La guerra entre los diferentes sectores de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) está llegando a sus cotas más altas desde su creación en el año 2011. La entidad soberanista tiene en la cúpula un sector crítico revuelto dispuesto a hacerle la vida imposible al presidente de la entidad, Lluís Llach, porque considera que es un hombre que trabaja para Carles Puigdemont. Tanto si es cierto como si no, las consignas que se reparten desde la línea oficialista de la ANC no difieren mucho de las que emanan de la cúpula de Junts, lo que refuerza estas sospechas.
«Llach está tirando la cuerda y hay mucho descontento. El sector crítico está harto de que se sigan consignas partidistas desde la dirección, y habrá movidas este verano. Existe incluso riesgo de fractura de la ANC en la época de vacaciones o inmediatamente después, porque se considera que la organización es ya un cadáver político al servicio de intereses de los partidos procesistas», explica a EL TRIANGLE una fuente del sector crítico.
Según esta fuente, quien mueve los hilos de la revuelta es Josep Costa, que había sido vicepresidente del Parlament y que había estado muy cercano a Carles Puigdemont. «No ha tomado partido públicamente, pero todos sabemos lo que piensa y que apoya las críticas a la dirección que encabeza Llach», afirma esta misma fuente.
Los críticos se están moviendo para estudiar cómo apoyar una lista cívica en el exterior de la ANC. El propio Josep Costa ha insistido varias veces en los últimos días en que es necesario no dar más votos a los partidos procesistas, porque entre sus objetivos no está la independencia. Su postura debe leerse entre líneas, porque es tan importante lo que explica como lo que calla. Y esta afirmación deja al votante independentista indeciso ante el dilema de si votar a un procesista que no le llevará a la soberanía o un activista dispuesto a todo para independizarse de España.
«Los abajo firmantes, como ya hemos reiterado en numerosas ocasiones, consideramos el debate sobre la lista cívica en el seno de la Assemblea un debate cerrado. Y no tenemos ninguna intención de volver a abrirlo en el seno de la entidad. Los socios ya decidieron y, por tanto, estamos de acuerdo con el compañero Lluís Llach de que cualquier nuevo proyecto político debe impulsarse desde fuera de la entidad, dejando al margen a la Assemblea del mismo», decían los críticos en una carta dirigida a Lluís Llach este mes de abril.
Paralelamente, se oficializaba la creación de la plataforma Dempeus per la Independència (DxI), que suscribían no sólo los secretarios nacionales rebeldes, sino centenares de activistas más. Entre ellos, la expresidenta de la ANC Dolors Feliu, el exvicepresidente David Fernández o Roger Español.
En los 250 primeros nombres que apoyan la nueva formación se encuentran varios directamente ligados a la cúpula de Solidaritat per la Independència (SI), como Uriel Bertran o David Folch, actual secretario general. También está Carlos Santacruz, de la misma formación y cabeza visible, al mismo tiempo, de la plataforma Acord per la Independència…, y resulta que la web de DxI fue registrada el 20 de marzo pasado precisamente por Acord per la Independència, un colectivo donde confluyen plataformas tan diversas como Donec Perficiam, Unitat per la Independència (UxI), Anem per Feina, Representants de Catalunya, Activem-nos, Fem Collbató, Molts Mercès, Ponent per la Independència, Republicans Liberals per la Independència i Gent Coherent d’Osona. Pero entre la oposición se admite que la rebelión en la ANC de Llach es cosa de SI, el partido extraparlamentario más activo de Cataluña.
DxI será la plataforma a través de la cual vehicular la lista cívica que Lluís Llach enterró en la ANC, según fuentes de los críticos. «El objetivo es entrar en el Parlament como sea. No será posible ganar los grandes partidos, pero sí merecen que la gente vea que hay al menos una opción que está dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias para hacer efectiva la independencia», subrayan.
Los grandes perjudicados serán Junts per Catalunya, ERC, la CUP e incluso, quizás, Aliança Catalana, a pesar de su potencial de crecimiento a costa de Junts.
Tres años para prepararse
En su web oficial, los promotores Dempeus afirman que la iniciativa «parte del convencimiento de que sólo con la movilización y la participación de la ciudadanía que quiere un país mejor, más justo y equitativo lo haremos posible. Debe ser una iniciativa que crezca desde abajo y pueda construir un proyecto político integrador y transversal. Nos proponemos ir por todo el territorio para presentar, analizar y debatir con todos vosotros un nuevo proyecto político independentista disruptivo que considera que la independencia sí es posible».
No se habla de lista cívica o de presentar candidatura al margen de los partidos, pero en la mesa de los críticos esta opción es irreversible. «Disponemos de tres años, de aquí a las elecciones de 2028, para ir creando y consolidando el proyecto y esperamos que vea la luz, lo quieran o no en la cúpula de la ANC», afirman sus promotores.
