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Laporta, ante otro verano de intoxicación mediática contra la precariedad

Joan Laporta, en l'acte de renovació de Raphinha - Foto: FC Barcelona

Como cabía suponer, Joan Laporta ha empezado otro verano por el tejado, suscribiendo la primera renovación del siglo con Lamine Yamal a toda prisa pese a que la cláusula de escape era de 1.000 millones -o sea, impagable- y tanto el futbolista como su agente habían expresado hasta con exageración su lealtad incorruptible hacia los colores azulgrana. Antecedentes que, contrariamente, no han servido más que para atacar con urgencia ese blindaje, también innecesario por otra parte, dada la existencia de un acuerdo anterior firmado y aceptado por ambas partes para cuando el jugador alcanzar la mayoría de edad el próximo 13 de julio. Tanta prisa por mejorarlo antes de su vigencia y las pocas filtraciones que apuntan a una primera ficha de 40 millones evidencian que, por alguna razón, a Laporta le han entrado las prisas.

Convenientemente, LaLiga le preparó el terreno para retrasar el drama que supone cargar con ese incremento de la masa salarial al tratarse de un futbolista de la Masía con más de cuatro años de pertenencia al FC Barcelona y menor de 24 años, lo que le permite, excepcionalmente, poder firmarle ese contrato aun estando excedido, como es el caso, si bien debe compensar ese incremento fabricando fair play financiero a lo largo del curso 2025-26 y siguiente en el caso de no poder cubrirlo en la totalidad.

Ahora es cuando empieza ese otro calvario que, nuevamente, convertirá el cierre y aprobación de las cuentas del Barça de Laporta en un largo y controvertido proceso de trucos, embustes, información parcial y sesgada circulando por las portadas, y una larga sucesión de episodios confusos, eso sí, desde el optimismo y la euforia financiera que el presidente pretende transmitir en un calco de su estrategia de siempre, la de aparentar que el Barça está económicamente recuperado y con capacidad para imponer su ley en el mercado.

Ese escenario, pese al estado de ruina económica atesorada año tras año, se viene reproduciendo por esta época desde 2022, cuando, para poder fichar a Lewandowski, Raphinha y Kounde, entre otros, Laporta se inventó la palanca de Barça Studios y un ingreso de 408 millones de los cuales debía 353 millones a 30 de junio del año pasado y ahora solo 208 millones, después de que, por impagos, 145 millones ya le fueran descontados en forma de pérdidas. Ya se sabe que, para disimular, condujo a los socios a la temeraria y tramposa estrategia de aprobar unas cuentas con excepciones del auditor. Es decir, que no reflejaban fielmente los estadios financieros del club.

Ahora a Laporta se le vienen encima los gastos de ganar los títulos, que no son pocos, la carga de las renovaciones de Lamine Yamal, Raphinha, Araujo, Pedri, Gavi y otros firmadas en situación de fair play financiero excedido, estando pendientes las de Balde y Frenkie de Jong. Sobre este último ya circulan noticias contradictorias, pues el entrenador lo quiere y la directiva preferiría traspasarlo ahora que aún puede sacar algo por él antes de que quede libre. Renovarlo supone un lujo que no está al alcance del Barça actual, además de la clara intención de negociar a la baja, también, la ficha que Lewandowski tiene asegurada en su cuarto y último año de contrato.

La incertidumbre sobre el caso Olmo es una incógnita por despejar que puede afectar al resultado de explotación en función de cuando la Audiencia Nacional dicte medidas cautelares o resuelva la reclamación de LaLiga. También termina la carencia del préstamo ordinario de Goldman Sachs, lo que supone afrontar una primera cuota de devolución de 70 millones, junto a la imperiosa necesidad de reabrir el estadio a tiempo de rentabilizar una serie de zonas de hospitality, según se establece en las condiciones del fondo de titulización a partir de enero de 2026, ingresos de los cuales una buena parte retendrá Goldman Sachs para los primeros pagos del préstamo de la reforma del estadio.

Por ese motivo, Laporta ya ha avanzado ingresos de 950 millones para este curso, contando los 100 provenientes de Catar/Dubai, y un presupuesto de 1.000 para el ejercicio 2025-26. Eso sí, sin especificar, a diferencia del año pasado por esta época, si habrá o no beneficios, y si esos 1.000 millones de presupuesto se refieren a ingresos o a gastos.

Conviene recordar, para entender que contra la precariedad Laporta suele reaccionar con gestos de provocativa y excesiva opulencia, como los fichajes de Haaland, Bernardo Silva y Nico Williams, y el rescate de Messi y tantos otros, como ahora ya se habla de pagar la cláusula del portero del Espanyol, Joan Garcia, de 25 millones, al mismo tiempo que tratar de renovar a Wojciech Szczesny cuando lo cierto es que el único fichaje azulgrana destacado en dos años ha sido el de Dani Olmo, que sigue sin estar inscrito de acuerdo con las normas de control económico de LaLiga y de la RFEF un año después de su fichaje. Los otros han sido los de Oriol Romeu y Pau Víctor.

A todo esto, sin saber el criterio del auditor sobre el intento de hacer desaparecer Barça Vision y su deuda de 208 millones y sobre el ingreso aún no asentado de 100 millones de los palcos VIP. Será otro verano largo.

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