«La violencia en casa lleva a las mujeres a vivir en la calle»

Entrevista a Lidia Pitarch

Bluesky
Lidia Pitarch

Sargento de la Guardia Urbana de Barcelona, lo que le ha permitido vivir en directo el sinhogarismo. También es doctora en Derecho Global y Seguridad Humana por la UAB. Ha visitado París, Los Ángeles y Nueva York para conocer cómo gestionan la cuestión de las personas sin techo. Ahora publica Entre portales (Icaria).

¿Qué significado tiene Entreportales?

Que las mujeres sin techo no están siempre en el mismo sitio. Antes de vivir en la calle buscan otras soluciones: un piso de alguien conocido, un local ocupado… Una vez en la calle, van cambiando de un lugar a otro, de portal en portal, para no ser detectadas, para que no las encuentren. El libro está hecho a partir de los relatos de 17 mujeres, con los que se han construido diferentes perfiles, en los que se combina la ficción con hechos reales.

¿Previo, colateral, hay un sinhogarismo, digamos de baja intensidad, oculto?

Sí, es lo que conocemos, precisamente, como sinhogarismo oculto, que entre las mujeres está muy presente. La mayoría de personas que están en esta situación son mujeres. Viven en lugares de refugio, cobijos provisionales. La cantidad de gente que está en esta situación nos podría sorprender.

En cualquier caso, las cifras de personas sin hogar en la ciudad de Barcelona son especialmente chocantes, con una tendencia al alza espectacular en los últimos años.

Según los últimos censos, alrededor de 1.400 personas duermen cada noche en las calles de Barcelona. Si añadimos el sinhogarismo oculto, la cifra puede llegar a 5.000. En Barcelona hay bastantes recursos para que las personas no pierdan la casa, pero eso no es lo más habitual. La legislación vigente permite que el desalojo se pueda dilatar cuando se ocupan espacios que no son domicilios, como los bajos comerciales. En cualquier caso, es un recurso muy inseguro, porque mañana los pueden desalojar. En Estados Unidos no hay ninguna regulación sobre esta materia.

¿Cuál es la proporción de mujeres que duermen en la calle en Barcelona?

En la calle, por cada diez personas una es mujer. En los recursos, hasta hace poco, la ratio era de seis hombres por cada cuatro mujeres. Las mujeres acostumbran a ser más jóvenes, por debajo de los 25 años, y muchas proceden de países de la UE, como Italia, Portugal, Suecia…

¿El bucle que lleva al sinhogarismo empieza con el alcohol, las drogas, y continúa con los abusos, la calle…?

No. Al contrario. En muchos casos, la pérdida de relaciones es la principal causa de acabar en la calle: violencia en la pareja, en casa… Pérdida del trabajo y del hogar, al mismo tiempo, es sinónimo de acabar en la calle. Los hombres, que son más orgullosos, no piden ayuda. Las mujeres, en cambio, recurren a las relaciones para evitar acabar en la calle. Y ello, a cambio, puede conllevar ofrecer sus cuerpos, con el consiguiente riesgo de violencia. Así, acumulan muchas más capas de trauma. Una vez en la calle, cada día que pasa estás más expuesta a situaciones de violencia. No has dormido, por miedo a ser atacado mientras lo haces; comes mal… Es cuestión de tiempo que acabes consumiendo. Así pues, beber o consumir drogas es más una consecuencia de la calle que una causa para llegar a ella.

La pregunta permanente cuando se habla de sinhogarismo sigue siendo que, en sociedades de abundancia, de residuos, ¿cómo puede haber gente durmiendo en la calle?

Muy pocos municipios disponen de recursos para paliar el problema. Barcelona cuenta con equipos de trabajadores de calle. También una red de pensiones a la que pueden acceder las personas que se encuentran en una situación de gran vulnerabilidad. De esta manera no deben pasar por el refugio (centro de primera acogida), donde hay hasta seis meses de espera. Si una mujer vive en la calle, en Barcelona puede ir directamente a una pensión.

