Solo Flick parece percibir el riesgo de dar por hecho que empieza un ciclo

Laporta, vestuario y afición se dejan llevar también por la euforia y la extraordinaria campaña del equipo esta temporada, dando por hecho que repetirla será una rutina, pero la realidad es que ahora empieza lo más difícil: mantenerse

Hansi Flick - Foto: FC Barcelona

Hansi Flick fue el primero en percibir el estado de euforia por encima de lo deseable cuando el equipo cerró su extraordinaria campaña con tres títulos, probablemente saboreados y celebrados por encima de lo habitual porque al inicio de la temporada su gran rival, el Real Madrid, era el principal favorito a ganar todos los títulos, un escenario de pánico que Joan Laporta intentó combatir con fichajes fantasma, como el de Nico Williams y otros por el estilo, tras afirmar que el «Barça está en condiciones de realizar grandes operaciones».

La colosal reacción del baby team de Lamine Yamal ha causado, desde esta perspectiva, un impacto bestial y ha disparado la lógica ambición y expectativas entre el barcelonismo.

El único freno a esta desatada alegría lo ha ido poniendo -o mejor dicho, matizando- el propio entrenador al que se le atribuye el milagro de esta temporada histórica. El alemán fue quien retiró a sus jugadores del césped del RCD Stadium tras la victoria, viendo que sus jugadores eran capaces de provocar algún tipo de incidente o escena no deseada tras el estallido inmediato al acabar el partido con la victoria que certificaba el título de Liga.

Y fue también Hansi Flick quien prohibió a sus jugadores y a la propia directiva hacer uso del micrófono tras la vuelta de honor en Montjuic en el último partido oficial en casa. Los parlamentos de rigor se suprimieron pese a estar inicialmente en el guion y para sorpresa de la grada.

El motivo radica en que los ciclos victoriosos en el fútbol -es decir, mantenerse en la cima y seguir ganando- supone el mayor desafío para cualquier equipo, por grande o poderoso que parezca. Solo hay que analizar la trayectoria de los últimos diez campeones de la Champions y comprobar que, al margen del Real Madrid, ganador de cuatro títulos en los últimos diez años, el resto de los equipos no ha podido ir más allá de levantar el título más preciado de todos y sufrir luego el desgaste del tiempo, implacable. El Barça, que la ganó en 2015 por última vez después de tres trofeos entre 2006 y 2011, no solo no pudo repetir, sino que el relevo generacional le condujo a pagar el peaje de la renovación incluso llegando a disputar dos ediciones de la Europe League en modo de repesca.

El resto, Manchester City, Chelsea, Liverpool y Bayern Múnich, tampoco han podido iniciar un ciclo como el azulgrana o el merengue, dominadores de las dos últimas décadas. El propio Hansi Flick sufrió en sus carnes el coste de un triplete (2019-20, incluido el 8-2 al Barça en los cuartos de final) viéndose obligado a dejar el club poco después y a no tener el éxito esperado en la selección alemana, su siguiente destino. Otro ejemplo ilustrativo es el del City de Guardiola, finalmente campeón en la 2022-23 y al cabo de dos años con problemas para clasificarse para la Champions a causa también de la necesidad de regenerar el equipo.

Al Barça de Lamine Yamal se le sitúa, ahora que ha derrotado directamente al Real Madrid en las tres competiciones nacionales, en el inicio de un ciclo ganador largo, brillante y generoso, con Champions y el Balón de Oro entre sus primeros logros pendientes, teniendo en cuenta la media de edad bajísima de su columna vertebral y el precoz estrellado de Lamine Yamal, clave en ese sistema de juego de presión, robo del balón y ataque eléctrico que exige un enorme esfuerzo físico de todo el equipo.

El problema que nadie mejor que Flick conoce por experiencia es que la matemática y la esencia del fútbol no responden a ningún criterio que garantice el éxito por buenos futbolistas y mejor planificación que un equipo pueda acreditar antes de empezar la temporada.

De hecho, la propia plantilla azulgrana es la que más alejada está hoy de percibir ese riesgo, no solo de las dificultades internas de luchar a diario contra la presión y el cartel de ser favorito que le espera a partir de ahora -bendita inconsciencia atribuible a su bisoñez-, sino sobre todo de la reacción de sus rivales que, lógicamente, empezando por el Madrid, ya se están rearmando. Del mismo modo que los Mbappé, Vinicius y Bellingham eran el tridente que batir el año pasado por su condición de favoritos para todos los títulos, ahora lo es el Barça, encarnada esa superioridad en la figura de Lamine Yamal, convertido ya en el blanco del resto de los grandes de Europa.

Es en lo que Flick está trabajando preventivamente desde el segundo uno de la conquista de la Liga en el estadio del Espanyol, cuando iba cazando futbolistas ya desmadrados y cuando prefirió que ninguno de ellos, ni el presidente tampoco, se dejaran llevar por la fiesta de Montjuic en la clausura del curso.

Consciente del tesoro casi fortuito que le ha caído suerte, pues hace un año el plan de Laporta y Deco eran Vítor Roque, Joao Félix y el fichaje imposible de Nico Williams, Hansi es consciente de que, más allá de trabajar cada minuto como leones, una exigencia tendente a graduarse cuando el estómago está más lleno, siempre habrá otro Inter dispuesto a cortarle el paso al Barça en el camino de la Champions, donde eliminar al Benfica y al Dortmund como este año no sirvió de nada, y que la propia Liga, como la final de la Copa del Rey, no les ha permitido apenas respiro alguno. La superioridad que se espera de este Barça a partir de agosto será, a pesar de las apariencias, mucho más complicada y difícil porque el entorno la da por hecha y puede que el propio vestuario, inconscientemente, también en un cierto porcentaje. Para empezar, un ciclo no es solo una buena cosecha, también requiere un mayor esfuerzo, más sacrificio, más humildad y buenas decisiones desde la directiva, empezando por resolver problemas y no creándolos.

No parece, por ejemplo, que empezar a marear la perdiz con el fichaje de un portero como Joan Garcia, sin tener todavía fair play financiero asegurado, sin haber resuelto el futuro de Szczęsny y sabiendo que Ter Stegen no soporta la competencia, sea una buena la mejor forma de empezar un ciclo. Problema gordo a la vista si al final Laporta tampoco es capaz de fichar a Joan Garcia.

Y habrá que ver si premiar a Lamine Yamal anticipadamente por un Balón de Oro que aún no ha ganado acaba siendo una buena estrategia.

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