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Sanciones permeables

A finales de abril, una vez consumado el acuerdo que expolia Ucrania de buena parte de sus recursos naturales, el gobierno de Estados Unidos aprobó una primera venta de armas a Kiev por valor de 50 millones de dólares. Lo hace después de haber roto la colaboración de los servicios de inteligencia durante unas semanas, de interrumpir durante meses el suministro de armamento y de haber legitimado la invasión rusa al comprar buena parte de los argumentos de Moscú. Rusia ha aprovechado este tiempo para ocupar territorio ucraniano en un avance lento, pero inexorable. El gobierno de Zelenski anuncia prácticamente cada día órdenes de evacuación de localidades cercanas al frente que no tardarán en pasar a manos del ejército de Putin.

Susana Alonso

Ahora, una vez que Trump empieza a darse cuenta de la escasa voluntad rusa de avanzar hacia la paz y que su promesa de acabar con la guerra en pocos días era ridícula, los Estados Unidos amenazan con imponer más sanciones. Vista la eficacia que han demostrado hasta ahora, es fácil imaginarse cómo se forma una sonrisa en los labios del presidente ruso.

Hace algunos días el diario alemán Bild aseguraba que, a pesar de los 17 paquetes de sanciones de la Unión Europea, Rusia ganará unos 233.000 millones de euros con las exportaciones de energía y materias primas a lo largo de este 2025. De ese dinero, más de 20.000 millones provendrán de Europa, una cifra que supera con creces a la ayuda militar a Ucrania.

El comercio con Rusia continúa a gran escala: el Kremlin recibe dinero por el suministro de gas, petróleo, carbón, gas natural licuado y uranio. Los principales compradores son China, India y Turquía, pero la Unión Europea también hace una gran contribución; sólo en el mes de febrero de este año compró gas, uranio y otras mercancías en Rusia por valor de 2.000 millones de euros.

Europa reconoce esta realidad al vender como un gran éxito sus planes para prohibir a finales de este año la firma de nuevos contratos para comprar gas ruso y eliminar los hoy existentes antes de finales de 2027. Actualmente, el 19% del gas que se consume en Europa todavía proviene de los inestables yacimientos siberianos.

Los ingresos generados por la venta de materias primas permiten a Putin destinar el 6,3% del PIB a la industria militar. Buena parte de la economía rusa se nutre de la construcción y restauración de centenares de tanques y la producción de drones de ataque. Según estimaciones de analistas ucranianos, en 2025 Moscú producirá más de 150.000 drones de largo alcance.

Con una industria militar creciente gracias al dinero de las exportaciones, el Kremlin puede permitirse continuar la guerra de forma indefinida. Más cuando las sanciones se vulneran de formar constante. Finlandia, por ejemplo, ha visto crecer su comercio con el centro de Asia de forma espectacular: un 134% con Uzbekistán, un 164% con Kazajistán y un 434% con Kirguizstán. Lo mismo ocurre con otros países como Alemania. Buena parte de estos bienes son revendidos después en Rusia y otros, que deben atravesar territorio ruso para llegar a su destino, ni siquiera llegan a manos de sus presuntos compradores, lo que ha dado pie a centenares de búsquedas que pocas veces conducen a ningún lado, dada la complejidad de las cadenas de distribución. Otra vía es la llamada “flota fantasma” una red formada por unos 600 barcos, utilizada para transportar clandestinamente petróleo ruso y llevar de contrabando a Rusia tecnologías occidentales que resultan vitales para su industria.

La gran puerta de entrada, sin embargo, es China, donde muchos fabricantes locales producen componentes electrónicos de empresas occidentales, principalmente de Estados Unidos, y disponen de distribuidores locales que pueden hacerlos entrar, sin dificultades y sin dejar rastro, en Rusia.

Son los ucranianos los que sufren en sus carnes las consecuencias de la vulneración de las sanciones comerciales. Los misiles que caen cada día sobre sus cabezas contienen componentes extranjeros sin los cuales no podrían volar. Es el caso de los drones shahed, que pueden navegar y alcanzar sus objetivos gracias a unas antenas fabricadas en Irlanda. También se ha identificado tarjetas de memoria, placas de circuito, resistencias y transistores de origen occidental en los cazas rusos que ha podido abatir el ejército ucraniano. En este caso, no es Europa quien ha hecho peor los deberes: un 64% de los componentes extranjeros identificados proceden de Estados Unidos y un 16% de Japón. Suiza y Alemania también salen salpicadas al ser el origen del 4% del material encontrado.

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