Pasados cien días del segundo mandato de Donald Trump, en México lo observan con cautela y previsión. Si de entrada el reestrenado presidente amenazó a sus vecinos del sur con fuertes aranceles: del 25% a las importaciones en general, luego ha ido rectificando con frases del estilo: «México está mejorando mucho» o «He hablado con la presidenta de México, una mujer maravillosa». Hoy por hoy, la economía azteca debe lidiar con la misma medida pero aplicada solo al acero y al aluminio ⸺en la obsesión trumpista por reanimar su industria automotriz forzando la fabricación propia⸺, y a otros productos ajenos al T-MEC (Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá para el libre comercio, heredero del TLCAN o NAFTA).
Claudia Sheinbaum, que tomó posesión tres meses antes de que lo hiciera Trump, ha capeado la tormenta como ha podido. En el discurso público ha sido firme, pero también ha habido conversaciones privadas para mantener el status quo lo más posible. Así ha afirmado que «México es un país libre, independiente y soberano», y que «nadie puede pasar por encima de la dignidad de los mexicanos», mientras tenía que negociar con el mandatario estadounidense, porque su economía es demasiado dependiente como para no hacerlo.
Las izquierdas mexicanas, como sus hermanas latinoamericanas, históricamente han sido más críticas con las políticas de Estados Unidos que sus adversarios de derechas. Eso por decirlo de forma suave, porque muchas veces se le han enfrentado directamente y han sufrido las consecuencias, desde la Cuba de Castro a la Venezuela de Chávez, pasando por el Chile de Allende o el sandinismo nicaragüense, mientras que sus opositores eran colaboracionistas o incluso regímenes/partidos títeres del llamado imperialismo yanqui.
Sin embargo, México, con más de 3.000 kilómetros de frontera con la potencia del norte y en que la izquierda, después de décadas, aún no hace siete años que gobierna, tiene que ir con pies de plomo para no sufrir el peso abrumador de cualquier decisión tomada desde arriba. Así se condujo el anterior presidente López Obrador, y Sheinbaum le está dando continuidad.
De hecho, ante los disparates arancelarios trumpistas, a principios de abril el ejecutivo mexicano tuvo que revisar a la baja las previsiones de crecimiento del PIB para 2025: del 2,3% a un rango entre el 1,5 y el 2,3%, con una proyección de alza parecida para 2026: entre el 1,5 y el 2,5%. El mensaje de Hacienda que acompañaba a este nuevo cálculo no dejaba lugar a dudas: la subida de ingresos, estimada en 7.200 millones de pesos para 2025, podría cambiar por «la creciente incertidumbre sobre la política comercial de EEUU, nuestro principal socio comercial».
El último pronóstico oficial sobre las finanzas mexicanas para este y el próximo año no esconde que las políticas comerciales aplicadas por la nueva administración norteamericana han llevado a una mayor prudencia en la inversión y el consumo privado. Off the record, algunos responsables han reconocido que se podría llegar a la recesión económica, según el nivel de impacto del gravamen, para un país que en 2024 concentró el 83% de sus exportaciones en el vecino del norte.
En este contexto de medidas económicas extravagantes y declaraciones amenazadoras hacia otros territorios, en particular Groenlandia y Canadá, sobre una posible anexión, quizá algunos piensen que México podría darse por satisfecho por no haber entrado en esta rueda. O tal vez Trump no esté interesado en hacerse con lugares que considera más pobres o, si recordamos su extensión del muro el primer mandato, incluir dentro de Estados Unidos a personas de piel más oscura que las que acostumbra a tratar.
Por otro lado, suficientes territorios mexicanos incorporaron los EEUU en el pasado, un total del 55% de lo que era originalmente el país azteca. Ahora Trump ha decidido adjudicarse el nombre de la porción de mar que durante más de 400 años se ha conocido como el Golfo de México para renombrarlo Golfo de América. Google Maps ya utiliza los dos nombres.
El magnate ha justificado la supuesta benevolencia arancelaria hacia México por el buen trabajo de Sheinbaum en el control migratorio y del tráfico de drogas. Pero, a nivel interno, México todavía se desangra debido al narco, con descubrimientos como el Rancho Izaguirre y los restos de centenares de personas. Las políticas trumpistas no ayudan a crear un clima de certeza y reconstrucción en un país tan golpeado por la violencia en los últimos decenios. Más que nunca aplica la máxima a menudo usada allí: «Tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos».