El mundo independentista es un volcán en ebullición, situación que no oculta una grave crisis del soberanismo. La ruptura del bloque independentista ya es una realidad innegable y la atomización de los grupos representa, por ahora, el principio del fin de lo que sus propagandistas llamaban “el movimiento”, a pesar de las connotaciones funestas que tiene el nombre.
Las bajadas electorales de los partidos tradicionales (Junts per Catalunya, ERC y la CUP) van en consonancia con la debacle de las organizaciones cívicas, que en otros tiempos movilizaban a centenares de miles de personas a golpe de silbato: la Assemblea Nacional Catalana (ANC) vive su peor momento desde que fue creada, con una amenazadora fractura muy cerca. Òmnium Cultural se ha retirado a sus cuarteles de invierno para meditar sobre su estrategia para sobrevivir. Y otras organizaciones, como el Consell de la República, no solo casi han desaparecido del mapa, sino que están totalmente desprestigiadas y con fuertes tensiones internas.
En el universo independentista, la única cosa que funciona ahora es Aliança Catalana, el partido que, liderado por Sílvia Orriols, la alcaldesa de Ripoll y diputada en el Parlament, es observado por muchos como la tabla de salvación de los “auténticos patriotas” y al que los sondeos electorales auguran un incremento muy importante de votos y escaños. En concreto, le vaticinan hasta una decena de representantes en el próximo Parlament, lo que implicaría multiplicar por cinco sus actuales dos escaños.
Pero el independentismo se ha visto sacudido esta semana pasada por otro factor: la presentación pública de la plataforma Dempeus per la Independència (DxI), una entidad que nace con la convicción de que puede cambiar la historia del secesionismo. Su gestación se hizo desde dentro de la ANC, como contestación a la falta de cintura del presidente de esta entidad, Lluís Llach.
De pronto ha nacido a partir del sector más crítico de la ANC con los partidos procesistas. Este sector crítico está formado por una amalgama de intereses, unidos s0lo por la intención de hacer naufragar el proyecto de Lluís Llach, a quien consideran un peón de Carles Puigdemont. En las filas de este sector crítico se encuadra, por extensión, el exvicepresidente del Parlament Josep Costa. Pero su grueso está formado por un grupo encabezado por la anterior presidenta, Dolors Feliu, y su equipo de confianza, proveniente en su mayor parte de Solidaritat Catalana per la Independència (SI). En este grupo se cuentan su mano derecha, Uriel Bertran; la secretaria de organización de SI, Ester Beltrán; el secretario de movilización, José González Gil; el secretario de formación, Lluís Tenas; el secretario general de SI, David Folch; el secretario de relaciones institucionales de SI, Francesc Fíguls; y Carlos Santacruz, que había tenido cargos de relevancia en SI y luego creó Unitat per la Independència y Acord per la Independència, la plataforma que registró jurídicamente el dominio de Dempeus. Todos los que tienen cargo en la ejecutiva de SI son militantes de la ANC y se han sumado al carro de los críticos, lo que ha creado una tensión interna que puede hacer peligrar la estabilidad del mandato de Lluís Llach.
Solidaritat sometió a consulta con su militancia su papel en esta nueva plataforma. El 97,2% de los consultados abogó a que el partido enfoque su acción política “al apoyo de Dempeus”, aunque seguirá “atendiendo a todos los compromisos y proyectos que tenemos abiertos por todo los Países Catalanes”.
Conflicto de intereses
De esta situación se extrae una conclusión importante: hay un fuerte conflicto de intereses en el soberanismo. Fuentes del movimiento reconocen a El Triangle que «la situación es muy delicada. ¿Puede haber ruptura de la ANC? Sí. En estos momentos, hay un sector muy crítico y apenas hay diálogo con la cúpula oficialista. Hay un sector de la prensa independentista que atiza el fuego de la discordia y juega a desbancar a Lluís Llach y a apoyar a los críticos. El papel de Solidaritat es obvio, pero hay gente oculta que también está trabajando en el proyecto para hacerle la vida imposible a la actual dirección de la ANC».
Este 5 de junio se presentó en sociedad Dempeus. En primera fila estaba Josep Punga, que le disputó a Llach la presidencia de la ANC en mayo del año pasado. Un dato relevante es que los cuatro portavoces de Dempeus provienen de la ANC: Josep Punga, Mariana Muchnik, Manel Manzanas y Josep Lluís Rodríguez. La ruptura está más cerca.
