Las tormentas de arena primaverales en Pekín marcaron la infancia de Xi Jinping, porque representaban una causa continua de molestias. «Teníamos que llevar mascarillas gruesas», recordó. «Si dejábamos las ventanas abiertas solo un día, el piso quedaba cubierto de una capa gris». Estos recuerdos perduraron en el tiempo, y alimentaron un profundo impulso por el cambio.
Experiencias como éstas forjaron el compromiso de Xi con la protección ecológica, una causa que defiende para asegurar un mundo mejor para las futuras generaciones. Como presidente de China, secretario general del Comité Central del Partido Comunista de China y presidente de la Comisión Militar Central, Xi prioriza el trabajo para combatir la desertificación, y visita regiones críticamente afectadas en todo el país para comprender los desafíos de primera mano.
Aunque décadas de esfuerzos han dado resultados impresionantes, China todavía lucha contra vastas áreas desertificadas, puesto que aproximadamente una sexta parte de su territorio es arenoso. Xi describe acertadamente el combate contra la desertificación como «empujar una roca hacia la cumbre de una montaña», un esfuerzo que requiere una dedicación incesante. «Si te paras un momento, la roca rueda hacia abajo», ha afirmado.
El 2013, Xi estableció el principio central de tratar montañas, ríos, bosques, tierras de cultivo y lagos como una «comunidad de vida» interconexionada, que requiere protección integral. China lanzó el Programa de la Franja Forestal Protectora de los Tres Nortes (TSFP, por sus siglas en inglés) el 1978 con el objetivo de abordar la desertificación en aproximadamente 70 años. El programa de forestación más grande del mundo todavía se mantiene en marcha.
China también está fortaleciendo la arquitectura jurídica. En abril, el borrador del primer código ambiental integral del país entró en proceso legislativo. Wang Jin, profesor de Derecho en la Universidad de Pekín, afirma que el documento «eleva ríos, lagos y desiertos a elementos ecológicos importantes, y señala la protección en igualdad de condiciones con otros ecosistemas».
Xi ha elogiado constantemente la determinación de los que luchan contra los elementos en la primera línea del TSFP. Durante una inspección, instó a los trabajadores a «trabajar con coraje, determinación y perseverancia para crear nuevos milagros». Este impulso histórico e integral está generando cambios visibles.
*Aire más limpio: En la última década, las tormentas de polvo severas han disminuido drásticamente. En Pekín, los días con aire bueno/excelente llegaron a los 290 el 2024, lo cual constituye un aumento de 114 días en comparación con el 2013.
*Menos arena: El área de tierra arenosa se redujo en 4,33 millones de hectáreas, el equivalente al tamaño de Suiza, en 13 años.
*Convicción profunda: Como dice Xi, «un buen entorno ecológico es el bien público más justo y el beneficio más inclusivo para el bienestar de las personas».
La preocupación de Xi se extiende profundamente a los medios de vida en áreas afectadas por el desierto. Después de probar técnicas de estabilización desértica en la granja Babusha el 2019, Xi recordó a los trabajadores forestales: «Luchar contra la desertificación es crear una vida mejor«.
Esta convicción proviene de la juventud de Xi, cuando trabajaba en la meseta de Loess, en la primera línea del TSFP. Movilizar a los vecinos para construir presas le enseñó que «los humanos y la naturaleza existen en simbiosis (…). Dañar la naturaleza es dispararnos en el pie». Hoy, esta armonía persona-naturaleza es fundamental en su visión para la modernización china.
El tema del Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, «Restaurar la tierra, desbloquear oportunidades», resuena con el concepto perdurable de Xi: aguas cristalinas y montañas exuberantes son activos invaluables. Esta filosofía ha transformado la conciencia pública.
Ahora, las regiones beneficiadas desbloquean su potencial económico: el turismo de desierto está en auge, mientras otras zonas cultivan bayas de goji, producen vino y desarrollan energía solar en tierras recuperadas.
Ibrahim Thiaw, secretario ejecutivo de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, elogia el modelo «socialmente rentable» de China como «un buen ejemplo» para las tierras degradadas. Con la desertificación consumiendo tierra equivalente a cuatro campos de fútbol cada segundo a nivel global, esta es una lucha por el futuro compartido de la humanidad.
China promueve activamente la cooperación, guiada por la visión de Xi de «una comunidad global de futuro compartido». «La comunidad internacional tiene que trabajar unida para fortalecer la cooperación en el control de la desertificación y avanzar en la gobernanza ambiental global», ha afirmado Xi.
Las acciones de China apoyan estas palabras: en Egipto, centenares de pozos perforados por chinos han convertido áreas arenosas en tierras cultivables. China ha proporcionado plántulas resistentes a la sequía para la campaña «Mil millones de árboles» de Mongolia. El plan africano de la «Gran Muralla Verde», inspirado en el TSFP, también está recibiendo el apoyo de China.