer pensar a la dirección si está haciendo bien las cosas, porque la imagen que se transmite es de falta de democracia interna, de intransigencia y de despotismo dentro de la organización», dice una fuente crítica de la ANC.
Guerra contra Dempeus
El sector contrario a Llach subraya que el control de la ANC «ha sido una operación dirigida desde determinados partidos políticos». Buena parte de los descontentos acabarán en las filas de Dempeus per la Independència, la plataforma presentada en el mes de junio que ha comenzado una campaña por el territorio para ganar adeptos. Según esta plataforma, «el movimiento se prepara para llevar a cabo una serie de presentaciones y debates en varias capitales de comarca para fijar las bases de un embrión de organización territorial. El objetivo es recorrer todo el país antes de la convocatoria de un congreso constituyente donde se reafirmará el proyecto de la candidatura y se elegirán las personas que cogerán el mando de la entidad».
Para los oficialistas, lo que hacen los críticos es aprovecharse de la ANC para adquirir relevancia política y poner en marcha su «partido». En su reunión del sábado 12 de julio, el secretariado nacional, al que ya no concurrieron los críticos dimisionarios, aprobó un punto que establece que se debe «recordar a los socios y socias, especialmente los que tienen responsabilidades en las asambleas de base, que es contraria a los estatutos y al reglamento interno la organización de actos a favor de una determinada opción electoral o formación política usando el nombre, el logotipo y los medios materiales y de comunicación de todos los socios». También prohibió utilizar los correos electrónicos oficiales para que los críticos puedan organizar actos de Dempeus, y alertó a los tesoreros para que no paguen gastos de actos de promoción «de una opción electoral o formación política».
También distribuyó a los socios un informe jurídico del 4 de julio en el que se recuerda, entre otras cosas, que los socios deben acatar las «directrices nacionales y líneas estratégicas de la ANC» y que los secretarios nacionales no pueden tener cargo público relevante u ocupar cargos orgánicos en ningún partido o asociación independentista relevante, y se detallan las sanciones. Con el informe y los acuerdos de la última reunión del secretariado nacional, el sector oficialista ha vetado, de hecho, la pertenencia a Dempeus y obliga a los críticos a elegir entre la nueva plataforma o la ANC.
Para los críticos, Llach no es solo un personaje con ansias de cabildo, sino un dirigente que ha cambiado la esencia de la Assemblea. «Cuando en una entidad se eligen cargos por obediencia a las consignas y no por valía, la ineficacia está garantizada. Eso también vale para los partidos. Lo hemos visto este último año. La meritocracia era en Cataluña una garantía de progreso. Este valor lo estamos perdiendo», criticaba Roser Campí después de que Albert Jaime se hubiera quejado del logotipo de la camiseta de la Diada de este año, con un puño muy similar al del logotipo de la Juventud Socialista de Cataluña (JSC).
*Puedes leer el artículo entero en el número 1630 de la edición en papel de EL TRIANGLE.

