Así somos

Bluesky

El Centro de Estudios de Opinión (CEO) y el Parlamento Europeo han coincidido en hacer públicos sus últimos informes demoscópicos sobre Cataluña y la Unión Europea, respectivamente. Estos dos estudios –el Barómetro y el Eurobarómetro– se complementan y nos ofrecen una buena radiografía de nuestra realidad, a principios del año 25 del sigloXXI.

Hay que decir que se trata de dos muestras potentes y altamente representativas. Para la elaboración del Barómetro fueron encuestadas 2.000 personas de manera presencial, y el Eurobarómetro recoge la opinión de 26.354 ciudadanos de los 27 países comunitarios.

Del Barómetro del CEO, destaco que el apoyo a la secesión de Cataluña de España cae a su punto más bajo desde el 2015: 38% a favor y 54% en contra. La fórmula mayoritaria para modular la relación entre Cataluña y España es el actual, de comunidad autónoma (36%), y la propuesta federal ya logra un significativo 22%.

Este “gap” del 16% entre contrarios y partidarios de la independencia hace que el fantasma de la secesión se aleje definitivamente de nuestro escenario colectivo. El intento de trasladar al presente y revivir, en clave política, unos hechos y unas circunstancias que están en el pozo de la historia (la guerra de los Segadors, la guerra de Sucesión, las guerras carlistas, la Guerra Civil…) era una distopía condenada, de antemano, al fracaso, como así ha sido, a pesar del intenso bombardeo mediático y propagandístico -pagado con el derroche de ingentes recursos públicos- a los cuales hemos estado sometidos los catalanes durante los últimos años.

También me ha llamado la atención que el 70% de los encuestados por el CEO consideran que los partidos tienen la obligación, a pesar de las diferencias, de pactar los presupuestos. De una manera absolutamente irresponsable e incomprensible, Junts, ERC y Comuns se han negado a aprobar las cuentas del 2025 de la Generalitat y del Ayuntamiento de Barcelona, con el único objetivo de hacer la puñeta a Salvador Illa y a Jaume Collboni. Los damnificados reales por esta pataleta infantil son los ciudadanos, las empresas y las entidades que son los destinatarios finales de estos presupuestos.

A pesar de este estúpido boicot, Salvador Illa puede estar contento: su gestión merece la aprobación del 62%, la puntuación más alta que recibe un presidente de la Generalitat en los últimos diez años. La profunda implicación y el altísimo ritmo de trabajo que exige el presidente Illa a sus colaboradores es una novedad que sorprende positivamente a todos quienes mantienen relación con la administración catalana y esta dedicación ya es percibida y valorada por la población.

Por el contrario, el presidente norteamericano, Donald Trump, suscita un rechazo del 77%, a la vez que los partidarios de hacer un cordón sanitario a la extrema derecha suman el 52% de los catalanes encuestados. Que no se equivoque Junts x Catalunya, el principal partido de la oposición: con la extrema derecha, que aquí representa Aliança Catalana, no se negocia ni se le da margen de juego, como ha hecho en Ripoll. De esta ambigüedad, como refleja el CEO, solo se acaba beneficiando la formación de Sílvia Orriols, mientras que la de Carles Puigdemont es la gran perdedora.

El mundo, la Unión Europea, Iberia y Cataluña afrontamos un gran peligro, sin precedentes desde la II Guerra Mundial. El multimillonario ególatra que ocupa la Casa Blanca tiene una visión absolutamente distorsionada de la humanidad y, desde su profundo desprecio y analfabetismo, ha puesto en marcha una operación de desestabilización planetaria que, si no reaccionamos con inteligencia y firmeza, nos llevará al desastre colectivo.

Estados Unidos representan menos del 5% de la población mundial, pero han conseguido que su moneda y su fuerza militar sean las más pujantes. Con su agresión arancelaria, Donald Trump pretende que los países amigos -entre los cuales, hasta ahora se contaban los de la Unión Europea, Japón, Canadá…- y los que considera enemigos pasen a ser vasallos y esto es, sencillamente, inadmisible. ¡Estamos en el siglo XXI, no en la Edad Media!

Ya que Donald Trump nos ha declarado unilateralmente la guerra, es preciso que la Unión Europea, China e India -las tres potencias más afectadas por este insólito castigo a sus economías- lo aprovechemos para intensificar nuestros lazos comerciales, junto con  América Latina (Mercosur) y África. El aislacionismo y la autarquía que quiere aplicar Donald Trump en su país tendrá unas consecuencias dramáticas para la sociedad norteamericana, que, espero, acabe plantando cara y sublevándose contra este imbécil prepotente que han instalado en la Casa Blanca.

De entrada, hay que emprender y organizar un boicot contra las marcas de consumo más emblemáticas “made in USA” (Tesla, Coca Cola, Nike, Starbucks, McDonalds…) para mostrar los dientes y hacer entender a los Estados Unidos el valor de la libertad y del respeto a los derechos humanos. Conquistar la democracia y el Estado del bienestar ha costado el sacrificio de millones de antepasados y Donald Trump no impedirá el progreso hacia una sociedad humana más fraternal, justa e igualitaria.

El Eurobarómetro, por su parte, refleja la buena salud que, contra los clichés que se nos venden a menudo, tiene el proyecto comunitario. El 74% de los ciudadanos considera que ha sido beneficioso que su país forme parte de la Unión Europea, y el 66% opina que hay que fortalecerla para hacer frente a las crisis globales y a los riesgos de seguridad, como los que ahora se nos plantean.

Hay motivos para la esperanza: el 93% es partidario de estrechar la unidad entre los países europeos –la cifra más alta desde el 1989– y que hay que dotar de más competencias al Parlamento Europeo (62%) y de más recursos a la Comisión Europea (76%). La estrambótica alianza entre Donald Trump y Vladímir Putin constituye una amenaza cierta para la paz y la integridad del territorio europeo, a la cual tenemos que responder con un sistema de defensa reforzado. El único camino es la colaboración, la complicidad y la unidad entre los 450 millones de ciudadanos comunitarios, los 60 millones de ibéricos y los 8 millones de catalanes.

Lo dicen el CEO y el Eurobarómetro: Así somos, esto queremos, por eso luchamos.

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