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Inquietud y firmeza ante tantas extravagancias políticas

Temi Vives

Biòleg i filòsof. Professor Honorífic de la Universitat de Barcelona.
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El Sr. Trump y sus acólitos han heredado un estado, un poder y una presencia internacional sin precedentes a nivel económico, militar, geopolítico y cultural. No obstante, sus líderes actuales lo están destruyendo a pasos de gigante. También heredaron un conjunto de alianzas y relaciones multilaterales que hasta hoy han sustentado la mayor economía de la historia mundial y eso también lo están destrozando.

Susana Alonso

El vicepresidente norteamericano, JD Vance, visitó el 28 de marzo pasado una base norteamericana en Groenlandia durante tres horas, acompañado de su mujer. El asesor de Seguridad Nacional, Mike Waltz, y su mujer también estuvieron presentes. El viaje inicialmente se anunció como la visita de la mujer de Vance a una carrera de trineos tirados por perros. De hecho, de lo que querían hablar y acabaron hablando fue de la persistente afirmación de Donald Trump de que Estados Unidos debía ocupar Groenlandia, una región autónoma de Dinamarca.

El plan original era visitar a los groenlandeses, aparentemente con la pretensión de que la Segunda Dama sería una eficaz animadora para que Groenlandia se independizara de Dinamarca y luego los Estados Unidos se la anexionasen. Lógicamente la tensión diplomática hizo acto de presencia y el mundo de los negocios de Groenlandia se negó a servir de escenario para las sesiones de fotos o incluso para acoger a los norteamericanos no invitados. Los residentes planificaron protestas contra la visita y en las calles, los ciudadanos consultados expresaron su rechazo.

Al final, lo que hicieron los mandatarios norteamericanos y sus esposas fue una visita rápida a la base norteamericana espacial en Pituffik, un antiguo inquilino de caza inuit hasta que los Estados Unidos fueron autorizados para construir una base aérea actualmente llamada Thule. Una vez en la base, situada en el extremo norte de la isla, los visitantes norteamericanos se hicieron fotos y almorzaron con sus militares. Usaron la base como escenario de una conferencia de prensa donde podían decir lo que pensaban, de hecho repitieron lo que todos ya habíamos oído. No hubo debate, fue obvio que los representantes de Estados Unidos no aprendieron nada de la realidad de Groenlandia y Dinamarca y lo más desesperante: no dijeron nada asombroso.

Vance, que nunca salió de la base y nunca había visitado Groenlandia, tenía muy claro cómo tenían que vivir los groenlandeses. Afirmó que Dinamarca no estaba protegiendo la seguridad de los groenlandeses en el Ártico, y que los Estados Unidos sí que lo harían y por lo tanto y en su lógica simplista, Groenlandia debería unirse a Estados Unidos.

Pero quizás ¿no es una extravagancia cambiar de la noche al día nombres del mapamundi? ¿O poner aranceles desorbitados a los productos que vienen de fuera de Estados Unidos y pretender que los países afectados no reaccionen para proteger sus intereses? ¿Qué pretende el Sr. Trump con sus continuos improperios a la gente de los países vecinos? ¿Qué sentido tiene reducir drásticamente las partidas económicas y las instituciones vinculadas a la enseñanza y la investigación? Lo que estamos observando es la aparición de una brecha económica y cultural que polarizan de manera imparable la sociedad norteamericana. La brecha económica y la desigualdad aumento. Además, la brecha cultural que se abre entre los valores y las identidades étnicas, religiosas y de género que compiten en la posmodernidad norteamericana aumentará la polarización social.

Hasta finales de los años setenta, los Estados Unidos eran la principal potencia industrial del mundo, eran el fabricante de los artículos de consumo masivo que hoy se producen en China y en muchos otros países. Los trabajadores de estas industrias estaban muy bien remunerados y constituían la sólida clase media americana donde todo el mundo se enfermaba. Ningún otro país tiene migrantes de origen tan diverso como Estados Unidos, y eso plantea el reto de construir una democracia genuinamente multicultural. Lo que estamos viendo es una lucha descarnada entre el universalismo (la defensa de la educación y la sanidad para todos minorías incluidas) y el nativismo, es decir, la nostalgia de los hombres que antes gozaban de privilegios sociales que excluían a las minorías.

Estamos ante la carrera entre demografía y añoranza que en buena lógica inclinará la balanza en contra del Sr. Trump y adláteres. Eso ellos lo saben y por eso su batalla es a muerte. Será la prueba de fuego para el Estado de derecho de la primera potencia del mundo. ¿Serán soportable cuatro años de unilateralismo en la geopolítica mundial? Esperemos que esta pesadilla no se haga realidad.

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