La Liga de Lamine Yamal retrata uno de los errores históricos de Laporta

La perspectiva del tiempo subraya aquella incomprensible e injustificada decisión de despedir vengativamente al 'staff' responsable de esta generación de oro de la Masía, liderado por Jordi Roura

Els jugadors del Barça, celebrant al vestidor la victòria 4-3 contra el Madrid - Foto: FC Barcelona

Dando por hecho que el Barça se adjudicará de forma matemática esta Liga en cuestión de días, las redes no han esperado a rugir, resentidas, vengativas y agresivas, en favor de la figura de Joan Laporta, añadiendo insultos, desprecios y todo tipo de alusiones marcadamente rencorosas contra los que el laportismo activista considera enemigos declarados del régimen y, cómo no, acusatorias contra la directiva anterior. Es su modo, dicen ellos que barcelonista, de celebrar los éxitos del equipo. En este caso, porque en la paternidad de la base extraordinaria de la Masía no se reconoce precisamente la mano del presidente, al que solo obsesiona gastar y fichar.

Se puede resumir este estado de ánimo generalizado con uno de estos mensajes que no dejan de dar vueltas dentro del aparato laportista: «Echó a los nazis, nos dio el primer sextete del mundo, ha resucitado un Barça en bancarrota, ha cambiado Catar por Spotify, ha reformado el estadio, el equipo femenino es invencible, el masculino camino de una etapa gloriosa. Ir a cagar a casa de Bartomeu, idiotas». Opiniones comunes que, acompañadas de la pancarta reliquia de 2021, aquella de «Ganas de volver a veros» -desempolvada ahora tras haber permanecido sepultada por las dos Champions del Real Madrid mientras en el Camp Nou se culminaba ese relevo generacional, tan inevitable como traumático-, pretenden general esa atmósfera de revancha y de reivindicación de Laporta como el presidente que, desde el minuto uno de su regreso, convirtió en oro todo lo que tocaba y transformó un equipo en decadencia en el mejor de la clase.

Eso no ha ocurrido, por desgracia, pues desde marzo de 2021 el Barça entró en barrena, tocó fondo en lo económico y no se puede decir que, hasta la explosión de Lamine Yamal, el primer equipo ha podido regresar a la primera línea internacional. Pero, más allá de tantos vórtices problemáticos del universo Laporta (las trampas del aval; la patada a Messi; el embuste Limak; la ruinosa venta de Barça Studios; el caso Negreira; las palancas antipatrimonio; la invasión del Eintracht; el engaño asambleario del Espai Barça; la deuda récord e histórica; el futuro hipotecado hasta 2050 o más; las comisiones escandalosas para Darren Dein y los agentes amiguetes del presidente; el inaceptable contrato con Nike hasta 2038; la supresión de todos los derechos sociales, estatutarios y democráticos; el exterminio de las peñas; el cierre fascistoide de la grada de animación; las estafas por sus negocios con el Reus; algunas frenadas con el dinero de los socios del Barça… y un largo etcétera de negligencias, desmanes y oscuros intereses), algunas de las decisiones de esos primeros días de tierra quemada y de saqueo de la anterior administración, de compulsiva política de despidos para colocar a tantos compromisos y aduladores, a partir de aquel lejano 17 de marzo de 2021, la verdad es que cuestan de entender todavía.

La menos ruidosa, casi imperceptible en el fragor de esos días de desinfección y desmantelamiento de todo lo que oliera a la directiva de Josep Maria Bartomeu, como si apestara, fue el despido inmediato del staff formativo y de scouting encabezado por Jordi Roura y Aureli Altimira, junto con todo su equipo de colaboradores. Eso significa que Laporta echó a patadas a los técnicos directamente responsables de detectar, fichar, educar, enseñar y desarrollar el talento extraordinario de Gavi, Nico, Balde, Abde, Ilias, Jutglà, Ilaix Moriba, Aleñá, Manaj, Monchu, Konrad, Lamine Yamal, Marc Casadó, Marc Guiu, Mika Mármol, Arnau Tenas, Iñaki Peña, Fermín, Cubarsí, Xavi Simons, Cucurella, Dani Olmo, Héctor Fort, Faye, Marc Bernal o Gerard Martín, entre otros, además de localizar a Pedri y Ronald Araujo, fabricando otra generación de oro que, como la de los Messi, Iniesta, Xavi, Busquets, Puyol, Piqué, Pedrito o Valdés, le ha dado al fútbol un estilo y una dinámica únicos e inigualables.

No se puede decir que la caprichosa y vengativa escabechina aplicada por Laporta en esa área clave del club sea otra de esas medallas que su legión de palmeros deba atribuirle como otro de sus grandes méritos. Al contrario, con la perspectiva del tiempo y la demostrada rentabilidad de ese trabajo en forma de jugadores de excelencia para el primer equipo, o de ingresos netos por varios cientos de millones en estos últimos años, la única conclusión posible es que Laporta cometió otro de esos errores históricos tan propios de su manifiesta incapacidad para la gestión.

Porque, para los intereses del Barça y no para que Laporta pueda ahora sacar pecho ahora de esa cosecha de la que no es responsable en absoluto, lo acertado habría sido consolidar ese equipo, mejorarlo y perfeccionar esa escuela insuperable que es la Masía. Jordi Roura y compañía son también los padres del juvenil ganador de la Youth League, de la misma manera que, por analogía, la explosión del femenino es el resultado de aplicar la misma metodología, la confianza, la paciencia y la sabiduría a lo largo de esos años en los que otra directiva rehizo la sección después de que Laporta, en 2010, dejara el equipo abandonado a su suerte en segunda y sin ninguna estructura.

Ya ocurrió lo mismo en su anterior presidencia, cuando explotó el equipo de Messi fruto de otra enorme y brillante etapa del fútbol base anterior a su aterrizaje, cuyo staff Laporta también se encargó de purgar con el resultado de que, hasta volver a poner la rueda de la Masía en funcionamiento, pasaron años sin apenas jugadores de provecho, solo Sergi Roberto.

Con esta Liga alguien debe recordar, homenajear y reconocer el esfuerzo y la profesionalidad de técnicos y especialistas cuya obra y mano llega hasta el equipo cadete actual. Nadie lo hará porque el relato que interesa imponer ahora desde la directiva es la prevalencia y el acierto de la visión de Laporta eligiendo para el banquillo a Hansi Flick, quien, por cierto, no ha fichado a nadie de la actual plantilla, excepto al guardameta Wojciech Szczęsny. Sin quitarle ningún mérito al entrenador alemán, que se ha rendido inteligentemente al talento de la cantera, haber decapitado a sus verdaderos creadores retrata y define a esta presidencia.

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