¿Hay espacios, recursos, diseñados y habilitados para mujeres?

Sí, hay centros de acogida exclusivamente para mujeres. Pero, ¿qué pasa? En Barcelona, único municipio que tiene, en el 90% de los casos, antes de poder tener una cama, una ducha… hay que pasar una entrevista, pedir cita… En el caso de los comedores y centros de higiene, en muchos casos el espacio previo es mixto. Así pues, el caso de las mujeres que huyen de la persona que las agredió en la calle y se la acaba encontrando no es extraño. Y no hablamos de si consume drogas y tiene que acceder a un espacio higiénico… Necesitamos lugares pensados por y para mujeres, que entiendan la violencia de la que son víctimas, que necesitan mucho tiempo para recuperarse.

¿El acceso a los recursos es universal, sin obstáculos o, por el contrario, hay muchos requisitos para tenerlos?

Este es otro gran problema en toda Europa. Hasta ahora, y hoy, la persona que tiene adicciones, sufre algún problema de salud mental (que hace que su conducta no sea «excelente», para entendernos) se la expulsa de los recursos y le dicen que tiene que ir a un hospital para recibir tratamiento, para formar parte de un programa de adicciones… Así, cada día que pasa en la calle la situación empeora. Es el pez que se muerde la cola.

¿El sinhogarismo es parecido en Barcelona, Madrid y otras grandes ciudades españolas, europeas y de otros lugares?

El problema es el mismo. La cuestión es quererlo ver, dimensionarlo y aportar soluciones. En Madrid, hasta hace poco, hacían unos recuentos en los que sólo se contabilizaban unas 200 personas durmiendo en la calle, cuando Barcelona tenía 1.300. Algo no encajaba. Ahora han recuperado los datos de servicios sociales y salen unas 1.200. Estamos igual. El fenómeno es similar en todo lo que llamamos Norte global. En el Sur global hay otras dinámicas. Ciudades, mayoritariamente turísticas, ricas, que atraen capital, que se proyectan en el mundo…, tienen como consecuencia una polarización social brutal. Urbes como Nueva York, San Francisco, Berlín, Londres, Barcelona… tienen un problema grave de sinhogarismo cronificado.

¿En qué estadio se encuentra la tan esperada ley catalana del sinhogarismo?

Esa es mi pregunta para los políticos, porque la ley estaba a punto de aprobarse, pero llegaron las elecciones anticipadas, y todos los proyectos se paralizaron. El actual gobierno ha recuperado la propuesta de ley del sinhogarismo y parece que el proceso va bastante rápido. Parece que solo faltan algunos detalles para someterla a votación, y que la aprueben. Será muy importante, sobre todo para los municipios de más de 40.000 habitantes, que dispondrán de espacios habitacionales individuales para acoger a gente que está en situación de sinhogarismo de calle. El primer recurso no será el refugio grande, sino un espacio propio. Centros de día, comedores… todo más estructurado, también está contemplado en el proyecto de ley. Actualmente, el 70% de los recursos dedicados a gente de la calle son para comer o ducharse. La gente duerme en la calle porque no hay recursos. La ley obligará a que todos los municipios ofrezcan a los sintecho medios que puedan paliar su situación.

¿La trituradora consumista, el turbocapitalismo del que habla Fusaro, conlleva lo que se ha bautizado como aporofobia, que citas en el libro, que genera miedo, rechazo, vergüenza, odio… ?

Da un poco de miedo todo esto. Para muchos jóvenes, para los que todos sus valores, sus conocimientos, dependen de la pantalla que llevan en el bolsillo, es muy difícil cultivar el espíritu crítico. Tengo muchas amigas profesoras que dicen que consolidar la mínima reflexión, cuestionamiento, de las cosas, es una tarea casi imposible. Fui a mi escuela de toda la vida a hablar del sinhogarismo, del libro, y me sorprendió el dogmatismo de las opiniones: «Esta gente que está en la calle es porque se lo ha buscado», etc. ¿Qué gestión de la pobreza nos espera? Cada uno abandonado a su suerte.

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