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“El caso de los refugiados de Afganistán es especialmente sangrante”

Agus Morales

Periodista y escritor. Entre otros libros ha publicado No somos refugiados, una crónica sobre población refugiada en el mundo, Cuando todo se derrumba y Ya nosomos amigos, una novela. Es profesor en la UAB y editor de la revista 5W. Crónicas de larga distancia . Ahora publica Hipocresía solidaria. Por qué unas víctimas importan menos que otras. Una crónica de Afganistán y Ucrania .

Hipocresía solidaria, ¿dónde, de qué manera? ¿En todo el mundo? ¿Especialmente entre nosotros, los europeos?

El libro nace en 2022, con la invasión rusa de Ucrania. Hice esta cobertura para la revista 5W. Cuando llegué a la frontera entre Polonia y Ucrania me llamó mucho la atención encontrarme con una situación muy diferente a lo que había visto en otros lugares: miles de personas huyendo de un país en guerra. Se les facilita el paso, se les da ayuda humanitaria… Un escenario muy diferente al que vi en la frontera entre Afganistán y Pakistán, tras la vuelta de los talibanes al poder. De ahí la idea del libro. Después, todo se va confirmando de alguna manera. La Unión Europea da la protección automática a las personas que huyen de Ucrania. Algo que constituye un instrumento jurídico muy interesante y que no se consideró con las personas que huían de Afganistán. En el libro se comparan las dos situaciones, con historias personales y análisis del contexto.

¿El exilio ucraniano ha llegado a Europa, como un rayo de sol pasa por un cristal: sin romperlo ni mancharlo?

Tras la invasión rusa de Ucrania, en 2022, se produce un movimiento de población de los más rápidos de la historia reciente, que es el éxodo ucraniano. En una semana, aproximadamente un millón de personas salieron del país. Ahora son cinco. Están distribuidos por toda Europa. En España, hay algo más de 200.000. Lo que llama la atención de esta acogida es cómo se produce. Por un lado, no oímos aquellas metáforas que se utilizan con otras poblaciones y con la emigración en general: avalancha, inundación, invasión… Sin hacer ruido, estas personas se van asentando por Europa, sin que se hundan los sistemas públicos de salud, educación… Lo hacen, sobre todo, a través de un instrumento, que se activó pronto: la directiva de protección automática de la UE, emitida en 2001 y que se recupera para este caso. Resulta tremendamente efectiva, no sólo porque proporciona ayuda humanitaria directa o apoyo económico, sino, en particular, por el estatus legal que proporciona al refugiado. En este caso no sólo facilita la acogida, sino que garantiza libertad de movimientos y otras prerrogativas.

¿Los refugiados adquieren, digamos, derechos propios de la ciudadanía?

No pasan a ser ciudadanos del país de acogida. Siguen manteniendo su ciudadanía propia, la ucraniana. En este sentido, lo más importante es que se encuentran en situación regular, con la seguridad que ello ofrece a todo el colectivo. También, a pesar de encontrarse en una guerra terrible, genera la sensación de sentirse de alguna manera protegido, de sentir que hay una serie de países que te están apoyando.

¿Cómo aparece el otro lado de la moneda, Afganistán?

De hecho, mientras se producía este éxodo ucraniano hacia Europa, miles de personas, procedentes fundamentalmente de Afganistán, seguían amontonadas en la isla de Lesbos, que durante años ha sido una especie de prisión a cielo abierto. Muchos de ellos, de la minoría hazara, chií, perseguidos por los talibanes. Antes de que los talibanes volvieran al poder en Kabul, en agosto de 2021, los países europeos estaban repatriando refugiados a Afganistán, diciendo que era un país seguro. Escogí el caso de Afganistán para el libro porque es especialmente sangriento. Después de dos décadas de presencia occidental en Afganistán, con un despliegue de hasta 150.000 soldados, la población o una buena parte de ella quedó desamparada. Todo acabó en una operación de evacuación exprés, de la que vimos las imágenes de aviones despegándo de Kabul, mientras los EE.UU. se escapaban por la puerta de atrás. Alrededor de 100.000 personas salieron del país de esta manera. Al margen de las que luego lo hicieron de manera irregular, por las fronteras de Irán o Pakistán. Algo muy triste para una parte de la población que había confiado en este nuevo Afganistán, y acaba quedándose en el lado oscuro de la historia.

