El Barça de Lamine Yamal ya solo tienen en Laporta a su peor enemigo

Pase la que pase en la Copa, el equipo ha superado todas las expectativas y se ha ganado el derecho a disputar los grandes títulos, aunque la recta final puede estar amargamente marcada por otra negligencia de su presidente

Joan Laporta y Lamine Yamal - Foto: FC Barcelona

El vicepresidente deportivo Rafael Yuste y el propio presidente Joan Laporta no dudaron en calificar la temporada anterior, la 2023-24, como más que aprobada e incluso notable desde el punto de vista del balance del primer equipo, y también en el plano económico, financiero y patrimonial. Huelga precisar, a modo de paréntesis, que en el ámbito social resulta imposible evaluar si hay o no avances dado su estado de rigor mortis avanzado en el que se encuentra.

La propia realidad, como siempre, suele desmentir el relato oficialista y pasteleado de esta junta al borde permanente de un ataque de nervios porque ya no es capaz, siquiera, de controlar sus propios parámetros y constantes vitales, atrapada en su propia paradoja. Laporta está hoy transitando en el borde de un alambre en el que, de un lado, el primer equipo está a pocos partidos de consolidar el alumbramiento de otra gran generación de oro propia en la que, por compararlo fácilmente con el mejor y más brillante pasado barcelonista de todos los tiempos, Lamine Yamal sería Messi; y Pedri, Olmo y Gavi serían el equivalente a Xavi, Iniesta y Busquets; con Casadó, Bernal, Cubarsí, Balde, Fermín y otros desbordando talento, entusiasmo y ambición en un grupo que ha sido capaz de darle una segunda vida a Lewandowski, Raphinha, Koundé e Íñigo Martínez.

En el otro lado, como contraste amargo y acusatorio contra esta misma junta tan demostradamente incompetente, que aún hoy sigue filtrando a la prensa sus sueños de grandeza en forma de fichajes imposibles y de liderazgo en el mercado -la única y gran obsesión de Laporta-, está el abismo financiero, la nada y el peligro real de un colapso económico por culpa de dos operaciones, Barça Studios y palcos VIP, volátiles, fantasmagóricas y de burla financiera, tan vacías y tóxicas que, por acumulación, pueden abocar al club a una situación de forzosa y extrema venta de activos para seguir sosteniendo el principio de empresa en funcionamiento y seguir inscrito en LaLiga.

El mismo día que el equipo de Hansi Flick se juega alcanzar su segunda final de la temporada, la de la Copa del Rey tras haber saboreado la Supercopa de España, camino de llegar con grandes opciones de conquistar la Liga en el tramo decisivo de la temporada, además de alimentar con reales y justificadas esperanzas la posibilidad de llegar a la final de la Champions, en la trastienda de su torpe gobernanza resulta que ni siquiera un auditor contratado a la carta, Crowe Global, se cree que Laporta consiguió 100 millones con la comercialización de 475 asientos VIP al filo de la medianoche del 31 de diciembre pasado.

Las informaciones que ponen en duda la solidez de la operación, que además sigue sujeta a la aportación de 42 millones más la próxima temporada, agravan un estado de cuentas que arrastra las pérdidas del ejercicio anterior por culpa del pufo de Barça Studios, de 145 millones, y la amenaza de que otros 200 millones pudieran sumarse en forma de números rojos en este ejercicio.

La sensación de haberse adentrado en arenas movedizas han puesto a Laporta en una tesitura de máximo riesgo operativo a partir del 1 de julio de este verano, cuando se abra el mercado de fichajes y la revisión de su margen salarial, si no se produce otro milagro de última hora, le impida absorber las renovaciones y los posibles fichajes. Pero sobre todo el nuevo contrato de Lamine Yamal, que no podrá esperar mucho más tras cumplir los 18 años a primeros de julio y entrar en el último año de su actual contrato, pendiente de ampliación y de actualización. Laporta podría enfrentarse a la posibilidad de no poder inscribir su nuevo contrato, notablemente mejorado en cuanto a su ficha y años de vinculación, por falta fair play financiero si la operación Olmo con dos empresas de Oriente Medio no es computable desde el punto de vista del rigor y la normativa contable.

