«Ser presidente del Barça ha sido lo mejor y lo peor que me ha pasado en mi vida», así resume Sandro Rosell, ya con cierta perspectiva del tiempo, dos hechos que le han marcado tan profundamente desde que entró en la directiva del FC Barcelona. Por un lado, ser elegido presidente en 2010; por otro, las consecuencias personales de haber protagonizado un mandato que, en contraposición al anterior de Joan Laporta desde 2003, fue brillante, triunfal y modélico en todas las vertientes -social, deportiva, económica y patrimonial- en apenas tres años y medio de permanencia en el cargo.
El laportismo, en abierta y contrastada alianza con las fuerzas soberanistas de Cataluña, las cloacas del Estado y el empujón del palco del Bernabéu, consiguió, además de forzar la salida de Rosell de la presidencia, arrastrarlo a cumplir dos años de cárcel preventiva -récord en la disciplina carcelaria y judicial en España- sobre la base de cargos y un relato procesal inventados por una magistrada de la Audiencia Nacional que, en recompensa a esa barbarie, fue premiada con un ascenso al Tribunal Supremo. Con no pocos argumentos y la impunidad que le otorga su probada inocencia, que le ha blindado ante la propia administración de justicia, Rosell repite sobre la magistrada Carmen Lamela que «o es inútil o es corrupta».
En su camino de regreso a una vida normalizada, las confesiones del excomisario José Manuel Villarejo han venido a demostrar que dentro de la operación Cataluña, impulsada desde ese poder oscuro, degradado y fuera de la ley que opera desde las llamadas cloacas del Estado, Rosell fue identificado, perseguido y abatido igual que Artur Mas, Xavier Trias y otros. El propio Villarejo especificó que el entorno de Laporta y Xavier Martorell (exdirector general de los Mossos y jefe de seguridad del Barça) colaboraron con el CNI pasando información de una presunta desviación de fondos del Barça hacia el independentismo.
Ante esa revelación, Laporta la negó y anunció una querella contra Villarejo que, sin embargo, nunca llegó a avanzar, dando pie a otro desencuentro entre Laporta y un Rosell que trata al presidente actual del Barça de mentiroso en su última entrevista, publicada este domingo pasado en el diario ABC.
Laporta o Villarejo
Sobre la credibilidad de Villarejo y ese amago de desmentido de Laporta, esta ha sido su respuesta: «Yo creo, sinceramente, después de conocerle y en su situación actual, que probablemente [Villarejo] dice más verdades que mentiras. O todo verdades. Lo que sí que pasó aquel día es que él dijo que, efectivamente, bajo la presidencia de Laporta a mí me habían investigado y que además habían colaborado con el CNI para dar informes míos para intentar meterme en la cárcel o perjudicarme o procesarme o lo que fuere. Pero inmediatamente el presidente Laporta reaccionó diciendo que le pondría una querella al señor Villarejo por decir cosas que no eran ciertas. Pero yo nunca vi la querella». Lo que le hace pensar, añade, «pues que igual Villarejo tenía razón, ¿no? Y después pienso, ostras, igual fui un burro de volver a creerme a Jan (Laporta). En el fondo, en ese momento me lo creí y pensé que efectivamente le iba a poner una querella. Al no ponerse la querella, pensé, a lo mejor quién tiene razón es Villarejo. Porque yo con Jan siempre he tenido esta relación de amor y desamor, que siempre he querido creerle, pero después resulta que no era exactamente como él decía. En este caso, no era exactamente como él decía, porque me dijo que no era verdad y que pondría una querella y no he visto nunca una querella contra Villarejo por estas declaraciones. Si no la pone es que quizá en el CNI hay algún informe que dice lo contrario, no lo sé».
Desde luego, más allá del contexto concreto de este testimonio de Villarejo, las posibilidades de que Joan Laporta pudiera haber dicho una verdad, o de cumplir con una promesa hecha pública a través de los medios, ya eran, por estadística, extraordinariamente bajas por no decir casi nulas. Se limitó, como ha hecho siempre, a responder lo que parecía políticamente correcto y a despreocuparse por completo de lo que le haya podido pasar a Rosell, teniendo muy clara su obligada actitud de proteger a Xavier Martorell, jugador clave en los espionajes de esa época barcelonista entre 2008 y 2010 que tantos beneficios le reportaron a Laporta en todos los frentes. Eso tras dedicar cientos de miles de euros a investigar a los propios socios opositores del club, a sus directivos, a jueces, políticos, jugadores, amantes y familiares del propio presidente, y a todo aquel personaje susceptible de interés para que Laporta pudiera tener las espaldas cubiertas en caso de emergencia.
El factor empresarial
En la misma entrevista, Rosell no ha dejado pasar la oportunidad de recordar que, sobre su persecución por tierra, mar y aire, que «en mi caso concreto se juntaron dos cosas. Una era la parte política de la Pperación Cataluña y otra era un tema empresarial que ya veremos si se descubre y que puso más leña en el fuego». Se refiere, ha explicado, «a gente a la que, por lo que sea, no le gustaron algunas decisiones que tomé como presidente del Barça. Entonces se sumaron los poderes políticos con los poderes empresariales para ir contra mí. Pero como no tengo pruebas, aún no puedo decir quién es».
Objetivamente, esas decisiones a las que puede aludir Rosell diciendo que no gustaron, y entendiendo que esa apreciación también implicara algún perjuicio desde el punto de vista empresarial, reduceN los sospechosos a todos aquellos proveedores que trabajaban para el Barça en la administración de Laporta y que, con la llegada de una nueva directiva, vieron cortados o no prolongados sus servicios, como sucedió, por ejemplo, con Mediapro antes de ser sustituida por Telefónica en materia de gestión de los derechos de TV, así como otras empresas y sociedades de menor volumen.
También afectaron los cambios a agentes de jugadores amigos de Laporta, que con Rosell pasaron a la situación de proscritos; a poderosos presidentes de otros clubs, fue el caso de Florentino Pérez, que no acogieron precisamente con entusiasmo la apuesta del Barça de congelar los ingresos de TV de los dos grandes clubs de España para ampliar el reparto del pastel al resto; y a los estamentos como la FIFA y la UEFA, forzados por la presión del Barça, liderando una gran ofensiva, a recompensar generosamente a los clubs por la cesión de sus estrellas a las selecciones.
Sandro Rosell no se dedicó a hacer amigos porque, como se impuso en su mandato, priorizó la defensa de los intereses del Barça. Por ello se ganó grandes y peligrosos enemigos, desde luego, pero la principal amenaza para quienes se habían servido del club en su propio beneficio mediante abusos, monopolios y amiguismos fue que, después de fichar a Neymar y que el Barça siguiera ganando títulos, además de cientos de millones, y de haber generado un estado de confort y satisfacción social sin precedentes, su presidencia podía consolidarse en el tiempo. Esos presuntos enemigos, alguno todavía por identificar, no estaban dispuestos a tolerarlo.