En las filas de los partidarios de la lista cívica son conscientes de que el tema, aunque oficialmente no se genere en la ANC, provocará un conflicto interno. «Es muy posible que la reforma de los estatutos se sume al descontento con los partidos y acabe formando un cóctel explosivo y dinamitando la ANC», admiten fuentes de los críticos.
No habrá paz en la organización, porque acusan a los grandes partidos de tener la cúpula de su parte. Tras la carta de los críticos, Llach llamó a chafarrancho de combate y la mayoría del secretariado lo secundó firmando una carta en la que reclaman respeto por las decisiones aprobadas en la última asamblea y por la hoja de ruta vigente. «A menudo leemos en la prensa insultos o acusaciones graves que algunos secretarios nacionales dirigen contra compañeros o contra cargos de la entidad. Hay que trabajar unidos y superar estos episodios que dañan gravemente la imagen de la Assemblea y llenan de desánimo a los socios y a las socias», añaden los oficialistas.
Y, lo más importante, Llach niega que ningún partido dicte consignas. «Más allá de lo que, en un ejercicio continuado de desprestigio de la entidad, puedan predicar algunas voces, la Assemblea es soberana y absolutamente independiente de cualquier actor político. Es la Assemblea quien libre y colectivamente ya ha decidido cuál es el camino que quiere emprender», asegura. Esta es la parte que no creen los críticos: «Se ve claramente que sigue determinadas consignas que coinciden en muchas ocasiones con un partido muy concreto», le echan en cara.
Los fundadores blindan a Llach
La última semana, dos veteranos militantes de la ANC han dado un golpe de mano a Llach ante la ofensiva de los críticos. Se trata de Miquel Sellarès y de Pere Pugès, ambos del núcleo fundador de la ANC. En un escrito a cuatro manos, dan una bofetada a los críticos y abrazan los argumentos que ya había defendido Llach. El presidente de la entidad quiere cambiar los estatutos porque no puede haber una minoría de bloqueo en la elección de los máximos cargos. Pasó en la elección del propio Llach, que no pudo materializar la presidencia hasta que su oponente cedió. Pero las normas están para cumplirlas, y las de la ANC dicen que la elección debe hacerse con una mayoría de dos tercios o no hay presidencia, vicepresidencia y tesorero.
Sellarès y Pugès se han movido políticamente para apoyar las tesis de Junts y de Llach: consideran ahora que la regla del consenso «es una línea de actuación que implica buscar la concertación, introducir frenos y contrapesos, pero con el límite de que, en ningún caso, la búsqueda del consenso produzca una minoría de bloqueo que tenga como resultado un freno absoluto que lleve a la inacción. Nuestra intención era votar acuerdos amplios, pero en ningún caso se trataba de imponer la necesidad de encontrar consensos en todo, porque éramos conscientes del riesgo de bloqueo».
Los dos viejos activistas apuntan contra los críticos, despreciándolos y denigrandoles: «Sin embargo, lo que vamos a escribir con voluntad constructiva se ha revelado contraproducente en manos de los maestros que, cuando tienen la oportunidad, lo bloquean y lo impugnan todo… cuando la mayoría no acepta sus postulados inamovibles».
Con la defensa de la vieja guardia, Llach tiene la excusa perfecta para intentar cambiar los estatutos. Porque los dos fundadores de la organización son extraordinariamente suaves con la utilización que se pueda hacer de la entidad, y estomacan los proyectos de la oposición reclamando que la ANC no fue creada por ser plataforma de un proyecto partidista concreto «por muy legítimo que sea», sino que debe ser «un catalizador transversal y de confluencia de los independentistas». Reclaman también que sea «una herramienta de presión –con firmeza, persistencia y exigencia democrática– dirigida hacia todos los actores políticos que se reclamen independentistas». Pero subrayan que «no se trata de suplirlos, sino de recordarles su responsabilidad y de forzarlos a actuar cuando sea necesario».
Sellarès y Pugès son más contundentes que Llach en su condena a los críticos. Rechazan que estos apoyen «la creación de una nueva fuerza política que rivalice con los partidos existentes, en lugar de fiscalizar su actuación, mientras que, por otro, dicen que el debate sobre la lista cívica ha quedado superado y acusan a otros compañeros de ser unos vendidos a los intereses de los partidos políticos; la incoherencia y la confusión llega a límites inconfesables e incluso perversos». Y acaban reclamando que «no es aceptable mantenerse en el Secretariado Nacional de la ANC para no hacer ni dejar hacer, mantener a la entidad en un ajedrez permanente, con el coste reputacional que supone, e intentar aprovechar sus estructuras territoriales, las que queden de pie tras una actuación destructiva, en lugar del nuevo partido que impulsan».
Es un impagable ejercicio táctico que beneficia a Llach y a los partidos tradicionales. Pero también desvela la cruenta lucha fratricida que existe dentro de la organización. Llach no puede decir claramente muchas cosas, pero ya tiene quien las diga por él. Los áuguras que vaticinan la fractura interna a seis meses vista no van muy desencaminados.
*Puedes leer el artículo entero en el número 1621 de la edición en papel de EL TRIANGLE.