La gestión de los residuos domésticos en el Área Metropolitana de Barcelona vivió una profunda crisis en las últimas décadas del siglo pasado. La generación de residuos no paraba de crecer con incorporación masiva de nuevas fracciones, sobre todo el plástico. La mayoría eran enterrados en el valle de Joan, en El Garraf, y otros se incineraban en una precaria instalación de Montcada i Reixac y en la de Sant Adrià. Era frecuente la aparición de vertederos incontrolados cerca de las carreteras secundarias, a menudo de escombros y también de aparatos electrodomésticos.

El impacto más grave de todo ello era el vertedero de El Garraf, donde a lo largo de sus años de funcionamiento (inaugurado con el franquismo) se acumularon casi 30 toneladas de residuos domésticos. El emplazamiento del vertedero, sin ninguna impermeabilización, en un macizo calcáreo, se demostró equivocado. Fue el foco y origen de la contaminación severa del acuífero de El Garraf, dada la infiltración de lixiviados en las aguas subterráneas que llegan hasta el mar por la surgencia de la Falconera. También se ha constatado la incidencia de gases en las cavidades cársticas de la cuenca. Se cerró el año 2006 y hoy en día todavía produce biogás, que se aprovecha. También se ha invertido importantes recursos económicos para su sellado y corrección del impacto paisajístico.
Era necesario un nuevo modelo enfocado a reducir los tratamientos finalistas, es decir el entierro en vertederos o la incineración. El camino fue el reciclaje, es decir, aprovechar todo lo que era aprovechable para que tuviera una segunda utilidad y reducir el volumen destinado a incineración. Las herramientas fundamentales para alcanzar estos objetivos fueron la implantación de contenedores en la calle por cada fracción, los ecoparques (tres en el área metropolitana: Montcada i Reixac, Zona Franca y Sant Adrià) y la red de deixalleries municipales. Y también unos programas de crear conciencia a los ciudadanos para mantener un compromiso con la gestión de los residuos.
De todas las fracciones, la de materia orgánica se mostró como la más importante por dos razones: la primera, los problemas que provoca la acumulación de materia orgánica en vertederos y, segunda, su capacidad para la producción de compost, que se puede utilizar en campos y también en la recuperación de bosques. Y se inauguraron plantas de compostaje, que en parte aportaban también materiales para la fabricación de biocombustibles.
Pronto se pudo comprobar que el reciclaje basado en la situación de contenedores de diferentes colores en las calles tenía limitaciones, debidas en gran parte a la falta de civismo de parte de la población. Lo que se obtenía en cuanto a calle estaba muy alejado de los objetivos fijados y eran fracciones de mala calidad, con mucha mezcla, especialmente en el caso de la materia orgánica. Había otro modelo posible: hacer la recogida puerta a puerta, un sistema alejado del de los antiguos basureros cuando todavía los contenedores no formaban parte del paisaje urbano.
Tiana fue el primer municipio de todo el Estado en inaugurar un sistema puerta a puerta, que se puso en marcha hace justamente veinticinco años. El modelo fue seguido rápidamente por otros ayuntamientos hasta el punto de que hoy en día más de trescientos municipios catalanes tienen implantado este sistema. Tiana comenzó a hacer la recogida puerta a puerta tanto de la materia orgánica como del rechazo, manteniendo en la calle los contenedores de papel, vidrio y pequeños envases. Se tuvieron que resolver problemas en torno a temas como la recogida de pañales y los puntos de emergencia.
El éxito de lo que hizo Tiana es objetivo: el reciclaje en el municipio pasó de un 16% antes del puerta a puerta a más de un 80% tras la implantación del nuevo sistema, valor que se ha mantenido a lo largo de los años. En el conjunto de Cataluña, el porcentaje medio de reciclaje todavía ahora es inferior al 50%. Y no es cierto que el puerta a puerta sea un modelo de “pueblo”; un urbanismo amable debe hacer posible, dado su éxito para obtener un mejor reciclaje, que sea universal.
Ante un grave problema ambiental global, fue posible que un pequeño pueblo hiciera una contribución significativa a pensar las cosas de manera diferente. Y fue posible por la valentía de un equipo de gobierno pero también, y sobre todo, por la complicidad de los ciudadanos que hicieron suyo el reto. ¡Lo bueno es que estos dos valores fueran más a menudo unidos, al menos para los nuevos retos que se avezan en un futuro inmediato con relación a la sostenibilidad y la economía circular!
Y como mínimo que Tiana figure en la historia pequeña para una mejor recogida de residuos.