¿Es una situación que, de una manera u otra, se reproduce por diferentes lugares del planeta, en la mayoría de los casos sin ningún eco, en silencio?

Pienso que el mundo, en clave de refugio o de huida de conflictos, es similar a una gran escala, en la que los peldaños son infinitos. Hay múltiples discriminaciones, algunas sutiles, otras descaradas. Se pueden citar muchos casos, como las de algunas minorías que en algún momento pudieron copar titulares, como es el caso de los rohingyas de Bangladesh, huyendo de la ofensiva birmana. Estamos viendo ahora las consecuencias sobre la población del genocidio de Gaza, que sí que resuena, pero que, en cualquier momento, puede dejar de hacerlo. En Gaza, el sesgo se plantea en clave de exterminio, de limpieza étnica. La gente no quiere salir de su tierra.

¿Los móviles, en esta geometría variable de la solidaridad con los refugiados, son de todo orden, y no ajenos, sino todo lo contrario, al racismo, la islamofobia, el clasismo…?

Más allá de Ucrania versus Afganistán, hay casos claros de racismo institucional y, digamos, popular, de alguna manera, con manifestaciones como la islamofobia. El clasismo, por descontado, es un factor de discriminación. En el caso de Siria se decía que los refugiados eran de clase media, como para justificar así que se les acogiera de otra manera, con más empatía. De esta manera, se discriminan los solicitantes de asilo, no dándoselo a quien lo necesita, sino a quien nos parece bien o nos interesa. Se llegó a decir incluso que eran mano de obra más cualificada, que podían interesar a las empresas. Así, se imponía una visión instrumental sobre cualquier otra consideración humanitaria. Estas visiones discriminatorias se van sucediendo, conflicto a conflicto.

¿Así llegamos a lo que en el libro denominas “el refugio como arma de realismo político”? ¿El asilo como instrumento de presión en cualquier estrategia o negociación política?

Otro de los elementos que explican esta hipocresía solidaria es el de carácter geopolítico. El uso de los movimientos de población como arma política. Al final, todo es un componente más de ese realismo político que se va imponiendo a nivel global, con Trump, Putin… No hay que ir muy lejos: Marruecos, por ejemplo, ya utilizó los movimientos de población como chantaje a España. También pasó con la UE y Bielorrusia, unos kilómetros más al norte de la frontera con Ucrania, donde sí se dejaba pasar la gente. Yo creo que en los cálculos de Putin pudo haber la posibilidad de utilizar la llegada de refugiados a Europa como una forma de presión.

¿El derecho de asilo tiene fundamentos jurídicos sólidos, vincula a los Estados que lo suscriben, o es una cuestión más bien de buenas intenciones?

El refugio viene desde lejos. Se practicaba en los templos de la antigua Grecia. También en la Edad Media, donde tuvo un sesgo religioso. En nuestros tiempos, el momento clave es después de la Segunda Guerra Mundial. Con la declaración de Ginebra, en 1952, se consagra. Sobre todo, en la idea de que sea universal. Desgraciadamente, hoy en día es como una entelequia. Es una normativa hija de su tiempo, pero creo que sería interesante recuperar parte de ese espíritu. Y hacerlo de manera individualizada, que es como debería ser. Aplicándolo a personas que, además de huir de las guerras, sufren persecución por motivos religiosos, de género y otras cuestiones. En cualquier caso, las guerras siguen siendo un motivo mayor para el refugio, que puede convertirse en moneda de cambio. Se sabe de muchos casos de afganos que se hacían pasar por sirios a la hora de solicitar refugio porque consideraban que así serían mejor tratados, tendrían más posibilidades.

¿Las iglesias y, en nuestro caso, la católica, juegan algún papel significativo en la promoción, la aplicación, la salvaguarda del derecho de asilo?

El Papa Francisco es quien se pronunció de forma más clara a la hora de apoyar a las personas refugiadas. Pero este apoyo es, sobre todo, simbólico. Está clarísimo que la responsabilidad de la cuestión recae sobre los Estados. También sobre la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), ya que al final también depende de ellos. En Europa la cuestión de los refugiados sigue despertando un cierto debate, se habla de ello. En muchos otros países, sin embargo, ni siquiera se menciona.

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