Por un momento, a finales de febrero de este año, pareció que Laporta estaba atacando de raíz, de frente y con anticipación esos problemas recurrentes que afectan a su cuenta de explotación y que, un año más, apuntaban a otro cierre de temporada marcado por esa tenebrosa y mórbida tendencia de esta junta a seguir improvisando y, sobre todo, a intentar solucionar los problemas a última hora o más allá, como sucedió en la formulación de las cuentas del ejercicio 2023-24, de hecho todavía afectadas por una discrepancia con el auditor de 208 millones.
El problema volvió a centrarse en esa operación de arrastre de la venta de Barça Studios que regurgitó los impagos de 145 millones y, en consecuencia, la obligación contable de actualizar el valor de la compañía, Bridgeburg Invest, o de su marca, Barça Vision, a cero euros por falta de actividad comercial -es un negocio ruinoso, si es que alguna vez pudo serlo- y por la imposibilidad de desarrollar un plan de negocio que siempre fue una camama y una farsa intencionadamente proyectada para engañar a LaLiga y al propio auditor.
Sin margen salarial y agobiado por esas pérdidas, Laporta consiguió, sin embargo, fichar a Dani Olmo, que no inscribirlo, así como aprobar unas cuentas con una salvedad del auditor, un hecho tan sorprendente como inapropiado, que minoró las pérdidas a 91 millones, en lugar de a casi 300 millones, pero que no cambió la realidad sobre el estado vegetativo de la entidad ni la amenaza de que, en el siguiente curso, el actual, deba ser regularizada.
Laporta, como siempre, actuó demasiado tarde y de urgencia con otro parche a base de engañar a los socios y prometerles que, en cuestión de semanas, de unos cuantos meses como máximo, esa excepción del auditor desparecería porque, como siempre, “se estaba negociando con nuevos inversores”, cuya entrada en el accionariado “solo estaba pendiente de las due dilligence para firmar al acuerdo. Barça Vision es la realidad aumentada, NFTs, metaverso, producción audiovisual… ¡Esto es una mina de oro! Vale mucho dinero. Pronto será una de las principales fuentes de ingresos del club. A final de año estará todo resuelto con un par de nuevos aliados. Estamos negociando la entrada de dos nuevos inversores en Barça Vision (Bridgeburg Invest)”. Más concisamente, se explicó a los socios en la asamblea que la operación estaba en fase avanzada y que “uno de los inversores es una empresa no cotizada”.
“El objetivo es que al menos uno de estos inversores formalice su entrada antes de enero de 2025”, aseguró el tesorero Ferran Olivé, además de subrayar que “la valoración de la filial digital se mantiene en 408 millones de euros, ya que el último inversor en entrar, Aramark, lo hizo bajo esa tasación”. La promesa explícita transmitida a los socios fue que “a final de año (2024) estará todo resuelto con un par de nuevos aliados”.
Por supuesto que era mentira, otro truco para aparentar y sustentar esa otra mentira reiteradamente impuesta en el relato oficialista por la actual junta sobre la recuperación económica del Barça, aquello de “hemos sacado al club de la UCI y estamos dejando atrás la etapa más oscura de la historia del Barça”.
Tampoco pudo inscribir a Dani Olmo, el único fichaje serio de las dos últimas temporadas, por carecer de fair play en agosto y en la fecha límite del 31 de diciembre, como es de sobras sabido.
No obstante, en un giro propio del personaje laportista, histriónico y circense, a 3 de enero se sacó de la manga una venta de asientos VIP por 100 millones que inicialmente devolvió al Barça a la regla 1:1 del fair play y que, al margen de que LaLiga mantuvo la desinscripción de Olmo, parecía haber subsanado, cuando menos, la carencia de margen salarial.
Pocas semanas después, también con esa petulancia y soberbia habituales, Laporta hizo pública una maniobra societaria consistente en la absorción de Bridgeburg Invest SL (Barça Vision) por parte de Barça Produccions (Barça Media) en una operación de “fusión” que suponía, aseguró, “la simplificación de la estructura de su negocio digital y audiovisual mediante su concentración bajo un único paraguas societario y poder impulsar iniciativas transversales en el sector digital con todos los activos disponibles”.
O sea, una capitulación en toda regla sobre la posibilidad de resucitar la compañía y otro incumplimiento de la enésima promesa de la entrada de nuevos inversores. Lo que se planteaba el 27 de febrero era una disolución camuflada de Bridgeburg Invest y la estructuración de otro embuste para que la ruina de los activos y el negocio digital de última generación pudiera seguir ‘viva’ bajo el paraguas de Barça One, otro saliente de la actividad del club, audiovisual, que apenas genera ingresos, sino más bien gastos.
Transcurridos casi dos meses, lo que se sabe es que el nuevo auditor no ha validado el ingreso ni la operación de los 100 millones de los asientos VIP, en un 70% financiados por la misteriosa y escuálida New Era Visionary Group, y por supuesto tampoco se ha cerrado todavía ese turbio proceso de enmascaramiento de Bridgeburg Invest dentro de esa matriz de Barça Produccions (Barça Media) de la que, de hecho, nunca dejó de pertenecer. Sólo es un último y desesperado intento para que esos 208 millones del valor contable de Bridgeburg Invest sigan computando en el balance, pese a que Laporta ya ha tirado la toalla en la captación de esos inversores que nunca existieron y que su actividad comercial y facturación siguen siendo inexistentes.
Desde el punto de vista financiero y económico nada ha cambiado en el descalabro laportista conocido.