He asistido a varios conciertos de góspel a cargo de grupos corales entusiastas y multitudinarios, muchas veces acompañados de un contundente grupo musical. Es una buena experiencia, pero que muy a menudo conlleva un par de defectos.
El primero: ya desde la primera canción la intensidad emocional va al máximo. Y la segunda también… y así hasta el final (con alguna pequeña excepción). El espectador está abocado a un terremoto emocional sin descanso alguno… y acaba vaciando de contenido la experiencia musical.
El segundo: una inevitable adscripción emocional a los contenidos del repertorio, sin espacio para la disidencia. Creyentes o no, la comunicación directa con el más allá es de obligatorio cumplimiento.

Desde que Feijóo ha llegado a la presidencia del PP y ha entrado por la puerta grande a las Cortes, no ha parado de seguir esta mecánica del góspel: máxima intensidad en su enfrentamiento con el gobierno… corrigo, con Pedro Sánchez. Dimisión, ilegítimo, corrupto, capo mafia… no hay epítome que descanse un poco, todo a máximos.
Y una adscripción absoluta a esta visión de un presidente ilegítimo, corrupto y que sólo tiene como único interés no dejar la silla, el poder. Ninguna referencia al trabajo del gobierno, a sus transformaciones en el mundo del trabajo y de las pensiones, de su valiente y reconocida política exterior, de la transición energética, etc.
¿Por qué Feijóo se siente tan bien instalado en esta actitud “góspel”: máxima intensidad emocional y máxima obsesión contra Pedro Sanchez? ¿Hay alguna propuesta, alguna estrategia, algún concepto narrativo que marque unas pausas, una intensidad controlada? Incluso José María Aznar habla de la importancia de entusiasmar y no sólo “atizar” a Sánchez, y que hace falta “cabeza fria pero tensión vital máxima”.
Y aquí radica una de las claves: Feijóo not la cabeza fría, no tiene capacidad de entusiasmar ni se le ve una estrategia que muestre al país que quiere gobernar, porque no es lo que él esperaba. Venía de una plácida etapa presidiendo el gobierno de la comunidad autónoma de Galicia (2009 a 2022), sin sombras a su lado y sin necesidad de grandes esfuerzos programáticos: ya se sabe, ser conservador es políticamente muy cómodo, no hay que inventar nada, solo facilitar que las cosas siguen su curso “natural”.
Y viniendo de esta comodidad se le ofrece la posibilidad de desembarcar en el PP estatal cuando Rajoy dimitió, pero no lo vio claro y siguió en su “zona de confort”. Pero tras la crisis del PP con Pablo Casado, se deja convencer y coge la presidencia del PP y su candidatura a futuro presidente de España. Con el éxito de las elecciones autonómicas y municipales de 2023, se ve claramente ya en la presidencia del estado. Y gana en escaños a Pedro Sánchez en las elecciones de julio de 2023, pero no obtiene los apoyos para dirigir la nación.
¿Qué marco mental y emocional puede tener con esta trayectoria?: la de una persona herida en su orgullo y en su previsión de éxito que no perdonará nunca este afrontamiento. Pienso que es el caso más palmario de un líder movido por una “tírria” personal y no por una estrategia política meditada y de largo recorrido. Le hace falta obsesivamente destruir al adversario, es un tema personal, no político. No hay razones, sólo una emocionalidad sin pausa, una hipérbole continuada que sólo aplauden aquellos a los que ha contaminado con esta animosidad hacia Pedro Sánchez.
Es evidente que hay informaciones preocupantes del entorno del PSOE, pero la capacidad de Feijóo de responder asombrosamente es consustancialmente imposible, porque más allá del “acoso y derribo” no tiene nada que proponer: por eso no es capaz de presentar una moción de censura (más allá del tacticismo de los apoyos) porque no puede aportar un discurso prospectivo respecto al pais que quiere dirigir, es este odio visceral que lo hace descuidar sus funciones institucionales (como acudir con el Jefe del Estado a la celebración de los 40 años de la adhesión de España a la UE).
Trágico que la política acabe en el barro de las emociones más primarias, aquellas tan bien descritas en el odio bíblico de Caín contra Abel: más de miles de años más tarde no hemos conseguido superar esos celos tan primarios (y que, desgraciadamente, muchos reconocemos en nuestros entornos más cercanos).
P.S. Disculpe este análisis tan lejos del main stream y la corrección periodística, y tan a raíz de nuestras pulsiones más primarias… pero echo en falta visiones más “domésticas” de las actitudes de los políticos, como si los celos, las manías y malevolencias personales, la guerra de sexos e intersexos, no fueran material energético del día a día… desgraciada y trágicamente, repito.