Nico Williams ha vuelto a decir no al Barça. Mientras en Barcelona se daba prácticamente por hecha su incorporación, el jugador ha renovado con el Athletic Club hasta 2035 y ha incrementado su cláusula de rescisión por encima de los 100 millones de euros. El mensaje no puede ser más claro: prefiere quedarse en casa, rodeado de los suyos, antes que entrar en un proyecto incierto, marcado por la estrechez económica y las promesas para cumplir del club azulgrana.
La entidad que preside Joan Laporta ha vuelto a tropezar con la misma piedra. Hace un año, ya intentaron seducirlo durante la gira por Estados Unidos, pero toparon con el compromiso del jugador y la estabilidad que le ofrece su entorno. Esta vez parecía que era buena: cláusula asumible (en torno a los 58-62 millones), contrato hasta 2031 pactado, el aval de Deco y la aprobación del staff. Pero todo se ha derrumbado por falta de garantías económicas y por la exigencia de una cláusula de salida que el Barça no podía permitirse. La dirección deportiva sabía que todo estaba atado… menos lo más importante: poder inscribirlo legalmente.
Laporta queda en evidencia. Esta operación vuelve a poner de manifiesto su manera de hacer: prometer antes de asegurar, generar expectativas antes de tener atados los recursos. El Barça, que quería dar un golpe de efecto y demostrar que sigue siendo atractivo para los talentos emergentes, ha recibido un mazazo público. Nico no solo ha rechazado al Barça, sino que lo ha hecho con un vídeo institucional impecable, cargado de orgullo y sentimiento de pertenencia. La escenografía no deja lugar a dudas: no ha sido una decisión por dinero, sino de proyecto y valores.
El Athletic, mientras tanto, sale reforzado. Ha sido capaz de retener a una de las grandes figuras de LaLiga, sin grandes artificios ni campañas mediáticas. Mientras el Barça se debate entre números, palancas y límites de masa salarial, en San Mamés se proyecta continuidad, coherencia y orgullo de club.
Nico también toma riesgos. Con una cláusula mucho más elevada, las puertas de salida quedan ahora más estrechas. Pero ha escogido consolidarse en un entorno donde confían en él, con un entrenador que lo hace crecer y una afición que lo venera. Esta apuesta puede ser vista como un gesto de madurez que contrasta con la política errática de un Barça que, ni siquiera con el beneplácito del jugador, ha podido cerrar la operación.
Esta renovación es más que una negativa. Es un síntoma de lo que pasa cuando se quiere competir en primera fila con los pies todavía enfangados. El Barça sigue mirando grandes nombres mientras no resuelve sus limitaciones estructurales. Y mientras Laporta busca titulares, el Athletic escribe historias sólidas. Nico Williams es una de ellas.