Las dos Cataluñas

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Ahora ha hecho un año de las elecciones catalanas, que ganó Salvador Illa y que llevaron al ex-alcalde de la Roca del Vallès a la presidencia de la Generalitat. Ha sido un año extraordinariamente fértil que ha servido para poner Cataluña ante el espejo y analizar los grandes problemas que afectan a esta comunidad de 8,1 millones de personas que habitamos uno de los lugares más bonitos del planeta y para poner en marcha la articulación de las soluciones necesarias para construir una sociedad más igualitaria, más justa y más ecológica.

El presidente Salvador Illa se ha rodeado de un equipo de gobierno muy potente y ha hecho del diálogo permanente con los agentes económicos, sociales y culturales su divisa de actuación. De este modo, ha podido desarrollar un primer año de mandato firme y tranquilo, aunque le faltan dos instrumentos fundamentales para poder desplegar su programa: una mayoría sólida que le dé estabilidad en el Parlament y unos presupuestos aprobados para emprender las políticas prioritarias para la recuperación del país.

Formado políticamente bajo la tutela de Romà Planas, que fue la persona de confianza del presidente Josep Tarradellas, el actual presidente de la Generalitat es el genuino continuador del legado tarradellista y de su mensaje de unidad. El Pacto Nacional por la Lengua, firmado la semana pasada, es el paradigma de la buena política que, históricamente, permite los grandes avances de Cataluña.

Tres partidos -PSC, ERC y Comunes- apoyan este acuerdo, que tiene que permitir el impulso definitivo para garantizar la normalización y plenitud del catalán. Lo han subscrito, de momento, una veintena de entidades: la Coordinadora d’Associacions per la Llengua Catalana, la Plataforma per la Llengua, Institut d’Estudis Catalans, Òmnium Cultural, el CIEMEN, Fundació.cat, la Confederació d’Associacions Veïnals de Catalunya, Associació de Mestres Rosa Sensat, la Taula d’Entitats del Tercer Sector Social, la Federació Catalana de Municipis, el Col·legi Oficial de Doctors i Llicenciats en Filosofia i Lletres i en Ciència, el Consell dels Il·lustres Col·legis d’Advocats, la Confederació de Cooperatives, Unió de Pagesos, UGT, PIMEC, Consell General de les Cambres Oficials de Comerç, Indústria i Navegació de Catalunya, Foment del Treball, CCOO, USOC y La Intersindical.

Es un abanico muy transversal y ampliamente representativo que da una extraordinaria fuerza y credibilidad al plan elaborado por el consejero de Política Lingüística, Francesc Xavier Vila, e impulsado por el Gobierno. El pacto fija el año 2030 como horizonte estratégico para lograr sus objetivos y se estructura en nueve líneas de trabajo y 21 ámbitos de actuación: desde la educación y la universidad hasta el mundo laboral, pasando por la salud, la cultura, la tecnología y la cohesión social, entre otros.

Los nueve objetivos estratégicos que recoge el pacto son: una política lingüística que permita superar los retos a los que se enfrenta la lengua catalana; una lengua que crezca en número de usuarios para llegar a 600.000 nuevos hablantes; una lengua plenamente oficial en las instituciones públicas, empresas y servicios; un modelo educativo y universitario que garantice el pleno acceso a la lengua e impulse la cohesión social.

En quinto lugar, está el aprendizaje y el uso de la lengua entre la población adulta; un mundo del trabajo que incorpore plenamente el uso, el aprendizaje y la acreditación de la lengua; una oferta cultural y comunicativa que refuerce el uso de la lengua y facilite la identificación; una lengua compartida, reconocida y equipada para los retos contemporáneos; y una sociedad comprometida con el uso y la promoción de la lengua.

El desarrollo del Pacto Nacional por la Lengua contará con una dotación presupuestaria mínima anual de 200 millones de euros. Para este año 2025 ya se ha activado un primer paquete de acciones inmediatas, con un presupuesto inicial de más de 255 millones de euros, la cifra más alta nunca destinada a la política lingüística en Cataluña.

Esto se traducirá en iniciativas diversas, como por ejemplo una campaña de bienvenida de las personas recién llegadas para informarlas de la realidad lingüística del país y facilitarles el acceso inmediato a los recursos para aprender catalán desde el primer día. En el mundo laboral, se pondrá en marcha el grupo de trabajo del Consejo del Diálogo Social encargado de desarrollar un plan específico de fomento de la lengua como competencia profesionalizadora.

En el ámbito municipal, se pone a disposición de los ayuntamientos un modelo de gestión lingüística para que desarrollen sus líneas de trabajo, además de una línea de subvención para incentivar el aprendizaje y el uso de la lengua. En el sector comercial, se despliega un plan específico de información, formación in situ y asesoramiento y apoyo a los establecimientos para facilitar el cumplimiento de la normativa; y en el fomento general del uso, prevé una nueva campaña de gran alcance para estimular el uso del catalán entre los que ya lo hablan y promoverlo entre los nuevos hablantes.

Salvador Illa ha afirmado que «tenemos el deber compartido de llevar el Pacto del papel a la calle. El catalán es una lengua con una historia milenaria, pero sobre todo queremos que sea una lengua del siglo XXI de pleno derecho, un elemento indispensable de prosperidad, cohesión, disfrute y convivencia«. Según el presidente de la Generalitat, este Pacto Nacional por la Lengua «es de todos y de todas y tiene las puertas abiertas a todos los que se quieran sumar».

El presidente Josep Tarradellas, a buen seguro, estaría muy feliz con la firmeza y pluralidad que se ha logrado con este Pacto Nacional por la Lengua, que reúne a organizaciones y entidades independentistas y no independentistas, hasta hace poco enfrentadas a muerte. Es un ejemplo de su manera de entender y de hacer política. Josep Tarradellas tenía una convicción, confirmada por la experiencia: Cataluña es un país demasiado pequeño para pelearnos y solo avanza cuando se consiguen grandes consensos. Entonces, somos imparables.

Del mismo modo que el principal adversario político de Josep Tarradellas fue Jordi Pujol, que estaba dispuesto a todo para satisfacer su agresiva ambición de poder personal, la estrategia pactista y unitaria de Salvador Illa tiene su cruz en Carles Puigdemont. Hay dos modelos antagónicos de gobernar Cataluña: el tarradellista, del cual es tributario el actual presidente de la Generalitat, y el pujolista, que encarna el ex-presidente residente en Waterloo.

Desde esta óptica, hay que interpretar la llamativa renuncia de JxCat a sumarse al Pacto Nacional por la Lengua, junto con la CUP, PP y Vox. El modelo mesiánico pujolista-puigdemontista se basa en el autoritarismo y la obediencia debida al líder; la fórmula de Salvador Illa, en el diálogo, la negociación y los resultados. Las dos Cataluñas.

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