La conclusión es que, de nuevo, la asombrosa metamorfosis del primer equipo protagonizada por el aporte y explosión de la herencia de la Masia recibida de la anterior directiva, ha sorprendido a la propia directiva y al desconcertado y compulsivo presidente que se pasó el verano intentando cazar piezas como Nico Williams, Leao, Zubimendi, Merino, Rashford, Kimmich y otros por miedo a que el Real Madrid de Kylian Mbappé le sacase los colores. Tanto Laporta como Deco, además, trataron desesperadamente de darle continuidad a los Joao, Cancelo y Félix, dando por hecho que Vítor Roque sería pieza clave, también, del equipo que iba a dirigir el renovado Xavi, según los planes de finales de abril de hace un año.

Los disparatados y atropellados cambios de humor y de perspectivas de Laporta, que de pronto echó a Xavi para recurrir a Hansi Flick, y que al final solo pudo convencer a Dani Olmo de que podía inscribirlo, otra promesa repetidamente incumplida por la vía de los ingresos ordinarios, dejaron al nuevo entrenador alemán y a un puñado de juveniles solos ante el peligro y ante la amenaza Mbappé, a la que se han enfrentado sin complejos y con un fútbol que, mezcla de generosidad física, intensidad, presión continúa y un sistema de juego verdaderamente osado, sigue atropellando a sus rivales.

Sea cual sea el resultado de este miércoles en el Metropolitano y el desenlace de la propia temporada, el balance ya es excepcional e infinitamente superior al del año pasado, sin títulos y sin una personalidad futbolística definida por un entrenador como Xavi, que al final fue destituido porque tampoco creía del todo en lo que tenía y sospechaba, con razón, que Laporta no le iba a traer, como él pedía, un sustituto de Busquets experimentado y de fuera, además de recambios para Lewandowski y Raphinha.

La precoz maduración de Lamine Yamal, que volvió como campeón de la Eurocopa, licenciado para liderar a este nuevo Barça, ha sido la clave de una transformación que hasta a Laporta ha pillado en fuera de juego, perdido en el marasmo de su propia negligencia en la enfermiza compulsión por fichar con dinero que no tiene y con ingresos inventados que ya nadie se cree, ni su propio auditor.

¿Seguirá creyéndose el Consejo Superior de Deportes (CSD) los mismos argumentos sobre los que justificó la cautelar de enero pasado (el principal, que sí había subsanado la falta de fair play financiero denunciada por LaLiga gracias a una operación que rechaza hasta el propio auditor del Laporta)?

Puede que la política, entre Puigdemont, la Moncloa y hasta Florentino Pérez, pueda seguir manipulando al presidente del CSD, José Manuel Rodríguez Uribes, para que siga jugando el papel de títere y cómplice necesario para soportar las mentiras financieras de Laporta. Puede, porque hasta ahora esas otras fuerzas del inframundo del fútbol se han revelado más poderosas incluso que la normativa del rigor económico acordada entre LaLiga y la Federación Española.

Es cuestión de horas que el CSD desenmascare a Laporta o haga el ridículo nuevamente. Lo que está claro es que, si ahora le retira la licencia a Dani Olmo y esa circunstancia acaba incidiendo en el vestuario y en los resultados, el único responsable será el presidente Laporta. El equipo con su talento, profesionalidad y actitud; Lamine Yamal, con su inestimable capacidad para el desborde y para abrir esos espacios vitales; el talante inalterable de Hansi Flick; la magia de Pedri; y la honestidad del resto ya se han ganado ser la revelación del año y el derecho a disputar todos los títulos. Que la ineptitud del presidente sea su principal amenaza a estas alturas resulta inadmisible.

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