El principio de una sola China no puede ser cuestionado, y la Resolución 2758 de la Asamblea General de las Naciones Unidas no puede ser desafiada

Bluesky

El año 2025 marca tanto el 80º aniversario de la victoria en la Guerra de Resistencia del pueblo chino contra la agresión japonesa y en la Guerra Antifascista mundial, como el 80º aniversario de la fundación de las Naciones Unidas y de la restitución de Taiwán. El pasado 8 de mayo, Europa celebró el 80º aniversario de la victoria en la II Guerra Mundial, ocasión en que se puso a reflexionar sobre los frutos de esa victoria y el orden internacional posterior a la guerra. La restitución de Taiwán a China es una parte importante de los frutos de la victoria en la II Guerra Mundial y del orden internacional posterior a ella.

Históricamente, Taiwán ha pertenecido a China, y esto es claro tanto en lo que respecta a la historia como a lo jurídico. La primera descripción escrita de Taiwán data del año 230 dC. Después de las dinastías Song y Yuan, los gobiernos centrales de China comenzaron a establecer administraciones en las islas Penghu y Taiwán, ejerciendo control administrativo. El Gobierno de la dinastía Qing fue ampliando gradualmente las instituciones administrativas en Taiwán. En 1684, se estableció el distrito de Taiwán, que dependía de la provincia de Fujian. En 1885, Taiwán fue elevada a la categoría de provincia.

En julio de 1894, Japón emprendió la I Guerra sino-japonesa. En abril del año siguiente, obligó al derrotado Gobierno Qing da ceder Taiwán y las islas Penghu. En diciembre de 1941, el Gobierno de China publicó un comunicado de declaración de guerra contra Japón, anunciando que «(…) todos los tratados, acuerdos y contratos relacionados con las relaciones entre China y Japón serán anulados», y anunció la recuperación de Taiwán y las islas Penghu. En diciembre de 1943, los gobiernos de China, Estados Unidos y Reino Unido publicaron la Declaración de El Cairo, en la que se anunció que el propósito de los tres países era que los territorios robados por Japón a China, como el noreste de China, Taiwán y las islas Penghu, fueran devueltos a China.

En julio de 1945, los gobiernos de China, Estados Unidos y Reino Unido firmaron conjuntamente la Proclamación de Potsdam, a la que más tarde se unió la Unión Soviética, y se reiteró que «(…) las condiciones de la Declaración de El Cairo se aplicarán». En septiembre del mismo año, Japón firmó los Artículos de rendición de Japón, prometiendo «(…) cumplir fielmente los deberes establecidos en las disposiciones de la Proclamación de Potsdam». El 25 de octubre de 1945, el Gobierno de China anunció «(…) el restablecimiento del ejercicio de la soberanía sobre Taiwán» y celebró en Taipéi «la ceremonia de recepción de la rendición de Taiwán en la zona de guerra de China». De esta manera, a través de una serie de documentos con fuerza jurídica internacional, China recuperó Taiwán, tanto jurídicamente como de facto.

El 1 de octubre de 1949, el Gobierno popular central de la República Popular China anunció su fundación, sustituyendo al Gobierno de la República de China como el único Gobierno legítimo que representa a toda China. Esta es una sucesión de Gobiernos sin que el sujeto de derecho internacional de China haya experimentado cambios. La soberanía y el territorio inherentemente propio de China no han cambiado. El Gobierno de la República Popular China tiene derecho a gozar y ejercer completamente la soberanía de China, incluyendo la soberanía sobre Taiwán.

Debido a la continuación de la Guerra Civil china y a injerencias de fuerzas externas, las dos orillas del estrecho de Taiwán se han sumido en un estado especial de oposición política a largo plazo. Sin embargo, la soberanía y el territorio de China nunca se han dividido y no se permite que se dividan. La condición de que Taiwán es una parte del territorio de China nunca ha cambiado y no se permite que cambie.

En 1971, la 26ª Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó con una mayoría abrumadora la Resolución 2758, que reconoce claramente que solo existe una China en el mundo, que Taiwán es una parte de China y que el Gobierno de la República Popular China es el único Gobierno legítimo que representa a toda China. La Resolución 2758 de la Asamblea General de las Naciones Unidas resolvió completamente desde el punto de vista político, jurídico y de procedimiento el problema de la representación de China en las Naciones Unidas, y también aclaró que no existe el problema de dos Chinas o una China y un Taiwán.

Para cumplir las disposiciones de esta resolución, las Naciones Unidas y sus organismos especializados, al hacer referencia a Taiwán, utilizan el nombre «Taiwán, Provincia de China». La opinión jurídica oficial de la Oficina de Asuntos Jurídicos de la Secretaría de las Naciones Unidas señala claramente que «Taiwán, como una provincia de China, no tiene un estatuto independiente». Esta es la postura constante de las Naciones Unidas y hay documentos de soporte al respecto.

Un total de 183 países, incluyendo España, han establecido y desarrollan relaciones diplomáticas con China sobre la base del principio de una sola China. El principio de una sola China se ha convertido en un principio básico de las relaciones internacionales y en un consenso general de la comunidad internacional. En abril de este año, durante su visita a China, el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, reiteró que el Gobierno de España respeta el principio de una sola China.

Al repasar el hilo histórico de la cuestión de Taiwán, vemos claramente que solo existe una China en el mundo, que Taiwán es una parte inseparable del territorio de China desde la antigüedad, que su historia y realidad jurídica no pueden ser cuestionadas, y que la autoridad de la Resolución 2758 de la Asamblea General de las Naciones Unidas no puede ser desafiada. Taiwán nunca ha sido, no es y jamás podrá ser un país. Cualquier intento de ignorar el principio de una sola China y distorsionar la Resolución 2758 de la Asamblea General de las Naciones Unidas no solo desafía la soberanía y la integridad territorial de China, sino también el orden internacional posterior a la II Guerra Mundial y la autoridad de las Naciones Unidas.

Cualquier fuerza que intente separar de nuevo Taiwán de China se considera como dar marcha atrás en la historia. Tales acciones sin duda serán duramente respondidas por los 1.400 millones de chinos y tampoco las apoyará la comunidad internacional. Independientemente de cómo cambie la situación dentro de Taiwán y de cómo se interpongan fuerzas externas, la tendencia histórica de que China se unificará (y se unificará inevitablemente) no puede ser detenida.

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