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Guerra civil: ¿Perdimos todos?

Rosa Maria Puigserra

Periodista d'RTVE. Actualment, dirigeixo la revista cultural 'Les Notícies de llengua i treball'.
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La recuperación de la memoria colectiva traspasa el ejercicio académico: es un acto de justicia social que reclama rigor histórico y compromiso pedagógico. En un contexto de auge de las derechas y ultraderechas, con su negacionismo que busca ocultar, banalizar o distorsionar la historia, defender este derecho colectivo es más urgente que nunca. Hay que explicar los hechos con claridad y precisión, rechazando visiones simplistas.

Susana Alonso

A menudo se ha presentado la Guerra Civil como “una guerra de España contra Cataluña”, donde todos los catalanes habrían sido víctimas de una invasión ajena, una horda militar impuesta desde fuera. Esta narrativa, difundida en medios de comunicación, redes sociales y aulas, deforma la realidad.

Cuando la memoria democrática consigue entrar en los centros educativos, hay quien la desvirtúa blanqueando el pasado, aunque entenderlo es esencial para fortalecer la democracia. La memoria no puede reducirse a homenajes; debe diseccionar los mecanismos estructurales que propiciaron los hechos, sin caer en manipulaciones.

Sorprendentemente, los incuestionables datos históricos desmienten los relatos simplificados. Determinados sectores, lejos de ser víctimas, se beneficiaron del franquismo y fueron piezas clave en la represión. Las élites económicas catalanas colaboraron activamente con el régimen surgido de la derrota republicana. La dictadura les permitió recuperar la hegemonía de clase cuestionada durante la República y eliminar disidencias, controlando a una clase obrera que había desafiado su poder. La delación, la denuncia y la venganza se normalizaron como herramientas para preservar el statu quo, alterado por los cambios sociales republicanos. Muchos catalanes de ocho generaciones, quizá sin vestir la camisa azul por cuestiones de “estética”, fueron entusiastas cómplices del nuevo orden.

Josep Antoni Pozo, con una investigación meticulosa, demuestra que la Guerra Civil fue, en esencia, una lucha de clases. Analiza la represión franquista en Sabadell a través del estudio de más de un millar de consejos de guerra sumarísimos instruidos entre 1939 y 1945. El autor disecciona los mecanismos represivos: quiénes eran los perseguidos, por qué, y qué intereses económicos y sociales se escondían tras ellos. El núcleo del libro radica en el análisis de estos procesos militares, diseñados para legitimar el exterminio. Pozo detalla cada etapa, desde el atestado policial hasta la sentencia, casi siempre cruel y previsible. ¿Las víctimas? Mayoritariamente obreros, sindicalistas y militantes de base, sin recursos para defenderse. ¿Los beneficiarios? Aquellos que, bajo la bandera del “orden”, consolidaron su poder con el apoyo de la dictadura.

El régimen institucionalizó la delación y la venganza para neutralizar cualquier oposición, especialmente la de la clase trabajadora. Pozo subraya que la represión no fue sólo política, sino un instrumento de dominación económica y social. Empresarios y fabricantes sabadellenses, denominados “gente de orden”, denunciaban a rivales o trabajadores incómodos, conscientes de que esto podía derivar en prisión o fusilamiento. La violencia no se limitaba a lo físico: el ahogo económico y la humillación sistemática de familias enteras eran parte de un plan calculado. La “limpieza social” y la revancha fueron el combustible del franquismo.

Con nombres y apellidos, Pozo identifica a los implicados, incluyendo los “hombres de paja” que operaban en la sombra. Cada caso judicial se convierte en un retrato de las redes de poder locales, desde el inicio del proceso hasta la sentencia.

Sabadell, sin embargo, es un espejo de un patrón generalizado en todo el territorio. El libro revela una violencia estructural que no fue una anomalía, sino la norma. Documenta hechos silenciados que la ciudadanía tiene derecho a conocer, poniendo al descubierto las múltiples formas de la represión de posguerra, algunas aún poco exploradas.

La batalla por la memoria es una lucha por la verdad. Bajo el peso de la victoria no es sólo un libro de historia: es una herramienta política que nos confronta con un pasado incómodo pero irrefutable. El franquismo triunfó porque canalizó odios, miedos y ambiciones, con la complicidad decisiva de aquellos que hoy prefieren olvidar.

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