Esta semana, con motivo de la final de la Champions que disputa el femenino del Barça en Lisboa, la tercera consecutiva, los medios han acudido a varias exjugadoras azulgrana para comentar el evento y, entre otros temas, analizar las causas de esta etapa gloriosa e insuperable de esta sección profesional del FC Barcelona, la más joven en términos de antigüedad.
Jugadoras de la talla de Marta Coredera y Olga Garcia, por ejemplo, no dudaron en señalar las figuras de Xavi Llorens y la saga de primeros entrenadores como claves en la vertiente futbolística, pero sobre todo al exdirectivo Jordi Mestre y al ejecutivo Markel Zubizarreta como los responsables únicos de la actual estructura de equipo desde que las directivas de Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu decidieran apostar, con visión y acierto, por el fútbol femenino como sección profesional.
Calificaron, en definitiva, el equipo actual, brillante finalista y defensor de la corona europea, como una herencia del enorme trabajo original que sentó las bases para este futuro, ya presente, de dominio en el fútbol internacional. Es decir, una réplica de la primera generación de oro del masculino, con Messi, como ahora la segunda con Lamine Yamal, fruto de la Masía, la mejor escuela del fútbol del mundo.
Desde la actual directiva, sin embargo, el relato oficialista intenta pasar de puntillas, o ignorar por completo, el enorme peso y capitalidad del fútbol base azulgrana en los títulos y la asombrosa nueva hornada de talentos que lo sustenta porque eso sería reconocer que Joan Laporta vive la herencia de Bartomeu, que eso es lo único que tiene y que le queda al Barça como verdadero patrimonio.
Por eso desde el aparato laportista se intenta destacar la figura de Hansi Flick por encima de todo, porque esa es la pieza de Laporta, la única que, por asociación básica directa, vincula esta gran temporada exclusivamente al presidente y no al pasado. Y no es que Flick no haya merecido su amplia cuota de mérito y de responsabilidad, no es eso. Lo que le importa al laportismo es evitar repartirla como es debido con la Masía.