No por previsible y documentada, la estulticia y soberana estrechez de miras de Enric Masip deja de sorprender a diario, sobre todo estos días en los que lo han vuelto de dejar suelto después de meses de permanecer obligadamente en modo de silencio mediático, y de haber tenido que renunciar a sus cuentas en las redes sociales por opiniones que, sobre inmigración, estaban alineadas con las tesis más extendidas con la extrema derecha.
Tras la victoria del Barça en el último partido de Liga, el domingo pasado por la noche en San Mamés, incapaz de entender nada del mundo que le rodea, no se le ocurrió otra cosa que criticar a la afición del Athletic porque, lejos de aplaudir la equipo campeón de Liga de la Liga, el Barça, le dedicó una sonora pitada cuando los jugadores locales le hicieron el pasillo. «Estoy muy decepcionado con la afición del Athletic porque nos han pitado en el pasillo y porque no han felicitado al presidente por ganar la Liga. Lo he encontrado muy feo y la verdad es que no nos lo mereceos», comentó cabreado antes de volver a Barcelona.
¿Y qué esperaba después de que, a lo largo de todo el verano pasado, el Barça estuviera mareando a Nico Williams, su estrella, con un fichaje que, en el fondo, Joan Laporta sabía que era imposible por falta de fair play financiero?
Fue evidente, por cómo se desarrolló esa comedia, en la que la prensa de Barcelona y el propio presidente colaboraron en mantenerla viva a lo largo de varios meses, que la directiva azulgrana nunca se lo planteó en serio porque ni estaba en condiciones de pagar la cláusula ni menos aún de hacer que encajara dentro de una mesa salarial excedida desde hace tres años. El caso de Dani Olmo resulta paradigmático (aún no ha sido inscrito según las normas de control económico) de esta raquítica estructura financiera laportista que la presidencia trató de ocultar con esa intentona de la operación Nico Williams, con la lluvia de millones del presunto contrato de Nike y, finalmente, engañando a los socios presentando cuentas sin auditar.
La afición del Athletic tuvo tiempo de sobras para sentirse dolida, indignada y más que molesta por utilizar a un jugador suyo, al que le puso la miel en los labios y al que dejó tirado a la hora de la verdad y anímicamente hundido, además de provocar un cisma entre la afición y el futbolista que tardó meses en superarse. De hecho, puede que LaLiga tuviera en cuenta esa circunstancia a la hora de retrasar al máximo la visita del Barça a San Mamés a la vista de la tensión provocada por esa actitud supremacista y de nuevo rico (siendo dramáticamente pobre) de Laporta, jugueteando con el fichaje de Nico Williams porque necesitaba ilusionar a la afición azulgrana tras un año en blanco y el fichaje de Mbappé por el Real Madrid. Fue la estrategia del miedo de Laporta que, unida a al decretazo del CSD en el caso Olmo, ha provocado la legítima irritación, rabia y por supuesto libre opinión de la afición del Athletic.
Ya se sabe, sin embargo, que Masip lleva muy mal eso de la libertad de expresión cuando se trata de los socios del Barça o cuando se salen del pensamiento único laportista porque vive en ese mundo del laportismo, donde no cabe la autocrítica ni el respeto a las opiniones de los demás, menos aún si son discrepantes.
En cambio, el propio Masip ha señalado directamente al exentrenador azulgrana Xavi Pascual, actualmente al frente del Veszprém húngaro, acusándolo de actuar con «mala fe» al intentar desmantelar el equipo barcelonista de balonmano. Según Masip, Pascual ha contactado a varios jugadores del Barça, como Emil Nielsen, Aleix Gómez, Luís Frade y Dika Mem, con el objetivo de incorporarlos a su nuevo proyecto, incluso cuando algunos de ellos aún tienen contratos vigentes con el club catalán. En este caso, con ofertas de verdad y no inventadas.
Además, Masip ha criticado las condiciones fiscales favorables que ofrecen ciertos países, como Hungría, donde los jugadores tributan aproximadamente un 15%, en contraste con el más del 50% que se paga en España. Esta diferencia, según él, permite a clubs como el Veszprém atraer talento ofreciendo salarios netos más competitivos, a pesar de presentar ofertas brutas inferiores.
En cuanto a la salida de Gonzalo Pérez de Vargas al Kiel alemán, Masip ha expresado su decepción, destacando que, a pesar de ser uno de los jugadores mejor remunerados de la plantilla, optó por marcharse. Masip ha destacado la importancia de que los jugadores estén plenamente comprometidos con el club y no prioricen únicamente aspectos económicos. En el colmo de esta tonta actitud ante esa vida regalada de asesor del presidente, que si por algo se caracteriza es por trabajar nada y ganar mucho, Masip ha hecho un llamamiento a la lealtad institucional y denunciando prácticas que considera perjudiciales para la estabilidad de la sección del único deporte del que, en teoría, tiene conocimientos.
Cada día que pasa, Masip crece como esa figura prescindible, fanática, inútil, insensible y deshonesta que el Barça no necesita para nada. Preguntado el presidente Laporta por los hechos vividos en San Mamés, desautorizó a Enric Masip visiblemente descontento con su asesor. «Todo ha estado bien», dijo, con cara de ganas de volver a encerrar a Masip en la nevera para evitar más problemas.