El choque de locomotoras en el independentismo es inevitable. El motivo es que se ha abierto la batalla para ganar la hegemonía. Un sector del independentismo quiere cambiar a sus líderes. Ya no le sirven los dirigentes que pilotaron la nave del proceso. Quieren otra pantalla, aunque los postulados siguen siendo los mismos. Y aparecen alternativas a Junts como partido mayoritario en el espectro nacionalista, con la propuesta de Aliança Catalana, y a la ANC como entidad cívica en el ámbito social, con la creación de Dempeus. Son dos caras de la misma moneda que tratan de aprovechar el desencanto del soberanismo para intentar coger las riendas de la situación.
En realidad, Dempeus es una respuesta a Llach y un desafío frontal. Entre otras cosas, porque su intención es formalizar una lista cívica de cara a las próximas elecciones autonómicas, peligro que Llach había conseguido conjurar desde la presidencia de la organización. “Nadie de nosotros ha votado la rendición y los grandes partidos no han tenido nunca ninguna voluntad de aplicar el mandato del 1-O”, dijo Punga, un cargo medio del Banco Sabadell, en la presentación a la ciudadanía de Dempeus el 5 de junio pasado.
Hay nombres conocidos que acompañan la aventura unilateralista de Dempeus ante la ANC tradicional. Elisenda Paluzie, expresidenta de la organización, apoya a los disidentes, al igual que el exvicepresidente David Fernández. También apoyan esta plataforma el exjuntaire Roger Español o Josep Manel Ximenis, el alcalde que dio cobertura al referéndum local de independencia de Arenys de Munt. Otros destacados son los actores Carme Sansa y Sergi Mateu; Albert Juanico, exsecretario del Cercle Català de Negocis (CCN) y miembro del patronato de la Fundació PuntCat, o Carles Fité, excandidato de ERC, exmiembro del secretariado y vocal de la Cambra de Comerç de Girona.
En el otro lado de la balanza, hay organizaciones y grupúsculos hiperventilados que trabajan para apuntalar el proyecto de Sílvia Orriols. Entidades como Nosaltres Sols!, Renaixença Nacional Catalana o el Moviment Identitari Català (MIC) le apoyan, prueba de que hay intereses convergentes en la derecha más extrema. El MIC difundía hace poco un escrito en el que advertía que «en los identitarios tendréis siempre el brazo que os acompañará a la batalla por la supervivencia de la patria! Un brazo, por cierto, siempre dispuesto a daros la mano al resto de patriotas. […] Nosotros, el MIC y su opción política Renaixença Nacional Catalana reiteramos nuestra eterna predisposición a unir puentes entre los nacionalistas de combate, sin sectarismos ni personalismos. […] No saben si somos “de extrema derecha”, pero sí saben que somos “de extrema catalanidad”, y estamos dispuestos a darlo todo por una Cataluña catalana y libre de totalitarismos!».
Es una rendición de honores incondicional a Aliança Catalana. De hecho, sus canales sociales apoyan con entusiasmo las propuestas e iniciativas del partido de Orriols. La alcaldesa de Ripoll ha tenido en los últimos días un apoyo inesperado: el candidato a la presidencia del Barça Toni Freixa mostró su apoyo explícito a su proyecto. “Una persona que ahora a mí me gusta mucho lo que dice es el Orriols, porque creo que se está atreviendo a decir lo que tanta y tanta gente que vive de la política no puede decir. Y tanta y tanta gente que hoy dice una cosa y mañana dice la contraria porque le conviene a ella, no al país”, dijo Freixa en una entrevista.
El profesor Ramón Cotarelo, tras pasar por todo el espectro ideológico, ha caído finalmente rendido a los encantos de Aliança. Y el exTerra Lliure Fredi Bentanachs, que apoya a Dempeus, también apoya al mismo tiempo las tesis de Orriols. “Solo se habla de extrema derecha y de la Cataluña de los ocho millones o de los diez. Mientras tanto, los corruptos procesistas se han hecho la barba de oro con la GIV y el catalán se nos cuela entre los dedos con un 35% de hablantes que a menudo callamos ante una inmigración que en nuestra casa nos exige el castellano. Se reprime el catalán y se islamiza nuestra cultura, nuestras costumbres, que supuestamente ofenden a los foráneos”, escribía el 6 de junio. El convulso universo soberanista se va resituando poco a poco.
*Puedes leer el artículo entero en el número 1625 de la edición en papel de EL TRIANGLE.