Laporta prioriza ayudar a Limak a evitar las multas por incumplimiento

La verdadera urgencia de las obras pasa por que las zonas VIP estén operativas a primeros de enero para empezar a devolver el préstamo a Goldman Sachs, y los socios tendrán que esperar de nuevo varios meses antes de regresar al Spotify

Vista aèria del nou Camp Nou - Foto: FC Barcelona

Más allá del interés específico en que el auditor recién llegado, Crowe Spain, se crea que los asientos VIP de la operación Olmo ya se pueden ocupar este mes de mayo, un acto de fe por su parte que devengaría 100 millones de ingresos sin los que el ejercicio actual del Barça sufriría un derrumbe castrófico, Joan Laporta se las ha de ver con otra situación de extrema urgencia que amenaza con dejar otra vez en evidencia a ese tándem ciclópeo en que se han convertido Laporta y Limak.

La verdadera premura la ha admitido el propio presidente en sus intervenciones de estos días de euforia, cuando le han preguntado por ese gran momento del regreso al estadio, en una respuesta despojada de cualquier preocupación por esos más de 80.000 socios abonados que llevan siendo paciente y sistemáticamente engañados al respecto, víctimas de las sucesivas promesas de la directiva hasta acumular un retraso de siete meses más lo que se sumen hasta la reapertura definitiva.

Joan Laporta ha dejado clara, por encima de la ilusión y de la emoción de barcelonismo ante ese gran día de vuelta a Les Corts, la importancia estratégica de que las zonas VIP del Spotify Camp Nou estén funcionando a finales de 2025 o, como muy tarde, en enero de 2026. Esta necesidad está directamente vinculada a las exigencias del préstamo que financia el proyecto Espai Barça, ya que los ingresos generados por los productos VIP son fundamentales para cumplir con los compromisos financieros adquiridos por el club.

Aunque el estadio estará terminado en verano de 2026, porque Limak sí que sufriría entonces y forzosamente las penalizaciones por un retraso que Laporta ha afrontado con absoluta complacencia y despreocupación, los palcos y asientos VIP deben estar operativos en enero de ese mismo año porque la estructura financiera del Espai Barça contempla que un tercio de los ingresos adicionales del estadio se destinen al pago de la financiación, otro tercio al club y otro a contingencias a partir de esa fecha.

Como no podía ser de otro modo, Laporta se ha aferrado a los estudios de viabilidad, que han sido conservadores a la hora de cuantificar la explotación de las nuevas instalaciones, confiando en que el estadio generará mucho más de lo previsto, especialmente gracias a la demanda de los asientos VIP, que «se han vendido a una velocidad de vértigo» y están siendo muy bien acogidos por empresas y patrocinadores.

Laporta ha remarcado que el aprovechamiento de los espacios VIP es una de las principales fuentes de ingresos previstas para devolver el préstamo de 1.500 millones de euros asociado al Espai Barça.

Según las filtraciones, interesadas o no, ya se ha vendido más de 3.700 asientos VIP, con previsión de alcanzar 9.400 localidades de este tipo y generar hasta 120 millones de euros anuales cuando todo el estadio esté a pleno rendimiento.

Si se lee entre líneas, lo que Laporta viene diciendo es que la vuelta al Spotify Camp Nou será progresiva, con un aforo inicial del 60% y servicios mínimos, pero con el objetivo claro de que las zonas VIP estén listas en el plazo comprometido para asegurar la viabilidad financiera del club y permitir la inscripción de nuevos fichajes bajo la norma del 1:1.

Este planteamiento entra en contradicción con la posibilidad de que los socios puedan ser masivamente el objeto prioritario de la directiva de Laporta a la hora de regresar a su casa. Está claro que Limak, por la cuenta que le trae, debe concentrarse en levantar ese anillo VIP por encima de la segunda grada y, por tanto, reducir al mínimo esa primera ocupación, tan progresiva según Laporta que lo más probable es que lo siga siendo muy limitada a lo largo de los meses bajo el sello exculpatorio de circunscribir el aforo a un cupo estricto de aficionados que permita afrontar un largo periodo de pruebas y ensayos con la máxima seguridad en medio del tinglado de las obras pendientes.

En este sentido, resulta indiciario que en la última reunión de la junta de Laporta no se tratara la aprobación de las tarifas, condiciones y aforo para los socios del Barça de cara a la temporada próxima. Lo lógico sería haber iniciado este proceso si es verdad que a partir de septiembre u octubre está prevista una ocupación del 60%. Es decir, de más de 60.000 aficionados.

Por el contrario, solo trasciende que se evalúa la posibilidad de una prueba inicial de carga y funcionalidad de los accesos con apenas unos miles de voluntarios y una especie de mini-Gamper con un aforo de broma con tal de no volver a Montjuïc, donde el lleno de turistas estaría garantizado. El plan, por tanto, pasa porque a Limak le perturbe lo mínimo la necesidad de acabar las zonas VIP a tiempo de no engordar la deuda azulgrana con más intereses a favor de Goldman Sachs y a la propia constructora turca por librarse de multas severas por el incumplimiento en la entrega de las obras.

Y a todo esto, poder jugar la Champions en el Spotify, ni que sea ante 20.000 espectadores, o menos, e incluir la colocación de la cubierta en un proceso de más de cinco meses en los que no será compatible ni construir ni jugar. Este es el panorama.

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