Icono del sitio El Triangle

No quiero ser cómplice

Manel Sanz

Jurista i membre de Federalistes d’Esquerres
Totes les Notes »

Hace tiempo que doy vueltas a la cabeza sobre lo que está pasando en Gaza y cuál es mi actitud, la de Europa, la del mundo ante aquellos hechos. El 7 de octubre de 2023 la acción criminal de Hamás provocó unos 1.200 muertos y 251 secuestrados.

Después de 1 año y 8 meses, la represalia del gobierno de Israel ya ha ocasionado unos 50.000 muertos, la destrucción de las infraestructuras de la Franja, la desaparición de la mayoría de las viviendas y el desabastecimiento de las necesidades básicas que ahora ya se manifiestan en muertes por hambre.

Mientras, tengo la sensación de que la culta, bien pensanda y desconcertada Europa, no sabe qué hacer. Normalizamos graves situaciones de sufrimiento y muerte como Gaza, Ucrania y otras crisis en un mundo que parece que está en guerra por fascículos. Y quería hacer algunas reflexiones sobre todo esto y para calmar mi conciencia, dejar dicho que no estoy de acuerdo y me revelo contra esta situación siendo consciente al mismo tiempo de mi impotencia.

Y en eso estaba cuando escuché el discurso de Josep Borrell en respuesta al otorgamiento del Premio Europeo Carlos V. Por lo tanto, ahorro mis reflexiones y transcribo sus palabras. Para mí, nadie mejor que él. ¡Qué diferencia ante la actitud de su sucesora en la diplomacia europea, Kaja Kallas!

Este es un resumen de su intervención:

La segunda vez que la historia me llamó por teléfono fue el 7 de octubre del 2023. El 5 de octubre de 2023 acababa una de mis visitas al frente en Ucrania. Antes de volver a Bruselas fui a visitar el memorial de Babi Yar, un barranco cerca de Kiev donde los nazis asesinaron a 35.000 judíos en el otoño de 1941. Sus cadáveres siguen enterrados en el fondo de esos barrancos. Todavía no habían industrializado la muerte recurriendo a las cámaras de gas. Los mataron uno a uno de un tiro en la nuca.

Sus cadáveres siguen allí, en la pequeña sinagoga erigida en lo alto de la colina y yo acompañé al rabino en una plegaria en recuerdo de las víctimas. Eliminar a seres humanos por su pertenencia a un grupo étnico es una de las mayores barbaridades que la humanidad ha sido capaz de hacer. Y en eso nosotros, europeos, hemos sido excelentes y los judíos han pagado un altísimo precio.

Pero no fueron los palestinos. No tenemos derecho a transferir a los palestinos nuestra responsabilidad ni hacerles pagar para expiar nuestros complejos de culpa.

Desde Bruselas, a la mañana siguiente, el teléfono volvió a sonar para decirme hay un ataque masivo contra los kibutz en la franja de Gaza y todos condenamos el ataque terrorista de Hamas y proclamamos el derecho de Israel a su defensa, pero el derecho como todos los derechos, tiene sus límites, qué son los del Derecho Internacional y el Derecho Humanitario.

En su respuesta Israel ha violado todas esas normas, utilizando sistemáticamente el hambre de la población civil como arma de guerra provocando con sus bombardeos más de 50.000 muertos entre la población de Gaza, la mayor parte de ellas mujeres y niños. En Gaza se han lanzado bombas equivalentes a tres veces la capacidad destructiva de la bomba atómica de Hiroshima.

Desde hace meses nada entra en Gaza. Ni comida, ni carburante, ni agua, ni servicios médicos. Nada. Así lo han proclamado y ejecutado los ministros de Netanyahu. Todos oímos los propósitos de los ministros de Netanyahu que son declaraciones de intenciones genocidas. Se puede morir de un tiro en la nuca, se puede morir en una cámara de gas y también se puede morir de hambre y en cualquier caso se trata de la voluntad de exterminio de un pueblo. Estamos ante la mayor operación de limpieza étnica desde la Segunda Guerra Mundial para crear un espléndido lugar de vacaciones una vez hayan retirado los millones de escombros y los gazatíes hayan marchado.

Un error no justifica otro error.

Europa tiene capacidad y medios para protestar e influir en la conducta de Israel y no lo hace. Suministramos la mitad de las bombas que caen sobre Gaza.

Los europeos hemos confiado todo en el derecho y en comercio y ahora hemos de confiar en la fuerza y en la capacidad de influir y eso significa tener capacidad defensiva que no tenemos ya que la hemos delegado en Estados Unidos. Hemos de tener capacidad de contribuir a la paz en el mundo y esa es la tarea de una generación. Que coja la antorcha de la nuestra. Que sea capaz de asumir miedos y responsabilidades. Necesitamos unirnos más.

Hago una llamada a los jóvenes europeos para que entiendan que la paz no es el estado natural de las cosas. El estado natural de las cosas es el conflicto y para hacer frente a los conflictos no hay que tener capacidades solo intelectuales, económicas o basadas en el derecho que en ocasiones no se respeta y si no existiera la policía los tribunales serían poco eficaces.

Recomiendo su escucha completa en: https://www.youtube.com/watch?v=RDk1gR7Jb8w

¡Ya basta!

Salir de la versión móvil
Ir a la barra de herramientas