¡Devolvamos el esplendor al monasterio de Sijena!

Bluesky

El monasterio de Sijena, fundado en 1188 por la reina Sancha de Castilla –esposa del rey Alfonso el Casto–, es un patrimonio común de Aragón y de Cataluña, del cual nos tenemos que sentir muy orgullosos. Utilizar este magnífico monumento del románico como instrumento de confrontación entre dos comunidades autónomas hermanas, como pasa desde hace algunos años, es una distorsión repugnante y un error político y estratégico lamentable.

Cataluña y Aragón tenemos una fértil historia en común, que se consolida con el matrimonio, en 1137, de Petronila, hija del rey Ramiro II de Aragón, con Ramon Berenguer IV, conde de Barcelona. Este es el origen de la potencia militar y comercial de la Corona de Aragón, que llegaría a ser hegemónica en buena parte del Mediterráneo durante la Edad Media.

La construcción del monasterio de Sijena es la primera obra magna de esta dinastía catalanoaragonesa, que se prolongó hasta el año 1410, con la muerte del rey Martín el Humano, que no dejó descendencia. Confirma su importancia capital el hecho que fuera, durante los primeros tiempos, panteón real, cámara del tesoro y archivo de la nueva dinastía, y que disfrutara de la protección especial del rey Jaime I. También que su gestión fuera confiada a la rama femenina de la orden de San Juan de Jerusalén o de Malta, que reunía a la crême de la crême de la aristocracia cristiana.

En los últimos siglos, el monasterio de Sijena ha sufrido una inexorable decadencia y degradación, a pesar de haber sido declarado monumento nacional en 1923. Pero ahora, el Gobierno de Aragón está firmemente decidido a emprender su completa rehabilitación y restauración, cosa de la cual los catalanes tenemos que estar satisfechos, puesto que es una joya remarcable de nuestro pasado en común.

Desde esta perspectiva, y dejando de lado los innumerables y desgraciados pleitos judiciales cruzados, Cataluña tiene que colaborar al máximo y con espíritu positivo en la recuperación del esplendor perdido del monasterio de Sijena. Por eso, la reposición de los frescos que están depositados en el MNAC de la sala capitular es un gesto que honora nuestro pasado y nos honora.

Obviamente, la última palabra en el traslado de estas pinturas debe tenerla una comisión independiente de expertos al más alto nivel, consensuada entre la Generalitat y el Gobierno de Aragón. Si el desmontaje comporta un riesgo cierto de destrucción de estos delicados frescos medievales, que sufrieron los efectos de un incendio en 1936, entonces lo más sensato sería que se quedaran en el MNAC.

Un científico originario de Villanueva de Sijena, Juan Naya, ha hecho un extraordinario trabajo de investigación histórica y ha conseguido la reproducción digital de las pinturas originales de la sala capitular del monasterio, que están inspiradas en la Biblia de Winchester. El maravilloso colorido de estos frescos reconstruidos digitalmente no tiene nada que ver con los deteriorados restos que quedan en el MNAC. Recomiendo, en este sentido, que visualicéis el magnífico documental, accesible por YouTube, El sueño de Sigena, donde explica todo el proceso de investigación y reproducción de las pinturas de la sala capitular.

Una solución a todo este áspero y largo contencioso judicial y político podría ser la proyección permanente en el monasterio románico de los Monegros de la precisa reconstrucción digital de las pinturas de la sala capitular realizada por Juan Naya y la completa reposición del artesonado mudéjar que también sucumbió en el incendio del 1936, que ya ha sido reproducido parcialmente. Algo parecido pasa con las pinturas de las iglesias románicas del Valle de Boí, expuestas en el MNAC, pero que disfrutan de una perfecta reproducción digital in situ.

Los vecinos organizados en la plataforma Sijena sí no quieren oir hablar de esta posible alternativa y reclaman, sí o sí, el retorno de los restos que están depositados en el MNAC, en cumplimiento de la sentencia del Tribunal Supremo. Pero hace falta que entiendan y acepten el veredicto final de la comisión independiente de expertos que hay que crear, para evitar el riesgo hipotético de destrucción durante el desmontaje y traslado de los frescos.

Se ha hablado mucho estos días, a cuenta del conflicto de Sijena, de la supuesta animadversión y anticatalanismo de la población de Aragón. Es cierto que, en el pasado, las relaciones entre Cataluña y los vecinos de Poniente han pasado por situaciones de tensión, como por ejemplo las consecuencias de la segregación del obispado de Lleida en favor del de Barbastro, decidida por el Vaticano, en beneficio de los intereses del Opus Dei.

Pero no tenemos que olvidar otros episodios. Por ejemplo, cuando, en las postrimerías del franquismo, se propuso un gran trasvase del Ebro hacia la conurbación de Barcelona, para alimentar su expansión industrial y económica. En aquella época, Aragón era una zona empobrecida, hecho que forzó la emigración de muchos de sus habitantes, en buena parte hacia Cataluña.

El agravio era clamoroso. En vez de aprovechar el agua del Ebro para generar riqueza en Aragón (nuevos regadíos, nuevas industrias…) y parar la sangría de la emigración, los poderes fácticos de la Barcelona franquista, aliados con Madrid, intentaban robar el agua para hacer crecer, todavía más, la capital catalana.

Algo parecido pasó con el proyecto franquista de llenar el valle del Ebro de centrales nucleares, una de las cuales estaba prevista en la localidad aragonesa de Escatrón. La oposición y la resistencia de los vecinos y de los ecologistas impidió su construcción, ante la certeza que la energía que produciría no serviría para el progreso de Aragón, sino para satisfacer la demanda de Barcelona, como ha pasado con las nucleares de Ascó y Vandellòs.

Aragón tiene motivos para sentirse agraviada por Cataluña y viceversa. Pero hay que poner punto final a este absurdo enfrentamiento y, después de la fallida candidatura conjunta por los Juegos Olímpicos del Pirineo, la restauración del monasterio de Sijena puede ser un gran nexo de encuentro y reconciliación.

No solo está la reivindicación de los restos de los frescos de la sala capitular que están en el MNAC. La decadencia de este gran monasterio románico, acelerada por la desamortización del siglo XIX, provocó la dispersión de sus tesoros artísticos, una parte de los cuales fueron a parar al Museo Diocesano de Lleida, hasta que finalmente fueron devueltos, bajo custodia de la Guardia Civil, en 2017, durante el periodo excepcional de vigencia del artículo 155.

Uno de los hitos tendría que ser la recuperación del gran retablo del altar mayor, del cual hay algunas partes en museos de Dallas (Estados Unidos) y Argentina. Los gobiernos de Aragón y Cataluña podrían hacer una presión conjunta y concertada para conseguir, como mínimo, que las dos pinturas del retablo, propiedad del Estado español, que están depositadas en los museos del Prado y de Santa Cruz de Toledo, regresen al monasterio.

Si cambiamos la confrontación por el entendimiento y la colaboración, Aragón y Cataluña podemos salir ganando en un win win y esto depende solo de la buena voluntad política de los presidentes Salvador Illa y Jorge Azcón, que se han reunido recientemente en Zaragoza. Hay muchos proyectos industriales, agroindustriales, energéticos… que son complementarios y que podemos desarrollar en común, en beneficio de todos.

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