Ahora que se ha destapado la verdadera estructura de la primera gran palanca de Joan Laporta, la venta de los derechos de TV de la Liga por 25 años en 2022, se sabe que, de forma deliberada, no explicó realmente a los socios que 157,5 millones de los de 667,5 millones contablemente ingresados eran solo humo. Una maniobra contable desesperada y posiblemente al límite de la ley para revertir el inmenso error de haberse inventado y sobrecargado las pérdidas del ejercicio 2020-21 con más de 200 millones de cargos forzados e inútiles.
Por culpa de ese lastre evitable y ruinoso Laporta se dejó liar en ese momento por la semántica y la imaginación contable de un personaje tan peligroso como él mismo, el vicepresidente Eduard Romeu, sugiriendo la posibilidad de acompañar la doble operación de venta de los derechos a Sixth Street (10% en un primer acuerdo y 15% en una segunda fase) con una plusvalía de 157,5 millones que iba a aumentar el beneficio de esa comercialización, aunque ambos eran plenamente conscientes que se trataba de fuego de artificio. O sea, pan extra para el momento y más hambre para un futuro que les ha alcanzado mucho antes de lo que se imaginaban, pues el auditor debe establecer estos días un criterio sobre esa otra trampa del laportismo.
La operativa consistió en crear, junto al fondo Sixth Street, la sociedad Locksley Invest SL, para gestionar una venta, primero de un 10% por 267,1 millones y luego un 15% por 400,4 millones, sumando un beneficio contable de 667,5 millones. Sin embargo, el Barça solo recibió 510 millones en efectivo; los 157,5 millones restantes corresponden a una inversión en Locksley sin retorno financiero previsto durante 25 años.
En ese momento, la memoria registró como ingreso todo el importe, aunque esa parte de 157,5 millones se correspondiera con una inversión que no generará dinero nunca, era un beneficio no real y, por tanto, un riesgo financiero.
Los socios del Barça, claro está, aceptaron la venta y las condiciones en las que Laporta lo presentó en la asamblea, en los siguientes términos:
«Venta del 25% de los derechos de comercialización del contenido audiovisual derivado de la participación del equipo masculino de fútbol del Club en el Campeonato Nacional de Liga a una sociedad (Locksley Invest, S.L.) participada por el Club y controlada por el Inversor (el fondo norteamericano Sixth Street Partners). El Club ha aportado 148 M€ como ampliación de capital en la Sociedad Locksley y Sixth Street con 519 M€».
El beneficio contable aparente fue de 667,5 millones, pero en la práctica el Barça solo recibió 510 millones en efectivo. La diferencia, 157,5 millones, corresponde a una aportación de capital del propio Barça a Locksley, a través de un préstamo participativo de Sixth Street, una inversión sin ingresos previstos ni retorno financiero durante los 25 años de vigencia del contrato.
La doble operación se realizó en dos fechas consecutivas: el 30 de junio de 2022 por el 10% por 267,1 millones y 22 días después un 15% adicional por 400,4 millones. Como queda dicho, en lugar de registrar solo el efectivo recibido, el club reflejó como beneficio contable el total de la operación, incluidos los 157,5 millones que en realidad son una inversión en una sociedad que no aportará dinero.
El motivo por el que Laporta corrió a ampliar del 10% al 25% el porcentaje de la operación fue por la necesidad urgente de fabricar fair play financiero para fichar a Lewandowski y compañía, que resultó un carísimo pecado de precipitación e improvisación debido a que LaLiga, tras la primera venta del 10%, reaccionó con una reforma del control económico específicamente para establecer que solo un 5% de la venta de este tipo de activos a futuro podía destinarse al fair play financiero. Javier Tebas y el resto reaccionaron rápido ante el peligro de que los presidentes siguieran el mal ejemplo de Laporta de comprometer ingresos a 25 años para fichar a corto.
Por lo tanto, la doble calamidad condujo, por un lado, a anotarse un beneficio ficticio de 157,5 millones; y, por otro, a la más urgente todavía penuria de fair play financiero, ya que LaLiga no convalidó los 400 millones del 15% de la segunda operación. Esto empujó también a Laporta y a Eduard Romeu a otra invención contable en forma de la venta del 49% de ese otro gran negocio («una mina de oro») de los nuevos productos digitales a través de Bridgeburg Invest bajo la marca de Barça Vision, más popularmente conocida como Barça Studios en su forma más primitiva. En esa asamblea de octubre de 2022, Laporta convenció a los socios fácilmente para que dieran por buenas dos palancas por 667 millones (Sixth Street) y 200 millones (Barça Studios a dos inversores, Socios.com y Orpheus Media). Es decir, por un total de 867 millones netos como beneficio al margen de la actividad ordinaria.
Al cabo de tres años, el negocio digital de Barça Vision ha resultado ser un fiasco que ha conducido a su disolución societaria y absorción dentro de Barça Produccions y directamente la inversión en Locksley Invest ha rendido cero euros porque no posee ningún plan de negocio ni es operativa por la sencilla razón de que puede vender ni comercializar nada, era solo una pantalla para aparentar una plusvalía.
La teoría dice que cuando una entidad reconoce como activo un valor que no genera flujos de caja futuros, ese activo, en la práctica, no existe. Tarde o temprano, ese valor tendrá que ajustarse contablemente. Esto significa que, en algún momento, el Barça debe reflejar una pérdida de valor en sus cuentas de 157,5 millones en el caso de Locksley Invest. Transcurridos tres años manteniendo oculto y escondido ese peso muerto los expertos consideran que ha llegado la hora de regularizar la contabilidad, dependiendo ahora del auditor imponer esa pérdida que, lógicamente, afectaría a la cuenta de explotación y, en el caso de déficit, un incremento de los fondos propios negativos que ya fueron de 94 millones al final del ejercicio 2023-24.
Y siguen pendientes del año pasado esos 208 millones del valor del 52% que poseía el club de Barça Vision y que fueron el motivo del desacuerdo y despido del anterior auditor, Grant Thornton, después de que Laporta decidiera saltarse la salvedad expresada por los profesionales.
Si se trata de saltarse las normas contables y no mostrar a los socios la verdadera fotografía financiera del FC Barcelona, Laporta deberá batir en la próxima asamblea todos los récords conocidos.