Veremos cómo acaba la tramitación y si la Comisión Europea lo selecciona como uno de los cinco proyectos finalistas del programa InvestAI. Pero la anunciada construcción de una gigafactoría de inteligencia artificial en Móra la Nova (Ribera d’Ebre) es una excelente noticia que abre una gran oportunidad para el desarrollo de Cataluña Sur, una zona de nuestro territorio tradicionalmente expoliada y marginada.
En estas comarcas meridionales se instalaron, durante el siglo XX, cuatro centrales nucleares –la de Vandellòs I está desactivada después de sufrir un gravísimo incendio en 1989– para proveer de energía eléctrica los grandes centros industriales de Barcelona y de Tarragona. De la mano del ex-presidente Jordi Pujol también se extrajo el agua del Ebro para abastecer el polígono petroquímico del Campo de Tarragona y, además, tuvo la desvergüenza de pactar con el PP de José María Aznar un gran trasvase hacia València, que fue parado gracias a la combativa movilización de estas comarcas y a la masiva solidaridad del resto de Cataluña.
Siempre he pensado que, además de la lacra de la corrupción que infestó a la Generalitat, Jordi Pujol cavó su tumba política a las Tierras del Ebro. No solo fue el gran promotor de la nuclearización de este territorio, sino que hizo todo lo posible para llevarse el agua del río, hurtando el principal tesoro de este territorio y poniendo en peligro la integridad del magnífico espacio natural del delta del Ebro, afectado por la regresión.
Su hijo, Jordi Pujol Ferrusola, hizo uno de sus grandes “pelotazos” con la instalación y reventa del enorme vertedero de residuos de Tivissa (Ribera d’Ebre). Además, cuando se ha planteado la necesidad de promover las energías renovables, la solución que se adoptó desde la Generalitat convergente fue destrozar la comarca de la Terra Alta, llenándola de aerogeneradores, mientras que en la demarcación de Girona -la “reserva espiritual” del pujolismo- todavía no hay ningún parque eólico, a pesar de que sopla la potente tramontana.
Con la presidencia de Salvador Illa, el desafortunado destino de Cataluña Sur puede dar un giro copernicano. Si el polígono El Molló de Móra la Nova acoge esta gigafactoría, donde se prevé una inversión de 5.000 millones de euros, el deprimido panorama de este territorio cambiará radicalmente, a mejor. Con la implantación de este gran centro de inteligencia artificial se prevé que todo el entorno se convierta en un “hub” para la ciencia y la tecnología avanzada, con la creación de miles de puestos de trabajo altamente cualificados.
La potencia y el prestigio de las empresas que forman parte del consorcio promotor del proyecto -Telefónica, ACS, MasOrange, Nvidia, Submer, Multiverse Computing, así como la Sociedad Española para la Transformación Tecnológica (SETT), organismo público dependiente del Ministerio de Transformación Digital y de la Función Pública- son una garantía que no se trata de un “cuento de la lechera”. El pacto entre el Gobierno español y la Generalitat para defender la gigafactoría de Móra la Nova ante Bruselas es total e irreversible.
La llegada de este macrocentro de inteligencia artificial coincidirá, además, con el anunciado cierre de las nucleares de Ascó I (2030), Ascó II (2032) y Vandellòs II (2035), a pesar de que los peligrosos residuos radiactivos que han excretado se quedarán durante décadas al pairo. Es decir, la Región del Ebro pasará de ser la Cenicienta de Cataluña a la zona más puntera y quedará conectada con las infraestructuras más avanzadas del país, como el Barcelona Supercomputing Center, el Consorcio de Servicios Universitarios de Cataluña, el sincrotrón del Parque del Alba, la Barcelona Cable Landing Station o el Centro Nacional de Análisis Genómico.
Para hacer funcionar la gigafactoría será imprescindible el suministro eléctrico de las grandes centrales de energía eólica y solar que existen en Aragón. Una razón de más para desmontar los intentos de separar y enfrentar a Cataluña con Aragón –actualmente, a cuenta de las pinturas murales de Sixena, depositadas en el MNAC–, cuando la interdependencia y la colaboración entre ambas comunidades es imprescindible para afrontar grandes proyectos conjuntos de progreso.
La Cataluña Sur comienza una nueva etapa histórica y, en consecuencia, hace falta que disponga de la arquitectura institucional necesaria para desplegar todas sus enormes potencialidades. Es el momento de revitalizar la dormida reorganización territorial de Cataluña y, en concreto, de implementar, de una vez, la Región del Ebro, con capital en Tortosa.
La provincia de Tarragona es una ficción que no encaja con las nuevas dinámicas económicas y sociales que están en marcha. Siete municipios -Tarragona, Reus, Cambrils, Salou, La Canonja, Valls y Constantí- han decidido vertebrar el Área Metropolitana de Tarragona, destinada a convertirse en el segundo gran polo de actividad y de atracción de Cataluña.
En este nuevo mapa que se está dibujando, las Tierras del Ebro quedan “muy lejos” del Camp de Tarragona. El proyecto de la gigafactoría de Móra la Nova tiene que servir para redefinir y fortalecer la identidad propia de Cataluña Sur que, a buen seguro, experimentará un gran crecimiento económico y demográfico en los próximos años.
En espera de que se aclare la organización de la Cataluña Central y el futuro de la quimérica Vegueria del Penedès, no podemos perder el tiempo. La Región del Ebro, donde viven 200.000 personas, se tiene que convertir ya en una nueva “provincia” y Tortosa tiene que devenir, de facto, la quinta capital de Cataluña. El futuro pasa por aquí y hay que dotarlo de una administración poderosa y de proximidad que confirme este acto de justicia histórica.